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Pilar M. Maciá
Domingo, 8 de enero 2017, 01:12
Un nuevo Año Jubilar en Caravaca de la Cruz y un nuevo camino para viajar hasta una de las siete ciudades santas con las que cuenta el orbe cristiano. Es el Camino de Levante, que une en esta ocasión Orihuela con Caravaca -en el 2010 se hizo otro que también partía de la Vega Baja y que en este caso la cruzaba desde Granja de Rocamora-. La peregrinación y lo religioso se convierten en una excusa para ponerse ante el hito que en el Puente de Levante da, a quien lo pretende seguir, las instrucciones del camino a recorrer en su primera etapa, que une a la capital histórica de la Vega Baja con la vecina Murcia -si se opta por hacerse a pie- en un recorrido a la orilla del Segura similar al que debió hacer el rey Jaime I hace ahora 736 años desde el Castillo de Orihuela para arrebatar Murcia a los mudéjares y sembrar la semilla cristiana que tan prolífica ha sido en estas tierras.
Orihuela-Murcia
Características
24 kilómetros. Seis horas a pie y en bicicleta 2,5.
Paisaje
Además de visitar monumentos en Orihuela el camino discurre paralelo al río y recomienda desviarse a ver espacios como Las Norias de Desamparados, varias ermitas de la huerta murciana y la Catedral de la capital regional.
Murcia-Alguazas
Características
26 kilómetros. A pie, 6,5 horas y en bicicleta 2,5.
Paisaje
Discurre en su mayoría por la huerta murciana, aunque el peregrino se desvía hacia la Vía Verde del Noroeste hasta Caravaca.
Alguazas-Mula
Características
26 kilómetros. A pie 6,5 horas y en bicicleta 2,5.
Paisaje
El camino discurre por el antiguo trazado ferroviario que cruza la zona conocida como 'badlands', un secano que muestra las huellas que el agua deja en la tierra. En su transcurso se superan varias ramblas y ríos como el Mula a través de antiguos viaductos. La llegada a Mula la preside, si el tiempo acompaña, el castillo.
Mula-Bullas
Características
21 kilómetros. 5 horas a pie y 2 en bicicleta.
Paisaje
Cambia de forma radical con respecto a la huerta. El monte se cierra y los viñedos presiden los campos cultivados, entremezclándose con frutales.
Bullas-Caravaca
Características
21 kilómetros. 5 horas a pie y 2 en bicicleta.
Paisaje
Es el tramo más montañoso y con mayores desniveles. Supera la localidad de Cehegín cuyo casco antiguo está declarado Conjunto Histórico-Artístico y tras un túnel se llega a Caravaca afrontando la última subida primero a la plaza del pueblo y después hasta el Santuario de la Vera Cruz.
Sendas antiguas y que recorrieron los miembros de las órdenes del Temple o de Santiago en una zona fronteriza donde los límites, con el paso del tiempo, se diluyen tal y como lo demuestra esta ruta levantina cargada de historia y que no solo discurre por la Región de Murcia.
El camino está jalonado de las señales que se han marcado para seguirlo y no perderse ni un rincón de lo que en él se puede encontrar aparte de río y campos de cultivo. Flechas en rojo carmesí con la cruz caravaqueña muestran la dirección y en algunos puntos cambian a color blanco para recomendar desviarse y visitar posibles lugares de interés como las ermitas de la cruz y San Antón en El Llano de Brujas o Las Norias Gemelas de Desamparados donde lamentablemente aparte de ver los edificios que se erigen en el antiguo cauce del río también hay multitud de basura.
La llegada a la capital murciana tiene una parada obligatoria en la Pasarela del Malecón desde donde se ve la torre de la Catedral, y una nueva señal recuerda que este camino arranca, y por qué no, también termina, en Orihuela. Las esculturas que temporalmente colocó el Ayuntamiento murciano en sus puentes siguen colgando de ellos y dan la bienvenida a quien discurre por el margen del río trapecistas, pescadores y caballos que han permanecido hasta la Navidad en su lugar, salvándose incluso de las fuertes lluvias de mitad del mes de diciembre -este reportaje se realizó los días 3, 4 y 5 de diciembre, antes del temporal-.
