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Edificio de Telefónica, en la plaza del Ayuntamiento. Fundación Telefónica

El edificio que une Chicago con Valencia

La sede de Telefónica que ahora cambia de manos fue el primer inmueble de la ciudad erigido según el estilo arquitectónico nacido en la localidad norteamericana

Jorge Alacid

Valencia

Miércoles, 20 de diciembre 2023, 00:00

Dice el arquitecto Javier Domínguez, espléndido conocedor de la historia de la arquitectura en Valencia, que la torre de la plaza del Ayuntamiento donde ... Telefónica tuvo su sede durante largo tiempo milita en la estirpe de edificios vinculados al estilo racionalista propia de unas de las fachadas de ese céntrico enclave, porque la plaza opera según esa lectura, como una doble alma en el mismo cuerpo: hay una plaza consagrada a lo que llama con ironía estilo «monárquico» (esto es, el lenguaje casticista barroco) y otra plaza de aire «republicano», donde se encuadra el rascacielos (rascacielos entre paréntesis) de la compañía de comunicaciones... aunque en realidad se levantó durante el reinado de Alfonso XIII, a finales de los años 20. Si Domínguez la incluye en el léxico propio de la República es en atención a la modernidad de su factura, que remite en efecto al racionalismo, el lenguaje que triunfaría en toda España unos años después, según los códigos que dominaban por entonces en todo el mundo. Es un caso desde luego de arquitectura global, porque su linaje original se data en la lejana Chicago: la ciudad del estado de Illinois situada a más de 7.000 kilómetros de esta orilla del Turia, donde se fundó la escuela arquitectónica que lleva su nombre.

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Ahí reside el principal atributo de este interesante edificio que acaba de volver a la actualidad porque de las manos de Telefónica ha pasado a las de otro propietario que se dispone a convertir el bloque en un hotel de la cadena Marriot. Obra de los arquitectos Santiago Esteban de la Mora y Ignacio de Cárdenas Pastor, se trata de una adaptación a la mentalidad valenciana de ese estilo que nació en la lejana Chicago, como una respuesta radicalmente moderna a las exigencias constructivas del momento: una reacción a la necesidad de dotar de hogar a una larga serie de habitantes de aquella ciudad, destruida en su mayor parte por el célebre incendio de 1871 y carente de espacios apropiados para el despliegue de la arquitectura doméstica, porque a la catástrofe siguió una exagerada especulación con los terrenos. Así nace, de un modo darwinista, el estilo Chicago, que triunfó más tarde por todo Estados Unidos y terminó por aterrizar en Europa, España incluida.

Es desde luego el estilo en que la pareja de arquitectos que levantaron la sede de Telefónica de Valencia hicieron suyo y que se emparenta con otra de sus criaturas, de mayor monumentalidad pero apariencia semejante: la Telefónica de la Gran Vía madrileña. Su fisonomía en algo recuerda también a otras obras de Ignacio de Cárdenas (1898-1979), quien por cierto trabajó largo tiempo como arquitecto de Telefónica y dotó a las distintas sedes que construyó para la empresa de una imagen común. Su obra más conocida, al margen de la que facturó en Madrid para la compañía de teléfonos, se asemeja bastante a su edificio para Valencia: la llamada torre Bancaya, un rascacielos ubicado al final de la calle María de Molina en Madrid donde aún brilla el logotipo antiguo de Iberia, la vieja compañía aérea.

La historia del arquitecto, por cierto, sí que encaja bien bajo la etiqueta de republicano: alineado con el Gobierno de la República, De Cárdenas fue perseguido por el régimen de Franco y acabó exiliado en Francia. Un destino análogo al sufrido por su compañero Santiago Esteban de la Mora, quien también simpatizó con los ideales republicanos, fue igualmente perseguido por la dictadura y tuvo que huir a Rusia, Francia y Colombia, donde desarrollaría la parte central de su carrera. Volvió a España para fallecer en 1987 en Madrid, la ciudad donde había nacido en 1902 y donde firmó la escultura homenaje a Pablo Iglesias (el fundador del PSOE), que fue destruida durante la Guerra Civil. En Valencia, por cierto, dejó una segunda huella de su ingenio: otra sede para Telefónica, por supuesto. La ubicada en el Grao.

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Domínguez llama la atención sobre otro aspecto que también resaltan Arturo Cervellera, Andrés Giménez y Ángel Martínez, el trío de sobresalientes conocedores de la historia de Valencia que facilitan las fotos que acompañan estas líneas, propiedad de la Fundación Telefónica, cuya historia recogió el experto Armando Pilato en una publicación sobre las distintas sedes que ha tenido la compañía en la ciudad. El trío de investigadores alude a ese detalle que tampoco habrá pasado desapercibido a quienes observen esas imágenes: que en origen el edificio contaba con una torre central, derruida en 1961 «para incrementar su volumetría en dos plantas», como apunta Domínguez. A su juicio, el edificio, siendo de alto nivel, «representa una pieza discreta de un racionalismo que no tiene la calidad del Rialto», otra obra devota de ese mismo estilo y situada también en la plaza del Ayuntamiento.

Se trata de una opinión coincidente con la expresada por la Guía de Arquitectura de Valencia, que dedica unos párrafos a la descripción del edificio. Recuerda cómo los pináculos desaparecidos «le conferían un cierto carácter casticista», que congeniaba mal con el estilo dominante, rendido al funcionalismo propio de la arquitectura norteamericana. «El tratamiento igualitario de las plantas, con grandes ventanales que buscan la luz y la funcionalidad interior», señala la publicación, «y la falta de significación del acceso y la austeridad en la decoración son algunas de sus características». La Guía recoge la autorizada opinión de Trinidad Simó, la prestigiosa historiadora ya desaparecida, según la cual de los tres edificios que se ejecutan en ese periodo de tiempo en la entonces plaza de Emilio Castelar, para uso público y con carácter representativo (Ayuntamiento, Correos y la propia Telefónica), «este es el único que no acata la estética del conjunto, presentando así un carácter diferenciado». «No intenta ser grandilocuente, ni impositivo y se destaca de su entorno por la limpieza de líneas y por un cierto carácter antimonumentalista», anota Simó, para quien « de no haber sido por esta apuesta estilística», es posible que el edificio «hubiera pasado totalmente desapercibido».

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Para Trinidad Simó, como para otros autores, este hermoso edificio de estilo racionalista con elementos casticistas, en alusión a la decoración luego suprimida, enarbolaba un atributo por el que siempre será recordado en Valencia: haber acercado hasta nosotros la estética de los rascacielos de la llamada escuela de Chicago, «movimiento desconocido hasta entonces en nuestra ciudad». Una imagen que instaló esa nueva modernidad en un enclave tan céntrico y que hizo olvidar la antigua sede de la calle Embajador Vich. El edificio que entronizó en Valencia la idea racionalista, el estilo arquitectónico que asociamos con la España republicana... aunque se construyera bajo la monarquía y también bajo la dictadura, la de Primo de Rivera. Paradojas de la historia y de la arquitectura.

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