«Ya no me importa que se caiga mi casa. Lo que me preocupa es la destrucción de mi familia»

El testimonio de Vicente Lucas es desgarrador. Este vecino del casco antiguo de Cocentaina lleva más de un mes sin poder dormir en su casa, y todo debido a la falta de mantenimiento de una vivienda aledaña a la suya. La pesadilla empezó para Lucas el pasado 8 de mayo, cuando las lluvias causaron desperfectos irreversibles en un vecino edificio. El inmueble en cuestión -ubicado en el número 7 de la calle Bisbe Mallol- llevaba años deshabitado y en ruinas. El precario estado de la vivienda facilitó su derrumbe tras el reciente temporal, algo que a la postre ha dañado estructuralmente la de Lucas.

“Ya no me importa que se caiga mi casa; del suelo no pasa. Lo que me preocupa es la destrucción de mi familia”. De sus palabras se desprende el grado de afección que la situación está teniendo en su vida personal, ya que hace mes y medio que él y su mujer no pueden hacer vida normal.

La casa de Lucas presenta a día de hoy un orificio de grandes dimensiones por el que se han colado enseres que su vecino (fallecido hace años) tenía acumulados. Este fortuito butrón también facilita la entrada de humedad, mosquitos e incluso ratas. Los daños se han ido expandiendo al resto de la casa, afectando (quien sabe si de manera irreversible) a sus cimientos y muros de carga.

Ante estas nulas condiciones de habitabilidad, Lucas y su mujer tuvieron que alojarse en casa de su hija durante unas dos semanas; una situación “insostenible”, tal y como él mismo reconoce. “La llegamos a sobrecargar con nuestros problemas. Nos poníamos a llorar por cualquier cosa, y claro, también le pasamos el drama a ella”.

Tras la estancia en casa de su hija, la pareja volvió a su vivienda, puesto que no había ninguna orden municipal que les contraviniera a hacerlo. “Tenía miedo de que alguien la pudiera ocupar. Ya que no había ninguna orden de desalojo, podrían haber dicho que yo la había abandonado”, señala Lucas.

Ese conato de vuelta a la normalidad acabó a los pocos días, tras los cuales tuvieron que volver a dejar la vivienda. “Era imposible dormir allí. Tenía pesadillas y no paraba de buscar grietas por toda la casa”. Desde entonces pernoctan en un hotel de la localidad; un alojamiento que les costea el Ayuntamiento.

“Suelo decir que estoy pasando una segunda luna de miel en una suite nupcial”, asegura irónicamente el contestano, y es que el humor parece ser uno de los mecanismos que tiene para lidiar con la dramática situación.

Cabe decir que la pesadilla de Lucas se acrecentó cuando el Ayuntamiento le notificó que su vivienda se encontraba en estado de fallo estructural. Le dijeron que tenía tres días para apuntalar la casa, y que si no era capaz de certificarlo, en diez días se la declaraban en estado de ruina. “Fue una puñalada. Lo vimos como una especie de castigo que, honestamente, creo que no nos merecemos”. Desde que recibiera aquella notificación, el contestano trabaja con el apoyo del Ayuntamiento para apuntalar la vivienda e intentar recuperar su vida.

A pesar de este empeño, cierta desesperanza se deja entrever en sus palabras. “Si alguien me ofreciera pagarme la hipoteca y otros 10.000 euros, le vendo la casa. Pero claro, ¿quién la va a querer en estas condiciones?”.

Toda esta situación está agravada por la actitud de los propietarios de la vivienda aledaña, que no están por la labor de hacerse cargo de la demolición del inmueble. Se trata de los herederos del último inquilino, el cual murió hace unos pocos años.

Esa falta de acción por parte de los titulares ha hecho que el Ayuntamiento vaya a demoler el inmueble por la vía subsidiaria. Fuentes municipales confirman que están tramitando esa orden, aunque las vicisitudes del expediente pueden hacer que el proceso se alargue más de lo deseado.

Lucas agradece la voluntariedad que está mostrando el Consistorio durante estos últimos días, pero denuncia que el inmueble vecino llevaba ya tiempo en ruinas. “No tendríamos que haber llegado a esta situación. Se debería haber actuado antes”. Al estado de ruina se suma una orden de embargo que tiene la vivienda desde el año 2014.

Todos estos condicionantes hacen que no haya ningún seguro que de momento se haga responsable de la reparación. “No encuentro ninguna ley que me ampare. Por el momento todo lo que tengo son obligaciones y responsabilidades como propietario”.

La situación de Lucas adopta tintes tragicómicos si se tiene en cuenta que hace apenas unos pocos meses había acometido cuantiosas reformas en su casa, especialmente en el tejado. Para ello había cumplido escrupulosamente la normativa municipal; escogiendo los materiales en consonancia con la estética del barrio, y pidiendo todos los permisos necesarios. "Yo cumplo las normas, y como resultado ahora tengo que pagar por la dejadez de otros".

Ante una cadena de acontecimientos que van agravando el problema, el constestano ni siquiera sabe a quién pedir responsabilidades. “Sigo sin saber quién es el responsable para decirle: escucha, has roto mi casa y mi vida; arréglame como mínimo mi casa y yo arreglaré mi vida”.

Debido a situaciones como la de Lucas, vecinos de Cocentaina han constituido recientemente una plataforma ciudadana para denunciar el estado de "abandono" institucional en que está sumido el casco antiguo del municipio.

Aseguran que "la dejadez, la suciedad, la inseguridad ciudadana, las ocupaciones y los robos se han apoderado del centro de Cocentaina". Es por ello que pretenden iniciar una vía de diálogo con la administración local para que esta emprenda la regeneración en el barrio. Su pretensión es impulsar un proyecto "serio, concreto y realista" para que el casco antiguo "sea un polo de atracción donde la gente tenga ganas de ir a vivir".

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