Viernes, 14 de Febrero 2025, 10:08h
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El asunto amenaza con ser el campo de batalla de los próximos tiempos. Con una población cada vez más envejecida, el sostenimiento de las pensiones y su poder adquisitivo pasa por un esfuerzo añadido vía impuestos o alternativamente por el crecimiento de la población ocupada y sus salarios para afrontar las cotizaciones. Ambas vías resultan complejas, y el atajo de endeudar a las futuras generaciones para pagar la factura cada fin de mes es tan tentador para el gestor frívolo como potencialmente catastrófico si el grifo del crédito se cierra o mengua. Esa es la fea realidad de partida, que ha de conjugarse con la necesidad moral de ofrecer a quien llega a la vejez, tras una vida de trabajo, amparo y recompensa a su esfuerzo. Hoy por hoy, el debate público dista de estar a la altura del tamaño del desafío.
LAS CARTAS DE LOS LECTORES
Los jubilados no son culpables
Cada año, con la revalorización de las pensiones, surge la idea de que estas son culpables de los bajos salarios que cobra la mayoría de los jóvenes, con la torticera intención de enfrentar al último con el penúltimo en el escalón social. Ante ese cínico argumento, cabe decir que unas se pagan con dinero público –es decir, de todos los españoles–, y los salarios, con dinero privado, en un juego de suma cero entre los salarios y las ganancias empresariales. Es decir, los salarios no dependen directamente de las cuantías de las pensiones –¡ni mucho menos!–; dependen de la viabilidad de la empresa y de la capacidad de negociación de los trabajadores. Los jubilados son los segundos interesados en que los jóvenes ganen salarios dignos porque es la mejor forma de consolidar las pensiones públicas y porque esos jóvenes son sus hijos y nietos.
Horacio Torvisco. Alcobendas (Madrid)
Gente mayor
En el principio era el verbo y así ha sido a lo largo de la historia. A veces veo a pobres personas que, por su edad, vegetan por los parques y jardines de pueblos y ciudades. Nosotros pasamos a su lado y no nos fijamos. La vejez es una escalera invisible que trepamos y luego subimos y de pronto estamos arriba. No nos damos cuenta de la soledad y desamparo, y por ello es necesario que las palabras establezcan una sindéresis con nuestros mayores. El espejo de nuestra expectativa se reforzaría con esa gratuidad verbal que tan bien sienta, tanto se necesita y recompensa. Nuestra sociedad tiene cada vez más gente mayor, y lo que hoy es una posibilidad mañana será una necesidad. Cuesta tan poco hacer feliz a los viejos y la importancia de las palabras de la conversación es fundamental.
Enrique Ocampo Salas. Plasencia (Cáceres)
Cicerón en nuestra época
Hace tiempo comencé a guardar los escasos sobres que me llegaban por correo postal. Sentía que, con los años, esos sobres con su sello serían objetos de museo. Apenas se reciben ya cartas en papel. Incluso las Cartas al director se envían por correo electrónico. Los buenos deseos esgrimidos con el comienzo de cada carta se han perdido. Con las redes, lo más rápido es hacer un comentario en tu muro, o en el estado de nuestro teléfono, y que lo vean familiares y amigos. Pero, así, se pierde el interés por los demás y se impone solo nuestro estado o pensamiento. Me encanta seguir leyendo las cartas que aquí se publican: es una forma de seguir recibiendo noticias. Y cuando alguna me gusta tanto como Los consejos de Cicerón, busco un botón donde pulsar 'me gusta'. Y, afortunadamente, no existe. La de cosas que estamos perdiendo con las redes. Menos mal que Cicerón no nació en esta época y podemos seguir disfrutando de sus escritos.
Flor Zapata Ruiz. Alcobendas (Madrid)
Hemos cumplido
Decía mi padre eso de «nadie da duros a cuatro pesetas». Por lo que últimamente estoy leyendo y escuchando, a los jubilados nos están pagando pensiones de a duro, habiendo cotizado cuatro pesetas. Y claro, no llega. Vaciamos la hucha. Podríamos entrar en consideraciones macro y microeconómicas al respecto, pero no es el foro adecuado. La realidad es que los perceptores de pensiones contributivas de jubilación (muy especialmente los llamados boomers) cuando comenzamos a trabajar y cotizar, aceptamos el compromiso con la sociedad de aportar lo que se nos detraía de nuestros salarios, y de la caja de la empresa que nos los abonaba (cotizaciones empresariales) con la certidumbre de, llegado el día, recibir la pensión que en base a esas aportaciones y años cotizados nos correspondiese, manteniendo año tras año su poder adquisitivo. Señores gobernantes, presentes y, especialmente, futuros: hemos cumplido nuestro compromiso. Hagan cumplir ustedes (en nombre de la sociedad) el suyo. Este colectivo es el único cuyo denominador común (la pensión) es especialmente transversal socialmente. Y por su número, está en disposición democrática de poner o quitar gobiernos. Cuando uno va al super, a la frutería, zapatería, no puede pagar con el carnet de ningún partido político.
