Las ciudades son sus gentes, pero también sus edificios. El skyline que diseña la arquitectura marca épocas. Desde la forma y altura en el que se construyen los bloques de viviendas o de oficinas a los materiales que imperan en cada momento. Nueva York son ... sus famosos rascacielos de principios del siglo XX, Amsterdam, sus fachadas de colores frente al canal y algunas capitales asiáticas sus modernos edificios luminosos. En el paisaje urbano de Valencia, sin duda, aparece la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el futurista complejo diseñado por Santiago Calatrava en el que el blanco viste todos los edificios. Un color que la ciudad, a nivel general, ha comenzado a implementar en todos los barrios de nueva construcción y en muchos de los edificios de obra nueva que se levantan hoy en día. Como lo eran hace años las fachadas de ladrillo caravista o, poco después, las plateadas que pintaron la postal de la avenida Cortes Valencianas. Pero, ¿por qué todos los nuevos edificios de Valencia son iguales o, al menos, tan parecidos?
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Sólo hay que darse un paseo por las nuevas manzanas surgidas en Turianova, Safranar, Nou Malilla, Campanar o Quatre Carreres para ver que el paisaje ha cambiado de color. Preguntamos a AQ Acenture, la promotora que se encargó de construir uno de los nuevos barrios surgidos alrededor del hospital La Fe, Turianova, donde ha aterrizado más de 2.000 familias, sobre esta nueva estética de las fachadas. Y Jorge Jiménez, director de arquitectura de la promotora lo tiene claro. «Una de las razones principales es la eficiencia energética y la sostenibilidad», dice. porque el color blanco refleja la luz sola y reduce la carga térmica en el interior de los edificios. Esto, puede acabar disminuyendo el uso del aire acondicionado en verano y, sobre todo, suponer un mayor ahorro energético y sostenibilidad ambiental. Pero también lo atribuye a la apariencia elegante y sofisticada que no pasa de moda.
Otros especialistas hablan de un efecto para las zonas comunes. Para Rut Cervero, product manager de Sto Ibérica esta gama de colores «minimiza la absorción de calor en las áreas públicas y contribuye a mejorar el bienestar en las zonas circundantes, reduciendo el efecto 'isla de calor' en la ciudad».
No sólo es la tendencia predominante en las nuevas construcciones, sino que el blanco y toda su gama también están presentes en las grandes rehabilitaciones. Lo hemos visto este otoño, con el cambio de la fachada y la instalación de aerotermia en las cuatro grandes torres del principio de la avenida Maestro Rodrigo. Yasmina Eid-Macheh, la arquitecta responsable de Estudio Gareid, detrás de la obra, asegura que pese a que cada arquitecto tiene un criterio distinto y emplea distintos colores en la edificación, la combinación de blanco y gris permite lllegar a un mayor público porque son tonos neutro, «sin estridencias, que armonizan con el resto de colores». Pero, aunque los colores sean similares, recuerda la arquitecta que hay un abanico enorme de materiales con distintas texturas y formas que pueden ayudar a distinguir construcciones. Con ellos se pueden crear volúmenes y espacios más serenos y en equilibrio que acaban por transmitir modernidad y elegancia frente a colores estridentes. «El blanco representa pureza y, además, refleja la luz solar y crea volúmenes. El gris no desentona, sino que da solidez». En esa rehabilitación, por ejemplo, se han usado elementos naturales en el porcelánico y se han instalado unas barandillas en tres tonos de verde que imitan a las enredaderas, para simular naturaleza y plantas en sus distintas fases de crecimiento.
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También en proyectos de rehabilitación de edificios más antiguos del centro se ha optado por estos tonos. Belén palao, arquitecta y consultora senior de clima y sostenibilidad de Arup, asegura que esta «unificación cromática» lleva sucediendo muchos años en el barrio del Carmen, Mercat, la Seu y en parte del Ensanche, donde las fachadas tenían típicamente tonos tierra y estos nuevos blancos poco tenían que ver con la identidad cromática de cada barrio.
