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El señor de Sipán La joya arqueológica del Nuevo Mundo América tuvo su 'faraón': el Tutankamón de Perú

En 1987 se descubrió en Perú la tumba del Señor de Sipán, que data del siglo III. Este gobernante de la cultura moche fue enterrado con un tesoro de incalculable valor, conservado en perfectas condiciones. Está considerado como uno de los hallazgos más importantes del siglo XX, al mismo nivel de la tumba de Tutankamón. Y todo comenzó con un conejo...

Miércoles, 07 de Junio 2023, 15:08h

Tiempo de lectura: 8 min

Una noche de verano de 1987 en la chichería de la pequeña aldea de Sipán, en Perú, dos policías de la Brigada Secreta presenciaban absortos la fiesta que celebraban los aldeanos. Todos bebían y reían como si les hubiese tocado la lotería. No entendían nada. Estaban allí porque una semana antes un comando terrorista de Sendero Luminoso había tomado la aldea vecina. No parecía haber muchos motivos para semejante algarabía. Ya entrada la noche, un joven se acercó a la barra con claros síntomas de embriaguez. No tenía dinero para pagar su cuenta, pero depositó en el mostrador una pieza arqueológica de oro. Los policías lo detuvieron inmediatamente. No tuvieron que emplearse a fondo para que el muchacho les contara lo que ocurría. Una banda de huaqueros, como se conoce en Perú a los saqueadores de sitios arqueológicos, dirigida por un tal Ernil Bernal había encontrado una tumba muy importante en la huaca que lindaba con el pueblo.

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Trabajo y recompensa. La excavación de Sipán, en el primer año de investigación. Varios trabajadores locales colaboraron con los arqueólogos Walter Alva y Luis Chero.

Los peruanos llaman ‘huaca’ a los lugares arqueológicos, ya sean tumbas, santuarios o, como en este caso, una pirámide. Los policías registraron la casa de Bernal. Solo estaba su madre. En la alacena de la cocina encontraron unas bolsas con varias piezas de oro. De inmediato avisaron al arqueólogo Walter Alva, supervisor de la zona y director del Museo Bruning de Lambayeque. El alijo lo componían un ídolo y dos cabezas felinas de oro y turquesas.

Se cree que el líder de la banda de saqueadores enterró gran parte del botín en 1987. Desde entonces, la gente de Sipán lo está buscando

Nunca antes se habían visto piezas así de la cultura moche. Tenía que ser una tumba muy importante. Cuando llegaron a Huaca Rajada –la pirámide que estaba siendo profanada–, había más de 60 personas cavando. Tuvieron que disparar al aire para que la gente desalojase el lugar. Alva, su colaborador Lucho Chero, dos estudiantes y dos policías se hicieron fuertes en el sitio arqueológico. Todas las noches había tiroteos. Los huaqueros, instigados por los traficantes, atacaban el lugar. Era difícil hacerles comprender que, a pesar de estar en su pueblo, aquellos tesoros no les pertenecían; eran patrimonio de la humanidad.

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Deidad. Uno de los ídolos encontrado en la tumba del señor de Sipán.

Todo empezó por un conejo

En un recorrido de reconocimiento que realizaba la banda de Ernil Bernal observaron una madriguera horadada en una pared de adobe. Al construir su guarida, un ‘conejo arqueólogo’ había extraído unas bolitas de oro. Estaban perforadas; sin duda, eran las cuentas de un collar. Esa misma noche, los huaqueros comenzaron a excavar. Tres días más tarde llegaron a la cámara funeraria de una tumba. Las vigas de algarrobo con las que los mochicas sellaban los enterramientos habían conseguido que, pese al tiempo, el relleno no aplastara la sepultura. Los féretros enterrados hacía unos 1800 años estaban intactos.

La tumba está bajo una pirámide de adobe de 50 metros de altura. En construirla se emplearon más de 88 millones de ladrillos

En sucesivas noches, con sigilo para no despertar sospechas en la aldea, fueron extrayendo piezas de incalculable valor, pero finalmente los pobladores se enteraron y se presentaron en la pirámide. La banda no tuvo más remedio que dejarlos participar en el saqueo, aunque ya se habían llevado las piezas más importantes. Una noticia publicada en la prensa local sobre la venta de algunas de esas piezas por 80.000 dólares confirmó que el expolio había sido más grande de lo que se pensaba. La Policía regresó a la casa de los Bernal. En ese momento, Ernil llegaba con una furgoneta y se dio a la fuga. Al poco fue alcanzado por un disparo, que puso fin a su vida. Según otro integrante de la banda, Ernil venía del campo de esconder ocho sacos que contenían la mayor parte del botín. Desde entonces, la gente de Sipán sigue buscando los sacos del tesoro.

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Pectoral con forma de pulpo. Más de 600 piezas componían el ajuar funerario del señor de Sipán. Este pectoral de tentáculos de pulpo es una de ellas. Los moches fueron magníficos orfebres y utilizaron oro, plata y cobre que fundían y golpeaban hasta conseguir láminas, que luego decoraban.

Walter Alva y su equipo de arqueólogos optaron por seguir investigando en Huaca Rajada, y muy cerca de la tumba saqueada descubrieron otra de grandes dimensiones. La osamenta de un guerrero con los pies amputados era el presagio de un gran descubrimiento. Posiblemente se trataba del guardián del mausoleo, por eso le habían cortado los pies ritualmente: para que no abandonara la tumba. Siguieron excavando. Un mes más tarde se dio a conocer el descubrimiento del primer gobernante mochica recuperado para la historia. El enterramiento contenía un personaje principal cubierto de ornamentos y emblemas militares de oro, plata y piedras preciosas, al que se llamó ‘el señor de Sipán’. Junto a él, ocho osamentas de las personas que lo acompañaron en su viaje al inframundo atestiguaban su importancia. La noticia dio la vuelta al mundo. Se trataba de la tumba más rica de América.

