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«Mis películas de terror favoritas» Lección de cine Álex de la Iglesia te invita a pasarlo de miedo

A Álex de la Iglesia le va el terror. Y desde pequeñito, cuando, con cuatro años, vio King Kong a escondidas de su padre. Le pedimos al director bilbaíno que nos diga cuáles son sus siete películas de terror predilectas y, además de acceder, nos regala una lección magistral (y terrorífica) sobre el género.

Miércoles, 08 de Febrero 2023

Tiempo de lectura: 8 min

El cine de terror te coloca en un lugar en el que no desearías estar jamás. Te rompe las bases fundamentales de tu mente, te cagas de miedo y, sin embargo, ¿por qué no te vas del cine?». Álex de la Iglesia vivió su primera experiencia con el terror siendo un chiquillo, asustado por el gorila más cinematográfico de la historia en la clandestina oscuridad del pasillo de su casa y, lejos de traumatizarse, pasar miedo ante una pantalla se convirtió en una especie de adicción. Su propio cine refleja esa inclinación hacia el exceso, la locura, lo imprevisible, la gente con problemas... Eso es justo lo que le atrae del género, como refleja en esta inquietante, perturbadora, espeluznante, demente y otros adjetivos pertinentes que ayudan a definir la selección de sus películas de terror favoritas. Toda una lección magistral sobre el género de la mano del director de Veneciafrenia (Prime Video) y El cuarto pasajero, sus dos últimas películas, y, ante todo, de un fan. Disfruten y recuerden, nada es lo que parece.


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La matanza de Texas (1974)

«Cuando la vi, me costó dormir»

«Impresionante. Es casi una película dadaísta, pero de terror. Revolucionó totalmente el género al introducir un elemento incontrolable: el psychokiller. La irrupción de Leatherface, abriendo una puerta y aplastándole la cabeza a un tipo con un martillo, nunca se olvida.  Aun así, la ultraviolencia no está significada, no hay un primerísimo plano del asunto como se hace ahora. Es como si el director dijera: 'Me da igual cómo se hunde el metal en la carne, lo importante es seguir al personaje a ver qué hace'. La locura, simplemente, parece inyectada en el propio guion, como si Tobe Hooper se limitara a seguir al psicópata con la cámara sin controlar qué hará a continuación. Da la sensación, de hecho, de que nada está preparado. Es la primera película en la que crees que va a morir todo el mundo. Cuando la vi, no podía dar crédito. Es un cine totalmente libre, pero aplicado al terror; hay una sensación de pura libertad, de que estoy rodando lo inesperado. Y eso hace que sea extraordinaria. Recuerdo que me costó dormir esa noche. Aunque después la he visto como 50 veces».


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King Kong (1933)

«Tuve que verla a escondidas»

«Fue la primera película que vi en mi vida. Tenía menos de cuatro años. La daban por la tele y mi padre me dijo: ‘Esta tú no la puedes ver, que es de terror’. Y yo: ‘¿Qué es ‘terror’?’. ‘Pues para pasar miedo, Álex’. Me dieron unas ganas locas de verla [se ríe]. La vi a escondidas desde el pasillo. La aparición del monstruo es un hito en la historia del cine, con aquella puerta gigante, la chica atada, los tambores, los árboles que se agitan, el retumbar de los tambores, la música de Max Steiner... ¡Inolvidable! Te obliga a imaginarte algo, te anticipa un monstruo inmenso. Y entonces aparece. Pasé un miedo cerval. Con King Kong surge el concepto de monstruo que te enloquece para siempre. Piensa que Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, los directores, eran cazadores que, además, estaban enamorados del fotograma a fotograma. Y, claro, así hicieron la locura que hicieron».


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El exorcista (1973)

«Te la crees, aunque seas ateo»

«Otro clásico que da un giro de 180 grados al género. No tiene piedad con el espectador. Por primera vez, una niña es el monstruo. Es un paso delicadísimo, ya que sientes terror ante un miembro de tu propia familia. ¡Que el monstruo puede ser tu hija, coño! Es una historia que rompe muchos tabúes. Rompe las bases fundamentales de tu coco, y en eso consiste el terror. Y luego ya cuando se muere Max von Sydow, que es el Superman de la religión, y después el padre Karras se tira por la ventana, es que ya dices: ‘¡Estamos perdidos! ¡No hay salida!’. El terror es total. La cinta es una locura, pero te la crees, incluso si eres ateo, porque trata conceptos que están en el subconsciente colectivo. Y eso de que el mal provenga de dos semidioses babilónicos: Pazuzu y Lamashtu... Joder, es que dices: ‘Esto es verdad, coño’».


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Posesión infernal (1981)

«Sólo para los que estamos muy pasados»

«El gran Sam Reimi nos ofreció aquí otra vuelta de tuerca al género, pero desde un punto de vista histriónico y loco. Con sus increíbles travelling​s subjetivos y su sentido macabro del humor, inaugura un tipo de cine que ya se sabe enfermo, porque coloca al espectador en el punto de vista del mal, que es algo inédito y narrativamente absurdo. ¿Cómo que yo tengo la visión del monstruo? ¿Cómo me va a dar miedo algo si soy yo el que acecha? No sé... Esta es una película para los que estamos ya muy pasados [se ríe]. De hecho, con esta peli nace el fenómeno fan aplicado al cine de terror porque se confirmó un grupo de gente que nos divertíamos con todo esto, llevábamos camisetas negras absurdas y nos encantaban las escenas truculentas. En esta hay varias maravillosas, como cuando una de las chicas le clava a otra un lápiz en el tobillo; la del desván, con aquel maquillaje terrorífico; cuando aparecen poseídas... Es que daba mucho miedo, pero, a la vez, era muy divertida. Y muchos años más tarde, por la época en que hice Crimen Ferpecto, fui a un festival de estos de fans en Burbank y allí estaban: ¡Las chicas de Posesión Infernal! Tenían ya como 50 años y estaban muy bien conservadas, pero eran tres señoras superentrañables, como de esas con las que tomar el té, solo que te firmaban las fotos de la película con ellas todas llenas de sangre».