Para Jorge Jiménez, de Aq Acentor, la armonización de colores en los edificios contribuye «a una mayor cohesión visual en el paisaje urbano, creando un entorno más ordenado y estéticamente agradable». Cree que la uniformidad en los colores puede ayudar a destacar otros elementos arquitectónicos y paisajísticos, creando un equilibrio visual en la ciudad. Y es que los colores neutros como el blanco y el gris ofrecen una base versátil que puede ser fácilmente complementada con otros materiales y colores en el diseño urbano, permitiendo a los arquitectos y diseñadores jugar con diferentes texturas y detalles sin que el conjunto pierda coherencia. Eso sí, reconoce que la elección de estos colores «responde a las preferencias del mercado, ya que los compradores y arrendatarios tienden a preferir colores neutros, que son más fáciles de personalizar y adaptar a sus gustos personales. Esto asegura que las propiedades sean más atractivas y competitivas en el mercado inmobiliario». Para la arquitecta Yasmina Eid-Macheh, con el uso extensivo de estos colores se corre el riesgo de crear sin riqueza visual. De uniformizar el paisaje o generar una sensación de exceso de serenidad en el skyline«. por eso ella es más partidaria de jugar con los matices. Eso sí, recuerda que el blanco no es algo novedoso, porque ya se usó en el modernismo.
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Para la arquitecta Belén Palao, cada época tiene su propia estética, con un carácter más o menos unificado que la define. «Suele ser por cuestiones de estilo, económicas que se ven influenciadas por una mayor oferta en el mercado, o la facilidad de suministro de determinados materiales, la tendencias y gustos del usuario final, la normativa vigente...», Echando la vista atrás, recuerda que hace unas décadas, prácticamente todas las fachadas eran de ladrillo caravista, y los motivos iban también en esa línea: un acabado que acortaba tiempos y era una solución más económica. Estos motivos siguen siendo aplicables a estas fachadas blancas y negras que vemos por toda la ciudad hoy. «Responde a ciertos criterios de sostenibilidad en cuanto a que se da la respuesta más eficiente posible en la relación entre prefabricación, modularidad y estandarización, tiempos de suministro y construcción, durabilidad y mantenimiento, y factores económicos. En cuanto a que responda a algún criterio de sostenibilidad, es cierto que el blanco es conocido por su capacidad para reflejar la luz solar, tan abundante en Valencia, ayudando a reducir el sobrecalentamiento de los interiores y el Efecto Isla de Calor, pero la motivación bioclimática es para mí más debatible ante la abundante ausencia de estrategias de protección solar exterior, priorización o minimización de huecos en determinadas orientaciones y otras estrategias que son igual de críticas.
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Y, con tanto barrio nuevo parecido en estética, la pregunta es obvia. ¿No corremos el riesgo de empobrecer el paisaje de las ciudades con esta armonización?
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«Si comparamos la estética de las promociones actuales, que incorporan elementos como terrazas y materiales y tonos neutros, vemos una mejora estética frente a las olas de ladrillo rojo que vivimos en los años del boom. La presencia de la arquitectura en estas nuevas promociones está más generalizada respecto a los años anteriores, y factores de carácter estético como la proporción y la relación entre huecos y terrazas han ganado en importancia. El diseño es subjetivo y siempre está sujeto a mejorar», explica Jorge jiménez, director de arquitectura de la promotora Aq Acentor. «En cualquier ciudad del mundo vemos la huella de las tendencias de cada época según avanzamos desde el centro hasta la periferia. Es un proceso natural de cada ciudad que brinda personalidad y las refiere a un contexto y periodo concreto».
Para la arquitecta Belén Palao, el riesgo a nivel de paisaje es claro. «Las ciudades se van convirtiendo en entornos sin personalidad ni interés, y ese telón de fondo blanco nos puede llegar a saturar. Y no sólo eso, sino que se pierde la identidad de tipología, como resultado de en una apariencia prácticamente idéntica entre edificios residenciales y otros dotacionales como son hospitales, hoteles o edificios públicos».
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«Robotiza mucho todo puede hacer que los edificios parezcan fotocopias de colore. Cuando cada edificio debería tratarse como un traje a medida», opina la arquitecta Yasmina Eid-Macheh.
Por contra, para Rut Cervero, aunque la uniformidad de colores puede parecer restrictiva, «también aporta cohesión visual y contribuye a un paisaje urbano moderno y atractivo. Sin embargo, para evitar la monotonía es esencial que cada edificio conserve su propia identidad mediante elementos arquitectónicos singulares».
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