Una casa de cuarta generación en Torrent

CASAS QUE HABLAN ·

La feliz adaptación de una vivienda tradicional a las exigencias de confort contemporáneo sin renunciar a las raíces familiares

Jorge Alacid

Valencia

Jueves, 25 de agosto 2022, 00:46

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Una casa funciona como máquina de habitar según reclamaba Le Corbussier pero también opera en múltiples registros: algunas, como esta coqueta edificación en el corazón de Torrent, sirven como itinerario por la historia reciente ... de la arquitectura. Ayudan también a reflexionar sobre la tarea pendiente, y colectiva, de preservar esta clase de construcciones que tanto hablan sobre nuestro pasado y admiten además un debate adicional sobre cómo conseguir que convivan el ayer, el hoy y el mañana en unos cuantos metros cuadrados: cómo respetar las raíces con una discreta intervención que conecta la vivienda con las exigencias del presente.

Enclavada en la calle Gómez Ferrer, apenas a unos metros de su Mercado, la Torre y el Ayuntamiento, además del resto de edificios nobles de la localidad, la casa que ocupa el joven arquitecto Eduardo Baviera Llópez con el resto de su familia sorprende por su apariencia exterior, porque en realidad la fachada es una y doble, resultado de la fusión de la construcción original, datada hace más de un siglo, con una intervención posterior, fechada en los años 50 de la pasada centuria. Ahí reside uno de sus misterios: cómo se ensamblan dos construcciones de épocas distintas. Y ahí residía también uno de los retos que Eduardo, aliado con la arquitecta Teresa Carrau, tuvo que salvar para reconvertir el inmueble en su actual versión: proteger los elementos más valiosos sin perder de vista los nuevos usos que pretendía darle al edificio. Y un desafío más sutil: procurar que la vivienda siguiera custodiando un intangible, el espíritu genealógico que la distingue. Porque aquí han vivido cuatro generaciones de su familia y de ahí el meticuloso tacto con que debía guiarse el equipo de arquitectos.

El desenlace ha sido feliz. Hoy, el edificio proclama desde su exterior que no sólo es posible sino legítimo y adecuado respetar la arquitectura tradicional, de reconocida flexibilidad: en el interior, el estudio que ocupa el responsable de su intervención desmiente la fecha de construcción de la vivienda. Es un espacio polivalente, que exprime los 60 metros cuadrados de que dispone para dotarse de un programa muy completo. Sala, dormitorio y estudio, más baño y cocina y la joya de la corona: una encantadora terraza que no sólo resuelve el pulso entre pasado y presente de manera ingeniosa, sino que proporciona refrescantes momentos de asueto a toda la familia, que se reparte por las distintas plantas del edificio (consistente en baja más dos). En su vientre se asoma el patio interior que Baviera y Carrau respetaron para que la superficie útil fuera de verdad útil: porque a más luz, como dice Baviera, mayor utilidad.

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No es el único sugerente hallazgo que menciona mientras recorre con LAS PROVINCIAS su vivienda. En la planta baja, apunta hacia dos deliciosas reliquias del pasado donde se deposita el alma de la casa fundacional: unas espléndidas puertas de mobila y unos coquetos azulejos que honran a las raíces familiares y que se mantienen también a salvo en un lienzo de pared de la planta baja, la parte de la casa que ocupa su abuela, de primoroso suelo hidráulico. Fueron sus padres, los bisabuelos de Eduardo, quienes pusieron en pie esta edificación y son ahora sus descendientes quienes se distribuyen por el inmueble, que mantiene también intacta su deuda con la vivienda datada en los años 50 en forma de una curiosa decoración de pináculos, de aire escurialense, que recorren la fachada en su nivel superior. Otro elemento decorativo, un retablo en honor de Santo Tomás de Aquino, conecta el alma de la finca con sus antepasados: se trata de una pieza protegida, que contribuye al desiderátum que Eduardo se forjó mientras cavilaba cómo dar respuesta al encargo de conservar el alma familiar de la vivienda. «Se trataba de que no perdiera su identidad. Que mi abuela siguiera sintiendo que esta es su casa».

Prueba superada. Cuando nos acompaña al exterior para que observemos el óptimo estado de mantenimiento de las puertas de entrada, con la carpintería original en perfecto estado, Eduardo no deja de reflexionar en voz alta: «Para mí, ocupar esta casa es un privilegio». Una placentera experiencia, resume feliz. Doblemente feliz. Como ocupante del espacio y como corresponsable de la intervención, un modélico ejemplo de cómo la mejor arquitectura debería tender a pasar desapercibida si quiere cumplir con ese propósito múltiple: ejercer como máquina de habitar y añadir el vínculo histórico que atesora esta casa de Torrent y su conexión emocional con la familia que aquí se refugia desde hace cuatro generaciones.

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