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La vuelta a la normalidad siempre trae novedades a la ciudad. Y una de ellas se encuentra este otoño en el barrio de Campanar. En concreto, en los primeros números de la Avenida Maestro Rodrigo, casi en su desembocadura con el antiguo caude del ... río. Ahí, quienes no hayan pasado en estas últimas semanas por ese amplio paseo recordarán un alto bloque de edificios en ladrillo caravista, en tonos rojizos y marrones. Sin embargo, quienes lo han hecho en estos últimos días, se encuentran con la sorpresa de que el edificio ha mudado la piel. Algunos curiosos lo confunden con una obra nueva que creen que se ha levantado en tiempo récord. Pero lo cierto es que hay toda una historia detrás del edificio que ha cambiado el paisaje de este barrio con la remodelación de su fachada. Un vecindario marcado por el terrible incendio de febrero, que ha condicionado, en algunos momentos, la trayectoria de esta gran obra.
Empecemos por el principio. Desde hace años, los vecinos comenzaron a detectar desprendimientos de la fachada, grietas y la aparición de determinadas patologías de obra. Tras llevar a cabo un diagnóstico del edificio con profesionales, llegaron incluso a consultar con abogados, para tratar de reclamar la reparación a la promotora, como cuenta José Antonio Miguel, el presidente de la comunidad de vecinos. Así que optaron por arreglar todo lo necesario a pulmón, con una derrama. Al fin y al cabo, el edificio no podía continuar así.
Y de semejante problema se acabó haciendo cargo el estudio de arquitectura Gareid. El edificio tenía problemas en el revestimiento de la fachada y, además, no se adaptaba a la normativa del año en que fue construido. Así que tras numerosos percances, desprendimientos, grietas, fisuras e incluso humedades en las viviendas, se decidió actuar. Eso fue en 2021, pero el coste de la obra, sólo en las reparaciones, era altísimo. Así que se buscó una alternativa que hiciera que la obra no sólo solucionara el problema, sino que aportara algo más a los vecinos. Que les amortiguara el susto de la factura. Y ahí, la arquitecta responsable del estudio, Yasmina Eid-Macheh, propuso ampliar el proyecto para aprovechar las ayudas de fondos europeos para la mejora energética de los edificios. «Se aprovechó la oportunidad, pero para recibir la máxima subvención de la Unión Europea había que llegar a una mejora energética del 60%. Y la hemos superado». Así que se preparó un proyecto más ambicioso y completo que pudiera financiarse en parte importante con fondos Next Generation. Se presentó el proyecto a los vecinos, cuenta la arquitecta, se dieron los números de sólo los arreglos imprescindibles y de una reforma más integral del edificio, con cambios energéticos. Y ellos mismos vieron que compensaba ir un paso más allá. Tanto económicamente, como a nivel de prestaciones. «El precio compensaba por los ahorros futuros y por las mejoras que englobaba la ayuda europea».
Pero la cosa no fue tan sencilla. Los cuatro edificios en los que se divide la urbanización se gestionaban mediante tres comunidades de vecinos distintas (dos de viviendas y otra del aparcamiento), que se unificaron en una para poder llevar a cabo el proyecto en conjunto. «Fuimos unidos porque el problema era el mismo para todos. Y elegimos esa opción porque sólo el arreglo no era garantía de solución del problema. Además, nos salía casi igual si optábamos a la ayuda y lo hacíamos más grande, que si no», dice el presidente de la comunidad de vecinos.
Con la decisión tomada, se abordó la reestructuración integral, con la reparación de los daños y un cambio en la fachada y en los sistemas energéticos del edificio de cuatro torres. Una gran operación en los 8.000 metros cuadrados de fachada de las cuatro fincas que componen la comunidad de vecinos, además del interior de las viviendas, las zonas comunnes y las terrazas. Estas últimas semanas se ha descubierto la nueva fachada, con la retirada de los primeros andamios. Y su nueva piel ya causa sensación entre los que transitan por la avenida. De ser un edificio de ladrillo caravista, en tonos naranjas y marrones, ha pasado a ser un moderno complejo con placas porcelánicas blancas.
«Hemos hecho una actuación integral. Hemos apostado por una fachada ventilada y por las energías renovables», cuenta la arquitecta que ha dirigido el proyecto. Así, al aislamiento térmico de las casas se une el de las ventanas, con láminas que reflejan el sol y aislan la temperatura. Pero también la instalación de placas solares para iluminar las zonas comunes y un sistema de aerotermia para sustituir los aires acondicionados y calefacciones por un modelo más eficiente y más barato. El gas también ha desaparecido de toda la comunidad, por lo que se elimna directamente esa factura. La fachada, porcelánica, aisla la anterior con una capa de lana de roca.
Desde que comenzaron con la instalación de andamios y la obra, a finales de 2022 , los plazos se han tenido que ir cumpliendo escrupulosamente porque Europa es muy estricta con los proyectos que financia. Pero en febrero hubo un susto. En ese mes, ya con los primeros trabajos de revestimiento en marcha, se produjo el incendio en el edificio de Campanar, en la misma avenida que esta finca. Y hubo mucha confusión e incluso miedo porque el aislamiento de este proyecto se estaba realizando con lana de roca, uno de los materiales que en un principio se señaló como posible causa de la propagación del incendio. «Hubo miedo y confusión entre los vecinos uos días, porque vieron las noticias», cuenta la arquitecta. Se llegó incluso a hacer una reunión para explicarles que la intervención de sus viviendas no suponía ningún riesgo ni la situación era similar. De hecho, se llevó a certificar el material del revestimiento y se hicieron unas pruebas de fuego con los materiales exactos de este nuevo proyecto, en un laboratorio especializado. «Todo salió muy bien, porque quedó acreditado que este componente no propaga las llamas, porque viene directo del basalto«, cuenta Yasmina. «Nos pusimos en la piel de los vecinos y entendimos su preocupación, porque algunos tenían incluso familiares o conocidos en el edificio del incendio, pero quisimos tranquilizalos con datos». Y ese miedo quedó en una anécdota, porque la obra prosiguió con normalidad.
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Elísabeth Rodríguez
Ahora, las primeras caras de la fachada nueva han quedado ya a la vista de quienes pasean por la avenida. Una nueva cara que llama la atención por el cambio estético que supone. Pero para los vecinos, más allá del cambio de color, las modificaciones se notan ya dentro de sus casas y de sus bolsillos. La derrama no ha sido sencilla, porque la obra tenía un presupuesto elevadísimo. Así, de los casi 2,6 millones de euros que tiene de presupuesto, Bruselas ha aportado 1,14 millones de euros. Pero esos 1,4 millones de euros restantes se han tenido que afrontar entre los 55 vecinos, los propietarios de los bajos y los de los garajes. En total, entre 10.000 y 20.000 euros aproximadamente por inmueble, en función de los metros cuadrados de cada vivienda. Pero, en el interior de las casas ya se nota la obra. No sólo porque se han arreglado las deficiencias graves, sino porque se han climatizado mejor por el aislamiento, se han reducido los ruidos y se ha suprimido la factura del gas. «Las casas se han revalorizado ya», dice la arquitecta.
El caso de esta reforma se cuenta con los dedos de las manos en la ciudad, porque aunque cada vez más se construyen fachadas ventiladas, el cambio de una fachada a otra es todavía costoso y una decisión poco abordada. Pero, la obra final no estará acabada hasta 2025. Mientras, la UE sigue inspeccionando periódicamente que los fondos se estén empleando bien, como hasta ahora. «La gente está muy contenta. Ha merecido la pena», dice el presidente de los vecinos.
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