Patxi Rojo. Bilbao (Bizkaia)
No se compra con cincuenta euros
Pensiones, pensiones, pensiones. No hay político, comentarista, periodista que no hable de ellas de forma recurrente y ahora, en plena actualidad, a diario. Como jubilado y pensionista no puedo estar más preocupado porque algo tan serio se esté utilizando de mil maneras, menos en la importante que es llegar a un debate serio para solucionar el problema que se plantea para las próximas generaciones. Me preocupa mucho que se esté empleando la peor demagogia para ponernos a los pensionistas actuales como parte del problema cuando se dice que la pensión media es más alta que el sueldo medio de los jóvenes, que será verdad, pero ¿el problema no estará en que los sueldos actuales para los jóvenes son muy bajos? Pensemos a futuro, sueldos bajos, contratos temporales, a tiempo parcial, fijos discontinuos, ¿Cuándo van a poder sumar las horas exigidas para calcular su pensión cuando les toque? Porque la pensión no viene regalada, sino que exige años de cotización y esos años no son diferencia de fechas sino la suma de horas para llegar a lo que se considera un año. Pero mi indignación sube de nivel cuando nos llaman idiotas. Hablan del voto de los jubilados con una ligereza que asusta. Nos han jubilado por edad, no por pérdida de inteligencia y la seguimos utilizándola a la hora de votar para analizar las distintas opciones que supongan una mejora para nuestra sociedad en los temas que nos preocupan a todos, como el para, la enseñanza, la sanidad, la justicia, la libertad, etc. Y estos temas no se compran con esos cincuenta euros al mes que como máximo nos han subido las pensiones. Políticos, dejen de manosear los problemas y pónganse a buscarle solución, porque como todos tenemos hijos y nietos, queremos para ellos una sociedad más justa y que puedan llegar a cobrar unas pensiones dignas. Y la solución de este problema si moverá votos, claro que esto vale más de cincuenta euros.
Ignacio Sánchez Rosso. Ávila
El Cid
Una conversación con mi hijo, de 11 años, yo tengo 52, sobre la deslealtad de los samuráis, quienes, muchos de ellos, se vendían al mejor postor. Tema sacado por él, un niño culto, seis sobresalientes y cuatro notables en la primera evaluación de sexto, con quien departo casi como si de alguien mayor se tratara. Le digo que tal cual ocurría con algunos guerreros medievales españoles, como el mismo Cid; le explico su condición de mercenario divagante entre jefes moros y cristianos. Me dice: «¿Quién es ese?» Incredulidad momentánea, en menos de un segundo desaparece porque sé cómo se enseña ahora la Historia universal y la española en particular. Le cuento. El Cantar de Mío Cid. La leyenda de su victoria muerto sobre Babieca. «¿No te suena?». «No», contesta. Surge en mi mente un personaje similar, clásico de los aprendizajes de antaño. Inquiero: «¿Y Viriato? ¿Conoces a Viriato?». La resolución esperada: «No». Le ilustro. Lusitania. Guerra de guerrillas. Traición, la comparo con la de Judas, conoce bien la tradición cristiana, se la he inculcado sin ser cristianos él ni yo, ya que entiendo que nuestra naturaleza europea así lo requiere. Roma no paga a traidores. «¿Y Numancia?» «No». Resistencia numantina, aprende el significado. Garray, junto a la ciudad de Soria. Suicidio colectivo legendario. «Qué pena que no veáis estas cosas en el colegio», se lamenta el padre. «Sí, porque son muy bonitas», se lamenta el hijo. Prefiero cortar la conversación para no llevarme otra desilusión con Don Pelayo.
Ángel Nieto Leal. Valladolid
LA CARTA DE LA SEMANA
Homenaje
A aquellas personas que, con infinita paciencia y comprensión, nos permitieron realizar nuestras primeras transacciones comerciales y alcanzar la categoría de respetados consumidores. Gracias a ellas hicimos efectivas prácticas de sumas, restas y, a veces, multiplicaciones y divisiones. Fomentaron nuestro inicio en la lectura, nos enseñaron a guardar el debido turno para ser atendidos y la conveniencia de saludar al iniciar y al finalizar la compraventa. Cada semana, tras recibir la nuestra modesta asignación, comprábamos chucherías, tebeos y los encargos que nos hacían los mayores. En la operación siempre incluyeron una palabra amable. Nuestros hijos también las disfrutaron. Hoy, estas entrañables personas alcanzan ya su merecida jubilación. Las pequeñas construcciones en las que trabajaron —y que nos parecían palacios— están desapareciendo de pueblos y ciudades. Por ello, esta reflexión homenajea a los hombres y mujeres que, desde los quioscos, han transmitido tanta educación.
Antonio Andrés Laso. Villamayor de la Armuña (Salamanca)
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