Río arriba continúa el recorrido y llegando a Molina de Segura, después de pasar los sinuosos meandros que hace el cauce a su paso, llega el momento de entroncar con la Vía Verde del Noroeste, antiguo trazado ferroviario que unía Murcia y Caravaca y que ahora igualmente las une a pie o en bicicleta. La segunda etapa a pie culmina en Alguazas, donde se realizan distintas obras para acondicionar la senda, y la tercera lleva al caminante a Mula. En el arranque de este tramo hasta Campos del Río la maquinaria en el camino revela que se está acondicionando en varias zonas de cara al Año Jubilar.
En esta zona el paisaje de huerta se queda atrás y el cambio es radical para discurrir por la zona conocida como 'badlands', un secano erosionado por el agua que se hace más patente a su paso por los antiguos viaductos que superan ramblas y ríos como el Mula que dan la bienvenida a sus conocidos baños y a las pedanías que abren camino a la ciudad coronada por una fortaleza de titularidad privada que se cae y por la que hay en marcha un movimiento en el pueblo que pretende recuperarla, tal y como se indica claramente en una pancarta situada en la casa consistorial y colgaduras en numerosos balcones.
Mula, como Orihuela, fue un enclave importante en la Edad Media y su esplendor se prolongó con el paso de los siglos. En su casco histórico se levantan varias iglesias y con la de San Miguel haciendo cara al Ayuntamiento, la Torre del Reloj que avisaba de las horas para regar el campo mira ahora hacia la Semana Santa. A sus pies un capirote espera, armado de buen tambor como es costumbre en la zona, a que le den el momento de empezar a tocar. La arquitectura barroca típica murciana se aprecia todavía en fachadas de viviendas, sobresaliendo la Casa Pintada que en la actualidad es sede de la Fundación Cristóbal Gabarrón, artista muleño que ha dejado su obra por todo el mundo y de la que se puede ver una pequeña muestra en esta antigua vivienda, recuperada pese a los intentos de echarla abajo para hacer pisos y que incluso fue víctima de un incendio hasta que la Región de Murcia se hizo con la propiedad.
Maquetas de esculturas que se puden ver levantadas en ciudades como Nueva York se acercan al visitante de una casa cuya arquitectura también es destacable, por lo que se visita el contenido pero también el continente en estancias como el salón principal o la antigua bodega donde las tinajas incrustadas en el suelo guardaron en su día aceite y cereales para consumo de la vivienda pero por la cantidad de recipientes que hay, también para la venta.
De Mula a Bullas entre los viñedos el otoño explota cuando casi debería estar llegando el invierno. Frutales de hojas amarillas cayéndose y árboles de hoja caduca que realizan alfombras de colores ocres en distintos lugares mezclados con yedras verdes dan al lugar un aspecto boscoso nada más pasar la pedanía del Niño de Mula, cuando la vía verde se adentra entre los campos que abocan en la localidad de Bullas.
Apenas unos kilómetros se dejan para la última etapa a pie hasta la misma capilla donde se venera la reliquia de la Vera Cruz en Caravaca, kilómetros que se hacen cortos con la vista de tanto que hay que mirar, del perfile del pueblo de Bullas al campo de nuevo para que en el horizonte aparezca Cehegín, un municipio cuyo casco antiguo está declarado Conjunto Histórico y al que apenas separa un túnel, muy transitado por cierto, de Caravaca de la Cruz. Allí pueden visitarse las ruinas de la antigua ciudad de Begastri, que llegó en su día a ser sede episcopal. La llegada obliga al peregrino a equilibrar sus fuerzas por las prisas para acceder a lo más alto de la población y las cuestas que hay que superar para hacerlo, la última, la que suben cada mes de mayo los mozos que guían a los Caballos del Vino cuyo museo y cuyas vestimentas son uno de los muchos atractivos con los que cuenta Caravaca de la Cruz, un lugar que centra su promoción en la reliquia del Lignum Crucis que se venera en su santuario desde el siglo XIV pero que vive abierta a sacar todo el partido que se pueda sobre todo de cara a los años jubilares que como en el resto de las ciudades que los tienen de forma perpetua, se celebran cada siete años.
En la meta se inicia el camino de vuelta. No se le ha dado quizá tanta publicidad como a la ida pero sin duda también merece la pena hacerlo no ya porque su punto y final sea Orihuela sino porque prácticamente sus cerca de 120 kilómetros se hacen cuesta abajo y se disfruta de otra perspectiva de pueblos y montes que es menos visible a la ida.
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