Viernes, 14 de Febrero 2025, 10:08h
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El Libro Guinness de los Récords ya no es lo que era. Antes, esta publicación anual se ocupaba de recoger plusmarcas de todas clases. Algunas laudables, como hitos geográficos, históricos, científicos, artísticos y deportivos. Otras curiosas, como el hombre más alto del planeta o la mujer con más lunares en el cuerpo. Con el tiempo fue añadiendo récords cada vez más estrafalarios, como la persona capaz de engullir más hamburguesas o huevos fritos. Porque a la gente le fascina el adverbio 'más', sobre todo ahora con las redes sociales, que se dedican a potenciar todo aquello que gusta a más personas hasta el punto de que dicho adverbio se ha convertido en el único parámetro para medir el éxito.
Al ver el éxito de Lily Phillips, otra actriz porno proclamó que ella subiría la apuesta a mil individuos en doce horas
Así, la mejor peli es la más taquillera; el mejor escritor, el que más libros vende, e idéntica vara de medir rige para artistas, empresarios, croquetas, champús, coches, chicles... Siempre me ha sorprendido esta forma simplona de calibrar las cosas. Al fin y al cabo, todos sabemos que es falsa, pero nos dejamos llevar por la corriente porque el término 'más' siempre ha sido contagioso, solo que ahora, y gracias a las redes, empieza a ser también peligroso y, en ocasiones, incluso letal. Infinitas son las bobadas que la gente está dispuesta a hacer con tal de colgarse la medallita de 'soy el –o la– más'.
No mencionaré aquí, por sabido, que hay personas capaces de jugarse la vida con tal de ser quienes más se acercan al cráter de un volcán, o les da por hacerse un selfi en el pretil del rascacielos más alto o se rocían con gasolina, a ver quién aguanta más en un reto bonzo. Incluso en el mundo del porno vía Internet el temible adverbio ha sentado sus reales, en especial en OnlyFans, una plataforma en la que los seguidores pagan para que sus 'ídolos' –que pueden ser una declinante estrella del celuloide o incluso alguien anónimo– se comporten sexualmente de tal o cual manera.
La británica Lily Phillips, de 23 años, por ejemplo, factura miles de libras al mes mostrando a sus devotos lo que ellos quieren ver. El negocio es próspero, pero resulta que Lily es de las adoradoras del adverbio 'más'. Por eso se le ocurrió crear el reto viral en el que prometió acostarse con cien hombres en un día y retransmitir en directo la proeza. Y lo hizo. Una vez acabada la faena, con los ojos rojos porque, aunque se les había prohibido explícitamente, varios hombres eyacularon en su cara, Lily, llorosa, se disculpó. Se disculpó por si había desilusionado a sus fans por concederles solo cinco minutos de sexo a cada uno. También afirmó que, a pesar de que la experiencia había sido más intensa de lo que imaginaba, sus padres estaban orgullosos de ella porque «lo que más les preocupaba era que tomase decisiones que la pusieran en peligro».
Al ver el éxito alcanzado por Lily Phillips, otra actriz porno, Bonnie Blue, proclamó que ella subiría la apuesta a mil individuos en doce horas. De hecho, fueron mil cincuenta y siete porque, según explicó, cuando llegó a mil vio que había cincuenta y tantos más en la cola, de modo que continuó con su samaritana labor. Las espadas siguen en alto porque ahora resulta que Lily Phillips anunció en redes sociales que en breve haría un «desafío de puerta trasera» con «tantos chicos como sea posible».
Resulta difícil seguirles la pista a esta y a otras tantas locas carreras en pos del tan ansiado 'más'... El que más moscas traga en menos minutos; el que desde más alto se tira sin paracaídas; el que más tatuajes alberga en su cuerpo; el que más aguanta metido en una tinaja de agua hirviendo… Y yo me pregunto, ¿no sería más interesante y, desde luego mucho más saludable, cambiar de adverbio y sustituir el culto al 'más' por el culto al 'mejor'? ¿Qué tal alentar a los niños a que busquen ser los mejores en vez de lo más de lo más en tal o cual bobada? Ya sé que es difícil. Es más fácil acostarse con cien –o mil– maromos en doce horas que encontrar un amor verdadero. Y, ya que estamos hablando en clave gramatical, no estaría de más recordar que entre la palabra 'cantidad' y la palabra 'calidad' hay apenas dos letras de diferencia, pero un abismo en su significado.
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