Otro Cabanyal es posible (y esta casa lo demuestra)
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La exitosa reconversión en vivienda adaptada a las necesidades actuales de una antigua edificación del barrio marítimoCASAS QUE HABLAN ·
La exitosa reconversión en vivienda adaptada a las necesidades actuales de una antigua edificación del barrio marítimoTambién puedes escuchar este artículo locutado por su autor, Jorge Alacid:
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En el corazón del antiguo barrio marinero de Valencia, en medio del conocido paisaje donde conviven solares desguazados, casas a punto de venirse abajo y otras edificaciones que mantienen su antiguo esplendor o ... han sido recuperadas para la causa, tropezarse con esta vivienda que Silvia ha convertido en su particular máquina de habitar tiene algo de anomalía pero también de reivindicación. Otro Cabanyal es posible, viene a gritar el edificio, que emplea a su inquilina como formidable altavoz. Porque Silvia no encuentra nada extraño en haberse instalado entre estas cuatro paredes que luego de una meticulosa reinvención (obra del equipo de arquitectos formado por Alberto Burgos y Teresa Carrau) se ha convertido en un encantador espacio, multifuncional. Porque es residencia y sirve por lo tanto para el objetivo principal de toda arquitectura doméstica; pero también porque es una manera de estar en el mundo. Defender los orígenes, las raíces de Silvia, que ha vivido siempre por el barrio, pero también de los antiguos habitantes de la casa, como se deduce de esta anécdota que relata con una sonrisa: «Yo creo mucho en las casualidades y resultó que el día en que estaba haciendo la mudanza, como tenía la puerta abierta entró una chica con unos amigos a quienes traía de visita para que vieran dónde había nacido ella: alucinaba cuando se encontró conmigo, estuv por aquí enseñando a sus amigos el hogar de su infancia, que era donde había vivido toda su familia durante muchos años». «Le prometí que la cuidaría como si fuera mía, porque de hecho lo es», sonríe de nuevo.
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Ese componente emocional que Silvia rescata de esa anécdota («Me dijo que era una familia de pescadores, como tantas otras por aquí») encarna el atributo fundamental que explica que ella viva ahora aquí, en este coqueto inmueble de planta baja, más una altura y azotea, donde encuentra lo que estaba buscando: un sitio inspirador, que fomente el espíritu creativo que ella atesora. De ahí que la rehabilitación del edificio incorporase aledaña otra pieza de estilizada arquitectura, construida en policarbonato: una estancia que se adhiere al cuerpo principal como una sugerente prótesis, que dota de mayor amplitud al conjunto y termina de comunicar los diversos mundos que aquí cohabitan. El vigoroso pasado que se manifiesta en todo su esplendor en las primorosas cerámicas que decoran las paredes y adornan los suelos, el presente que se percibe en la ingeniosa rehabilitación del conjunto y el porvenir que se anuncia en ese futuro taller donde una perspicaz distribución de los espacios (la casa tiene en total unos 110 metros cuadrados) permite un sutil diálogo entre los dos patios interiores que garantizan luz solar y que corra el aire: una bendición en estos días de sofocante verano, que invita a tomar la angosta escalera que conduce al ático.
Desde allí, desde la azotea, se divisa de nuevo la esencia del Cabanyal. El de toda la vida, el que pide una intervención más activa de la Administración, también el que languidece. Dice Silvia, amiga de reflexionar sobre los azares de la vida, que cuando le tocó este piso por sorteo municipal vio un guiño del destino. «Quería que fuera éste y sólo éste, de hecho no opté a ningún otro», confiesa. ¿Por qué? Tiene la respuesta preparada: «Porque tenía ese taller, mientras que las otras casas eran eso, solo casas». «Y porque estoy en una etapa de mi vida», añade, «en que un cambio te lleva a otro y pensé que habitar este tipo de casas debía ser como una obligación. Y también porque pienso que igual de obligatorio debería ser evitar que hubiera casas abandonadas».
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Jorge Alacid
Para corroborar que esa faceta artística que distingue a Silvia y le impulsó a hacerse con esta casa resiste a los avatares de la vida, una guitarra y un piano hacen compañía en la sala a la estantería donde saludan al visitante las pinturas y dibujos que nacen de su mano. El declinante sol de media tarde irrumpe en la luminosa habitación del piso de arriba, donde tiene su despacho, custodiado por dos balcones que cierran sendas puertas de hermosa madera de doble hoja mientras ella reflexiona en voz alta. «Yo creo que o existen las coincidencias en la vida», afirma. «Vi como algo muy simbólico que me tocara en el sorteo precisamente esta casa». Y un año después de su mudanza, convertida su casa en una referencia arquitectónica valenciana, asegura que sigue sin arrepentirse. «Sólo al principio me costó un poco adaptarme», confiesa. Fue un suspiro: porque Silvia se siente como en casa en el Cabanyal («Conozco el barrio perfectamente», asegura) y porque quiere despejar prejuicios al respecto de las etiquetas que sirven a menudo para catalogar a esta orilla de la Valencia marinera. «Siempre digo que Valencia tiene de todo y que en el Cabanyal no falta de nada», concluye. Moraleja final, recomendación a futuros interesados en plantarse en esta esquina de la ciudad: «Esto es vida«.
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