LA VERDAD
Lunes, 30 de noviembre 2015, 00:32
'Agua que nos une' es el título del nuevo libro de Manuel Buitrago, jefe de área de Local del diario 'La Verdad', que será presentado el próximo martes en Murcia. La obra es una crónica de los 34 años de historia del Sindicato Central de Regantes del Acueducto Tajo-Segura; una entidad única en su género que contribuyó a crear la agricultura moderna. El libro relata el esfuerzo de este colectivo para preservar una infraestructura que cambió la piel de la Región de Murcia, Alicante y Almería, y que trajo el milagro económico a sus tierras.
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La obra ofrece aspectos inéditos con un enfoque multidisciplinar en el que se entremezcla una parte novelada con otras de carácter jurídico e histórico, con el Sindicato de Regantes como columna vertebral. Las presidencias de José Joaquín García Yelo, Francisco del Amor y José Manuel Claver se han destacado por una lucha constante en la defensa de la principal obra hidráulica de España. El Sindicato ha convivido con todos los gobiernos de la democracia y ha conseguido preservar su independencia, como subraya Claver, para quien las críticas y ataques que recibe el Trasvase son fruto del desconocimiento de esta obra.
'Agua que nos une' es el cuarto libro de Manuel Buitrago, autor de 'Las dos orillas', 'La tribu del agua' y 'La lluvia del mar'. Cuenta con un epílogo excepcional de la mano y el ingenio de Manuel Sánchez Baena (MAN), autor del Tío Pencho. El prólogo está a cargo de Antonio Fanlo Loras, catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de La Rioja y una de las principales autoridades en Derecho de Aguas.
Los misterios de la cabecera
A continuación se reproducen extractos de uno de los capítulos, referido al vaciado de los embalses de la cabecera del Tajo justo cuando empezó a funcionar el Trasvase.
«Siempre se sintió atraído por la habilidad de los zahoríes para descubrir manantiales y por las expresiones atávicas del agua. No en vano coleccionaba cabañuelas y planos de acequias centenarias. Guardaba como oro en paño uno de los almanaques de su admirado don Diego de Torres y Villarroel. Tenía el personaje por consiguiente un toque de rareza que unido a su formación de ingeniero le daba el perfil apropiado para cumplir con la misión que le habían encomendado. Nuestro hombre, al que llamaremos Azul, recaló en el territorio del Segura para perfeccionar su teoría sobre la evaporación de las grandes masas de agua en las zonas semidesérticas de Europa. En pocos lugares como en Murcia se podía observar durante la mayor parte del año, con pasmo y nitidez, el fenómeno de 'llover para arriba'. Unos sesenta millones de metros cúbicos, equivalentes al consumo de 450.000 habitantes, se elevaban hacia las nubes cuando el calor ponía a hervir cualquier lámina de agua, desde el contenido de un cubo hasta el embalse del Cenajo. No era exagerado decir que entre julio y septiembre llovía más para arriba que para abajo en una cuenca que, de segura, tenía poco si se atendía a su debilitado régimen de aportaciones.
Azul tuvo que dejar a medio su entretenida investigación cuando fue requerido por una autoridad para indagar sobre otra cuestión que le atrajo de inmediato. Percibió un misterio por descifrar, aunque sin entusiasmarse más de la cuenta, no fuera que el enigma quedara al final desprovisto de toda intriga por mor de una mera orden administrativa de 35 años atrás. La nueva encomienda que atender, con varios interrogantes por descifrar, estaba relacionada con el Trasvase Tajo-Segura. Primero, ¿por qué se vaciaron los embalses de Entrepeñas y Buendía justo cuando empezó a funcionar el acueducto en el año 1979? ¿Quién dio la orden y cuáles fueron las consecuencias? Y segundo, ¿por qué no se llenaban ambos embalses? ¿Había alguna explicación geológica para ello, o se trataba del Efecto 80 que redujo las precipitaciones a partir de ese año como consecuencia del cambio climático? (...)
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Para la nueva encomienda, el Hombre Azul tuvo como punto de partida un acta del Sindicato Central de Regantes del Acueducto Tajo-Segura del año 1983. Fue la primera Memoria de esta institución, que estaba recién constituida para defender sus derechos sobre las aguas excedentarias de la cabecera del Tajo y administrar las dotaciones entre las múltiples comunidades que la integraban. Su primer presidente, José Joaquín García Yelo, se dirigió al director general de Obras Hidráulicas para que le explicara los motivos por los que Entrepeñas y Buendía tenían unos niveles tan bajos. En los cuatro primeros años de funcionamiento del acueducto se produjo un vaciado del llamado Mar de Castilla de unos 3.000 hectómetros. Todos para la cuenca del Tajo, río abajo. ¿Cómo fue posible? ¿Cómo se pasó de unas reservas de 1.882 hectómetros en el año 1979 a tan solo 542 hectómetros en 1982? (...)
¿Por qué no se llenaban los embalses de Entrepeñas y Buendía? Como se esperaba de ellos, cabría añadir. Fue la segunda cuestión que tuvo que descifrar Azul. Partía de un dato que engarzaba con la pesquisa anterior: antes se llenaban y ahora no. En los primeros veintidós años de vida de ambos pantanos, la media de aportaciones anuales rozó los 1.500 hectómetros. Luego llegó el Efecto 80, que dio mucho que hablar (...).
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