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Alien: el octavo pasajero (1979)

«Tiene un componente sexual ultraviolento»

«Fue un éxito que cambió el rumbo del cine. De nuevo, otra ruptura brutal del género. El terror aquí está dentro de ti, en tu propio cuerpo. La amenaza siempre venía de fuera: un monstruo, un loco..., pero ¡un parásito gigante que, de repente, te revienta! Eso no se había visto. Y está muy bien contado. Primero con esa mezcla de langosta-araña que se le pega a John Hurt. Piensas: ‘¡Joder, la boca! Se le ha metido algo’. Y, después, cuando le sale el bicho de la tripa el cine entero se cagó encima: ¡Pero qué cojones ha pasado! Es una de las escenas más perturbadoras de la historia. Además, hay un componente sexual ultraviolento. ¡Es que le ha violado! Le ha metido un feto en el interior. Aunque no te atreves a pensarlo. Provoca un montón de pensamientos enfermos en el espectador. Y eso genera una incomodidad muy grande. Y, para colmo, ibas desprevenido, porque se suponía que era una de ciencia ficción, no de terror. Es una de las películas más terroríficas de la historia. Está rodada de maravilla, tiene un elenco impresionante que realmente lo están viviendo y hay una actriz, Veronica Cartwright, que nació para estar aterrorizada. Nadie ha expresado el terror como ella. La cara que pone cuando ve lo que está pasando te descompone. Te dices: ¡Joder!, que esto es verdad, que está ocurriendo'».


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La cosa (1982)

«Recibes una tralla de terror brutal»

«No se puede hablar de cine de terror sin mencionar al gran John Carpenter. Es un director terrorífico, que me apasiona, pero al que siempre han despreciado los ‘entendidos’. Ha hecho algunas de las películas con las que más feliz he sido, pese a que no tiene ninguna de esas que se consideran ‘buenas’. Todas tienen algún problema, algo de locura, pero no me pierdo una. Para mí todas son excelentes. Con Carpenter me empecé a plantear si esto de que hay cine bueno o malo es una impostura. Una mentira. Un montaje del cerebro. Y La cosa es una de mis favoritas, y eso que el argumento es parecido al de Alien, aunque esta tiene lugar en una estación en la Antártida. Ambas son, de hecho, revisiones de La cosa que hizo Howard Hawks en 1951. Imagino que cuando Carpenter vio el estreno de la película de Scott se llevaría un gran disgusto porque el éxito de Alien lo perjudicó mucho en taquilla y relevancia. Pero conviene verla, porque la tralla de terror que recibes es brutal».


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La parada de los monstruos (1932)

«Te empuja a un dilema moral muy serio»

«Es una película que me persigue desde pequeño, porque después de ver King Kong me volví un fanático del terror y empecé a comprar una revista llamada Famosos Monsters del Cine que te daban el muñeco de Kong, el ataúd del Drácula de Tod Browning... Y un día sacaron fotos de La parada de los monstruos, con el hombre tronco, los cabeza cono, el enano, la mujer gallina... y yo: 'Pero ¿esto qué es? ¿Quién ha hecho esto?'. Y entonces descubro que todos eran personas reales del circo de los monstruos de Connie Island. Aluciné. Y es una película ultramoderna. Entiendes por qué los freaks quieren vengarse, empatizas con el malo, y eso es algo a lo que pocos se atreven, incluso hoy. El público no quiere enfrentarse en el cine a las raíces de sus miedos. Quiere salir y decir: ‘Qué miedo he pasado’ y olvidarse. En cambio, esta película te empuja a un dilema moral muy serio: empatizar con el origen del mal. Es de una época en que no había censura y el cine tenía una libertad increíble. Piensa en las primeras de Tarzán, con Jane casi desnuda; o en las películas de gánsteres, que los propios criminales iban a ver y llamaban luego a James Cagney para felicitarlo...».


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Taxi driver (1976)

«No hay tanta diferencia entre el criminal y tú»

«Incluyo a Martin Scorsese en esta lista porque introdujo el conflicto moral en las películas mainstream sin que nos diéramos cuenta. Te pone en la piel del psicópata, entiendes al criminal; incluso te ríes con él y sientes el poderío del mal y la diversión que supone estar al otro lado, lo cual es algo muy perturbador, porque comprender al malo es pensar: 'Este tío es como yo, sólo que a él le han pinchado un poquito más'. Sientes que no hay tanta diferencia entre un criminal y tú y que la locura no está en el estallido final sino en el proceso previo. El primer y segundo acto te encaminan hacia la ultraviolencia del final. Pasas angustiado toda la película pensando: 'Pero ¡qué coño va a pasar aquí?'. Cuando al final ocurre es casi una liberación. Y te dices: 'Que nos mate a todos, que es lo que nos merecemos'. Coloca al espectador en una situación moralmente incomodísima».