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Adornos.Multitud de adornos forman parte del tesoro, como esta orejera de oro y turquesas que pertenecería al señor de Sipán.

Huaca Rajada está compuesta por dos pirámides y una plataforma. En Perú, las pirámides se construyeron con ladrillos de adobe. Se estima que en Huaca Rajada emplearon 88 millones de ladrillos. Meses más tarde de hallar al señor de Sipán se encontraron los enterramientos de un sacerdote y de otro gobernante al que se conoce como ‘el viejo señor de Sipán’. Hasta hoy se han descubierto 16 tumbas; todas, de personajes de la élite moche: gobernantes, sacerdotes y jefes militares.

Realizaban sacrificios humanos para aplacar a los dioses que les enviaban inundaciones cíclicas: el fenómeno del 'Niño'

La cultura moche, de 2000 años de antigüedad, alcanzó un gran desarrollo tecnológico. Construían sus edificios con técnicas antisísmicas; por medio de una red de canales convirtieron el desierto en un vergel, tenían una producción agrícola dos veces superior a las que se obtiene actualmente en la región; doraban el cobre por procedimientos de electrolisis, lo cual se consiguió en Europa a finales del siglo XVIII; soldaban los metales… y realizaban terribles sacrificios humanos. ¿Cómo es posible que una sociedad tan avanzada hiciese eso?

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Una fiel reconstrucción. Los exámenes de ADN han permitido definir el color de su piel, cabello, ojos y otros rasgos de la fisonomía del señor de Sipán. Era considerado un semidiós, mitad humano y mitad divino. Nadie podía mirarle a los ojos, en los rituales vestía un traje de placas de oro y encarnaba la entidad de Ai-Apaec, el dios decapitador, la máxima deidad del panteón moche.

La cosmovisión de los mochicas estaba relacionada con las venidas del fenómeno del Niño, que causaba y causa tremendos desastres. Es cíclico, pero errático. Llega en periodos de dos a doce años que producen inundaciones y avalanchas seguidos de periodos de sequía pertinaz. Los moches creían que lo enviaban los dioses. Los sacerdotes llegaron a predecirlo. Ante su venida ordenaban sacrificios humanos para aplacar la cólera divina. Las ejecuciones se realizaban en lo más alto de las pirámides. Degollaban, decapitaban, despeñaban, rompían las cabezas con grandes mazas, descuartizaban y a veces extirpaban el corazón en vivo.

Pero no fueron sus propios excesos los que acabaron con la cultura mochica entre el 600 y 700 después de Cristo. Aunque las causas no están muy claras, los expertos apuntan a que pudo ser debido a una sequía fuerte y prolongada –de unos 30 años– que tuvo lugar a finales del siglo VI, a la que siguió un periodo de inundaciones. Esto debilitó al pueblo moche, que finalmente fue invadido por el imperio de los huaris. Lo que hoy queda de ellos solo está al alcance de los arqueólogos... y los conejos.


El señor y su corte: ocho personas sacrificadas para acompañar al 'faraón'

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1. El vigía. En la capa más alta y dentro de una hornacina está el vigilante, encargado de avisar de la llegada de algún intruso. El enterramiento se cubrió con vigas de madera de algarrobo que aseguraban la cámara funeraria. Sobre ellas ponían el relleno de tierra y adobe.

2. La esposa. En la cabecera hay una mujer de 20 años, la esposa o la favorita del mandatario. En la cultura moche, la mujer podía tener poder, pero era inusual. Lo demostró el descubrimiento en 2004 de la dama de Cao, la única mujer gobernante que se ha encontrado.

3. Portaestandarte. El encargado de llevar los símbolos reales es una de las ocho personas sacrificadas para acompañar al señor de Sipán en su viaje al inframundo. En la cámara se encontraron más de 200 vasijas de diversas formas y representaciones.

4. El niño. Debajo del señor de Sipán se colocaron dos llamas y un niño, que le serviría de guía hasta el inframundo. El chico, de unos 10 años, podría ser su hijo. Junto al señor se encontraron más de 100 joyas de todo tipo: collares, pectorales, narigueras, cetros...

5. Señor de Sipán. En el centro de la tumba está el cuerpo del gobernante en un sarcófago de madera de algarrobo, el primero que se ha encontrado de este material. Lo normal eran ataúdes de caña brava. Tenía 40 años y medía 1,67 metros, alto para la época.

6. Mujeres. A sus pies están enterradas otras dos mujeres, una con una corona y otra con un pie amputado. No se sabe con certeza si eran sus esposas o sus concubinas. Los moches tenían una intensa y amplia vida sexual, que representaban en sus cerámicas.

7. El guardián de la tumba. A media altura situaron al guardián, a quien se amputaban los pies ritualmente para que no pudiese abandonar la tumba... ni muerto. En las tumbas importantes moche siempre hay uno o varios guardianes.

8. El perro. A los pies del jefe militar hay un perro peruano sin pelo, una especie propia de la zona que se usaba en ceremonias de culto a la divinidad lunar. Los ejemplares de color negro eran considerados «guías de las almas en su viaje al más allá».

9. Jefe militar. Sujeta un cetro y un cuchillo coronado por una pirámide invertida de oro, símbolo de poder. La sociedad moche estaba muy jerarquizada. El señor era un semidiós. Por debajo de él estaba la clase sacerdotal. Luego, los jefes militares.