Viernes, 21 de Febrero 2025, 10:51h
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Entre 1971 y 1972, en una granja de la región de Béarn (Francia), Jean Crampilh-Broucaret (llamado Jeannot) cubrió con sus escritos el suelo de su habitación en la casa familiar. Son 18 metros de parquet de madera grabados con un texto, a la vez legible y oscuro, que conecta lo global y lo íntimo: los agravios sufridos a manos del padre, la catástrofe histórica de Argelia y una acusación al Vaticano. Ese suelo que grita, hecho en el secreto de una habitación, está claramente dirigido, sin que nadie sepa si es a su familia o al mundo entero. Es el réquiem de alguien que sufre algún tipo de enfermedad mental y que ha sido analizado tanto por especialistas en enfermedades mentales como por expertos en el art brut.
Ese suelo que grita, hecho en el secreto de una habitación, está claramente dirigido, sin que nadie sepa si es a su familia o al mundo entero
En los listones ensamblados podemos leer, grabada con un taladro y con un cincel de madera, una sucesión de 68 líneas difíciles de descifrar que atacan vehementemente a la religión. «La religión inventó las máquinas de mando, cerebros de personas y bestias [...] la iglesia después de ver cómo los judíos habían sido asesinados por Hitler habría querido inventar un tipo de prueba para tomar el poder del mundo e imponer la guerra», y habla también de inocencia: «Ni mi hermana ni yo jamás le hicimos daño a alguien». Jean inventa un tipo de letra ad hoc (los agujeros hechos con un taladro y los palos hechos con un cincel de madera) para gritar todo lo que le pasaba por la cabeza. La sintaxis prescinde de la puntuación y de los saltos de línea. Desde su descubrimiento accidental en 1993 por un neuropsiquiatra de Pau, el doctor Guy Roux, en la granja de Béarn de la familia de Jeannot, en el momento de su venta, este parquet de roble de 18 metros cuadrados no ha dejado de intrigar y fascinar.
Se sabe poco de Jeannot. En el museo se exhibe una fotografía de él cuando era niño: cabeza grande, mirada fija, penetrante. Nació en 1939 en una familia de pequeños agricultores. En el pueblo la gente decía que su padre era brutal y maltrataba a toda la familia. Jean sólo abandonó el Béarn para cumplir su servicio militar en Argelia. Cuando regresó de la guerra se enteró del suicidio de su padre. La madre murió poco después y él obtuvo permiso de la administración para enterrar su cuerpo bajo las escaleras de la casa. A los 32 años comenzó a grabar el suelo de su habitación; cuando terminó de escribir, se negó a comer hasta morir de hambre en 1973. Su hermana Paule, que vivía con él, murió 21 años después.
La exposición de esta obra, hoy en el hospital de Sainte-Anne en París, busca restaurar el misterio, distanciándose tanto del diagnóstico psiquiátrico como del juicio artístico. El suelo de Jeannot está ahí, imposible y asombroso. Su presencia física impresiona más que lo que las palabras pueden expresar. Es una pieza artística inclasificable.
Georges Bataille habló de estos objetos que «roban lo conocido a lo desconocido». El suelo de madera de Jeannot es exactamente eso.
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