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MANUEL GARCÍA
SAGUNTO
Martes, 8 de marzo 2022, 14:02
«Vivimos en un bucle de trabajo, familia y el día a día y no nos paramos realmente a veces a mirar lo que está pasando. Es como el cambio climático. Cada vez lo tenemos más cerca y no le prestamos la atención que merece».
Vicky Sevilla, propietaria del restaurante Arrels de Sagunto, que cuenta con una estrella Michelin, ha querido poner su pequeño grano de arena en ayudar a los millones de personas que lo están pasando mal.
Las primeras imágenes en televisión del estallido de la guerra en Ucrania tras la invasión rusa despertaron en ella la necesidad de colaborar con lo que esté en su mano: "Ves que empieza a ser algo real, que lo vemos más de cerca, empatizas pronto con esta situación y quieres colaborar".
Así, se le ocurrió hacerlo a través de la asociación New Gestion Food está promoviendo el envío de pañales y leche en polvo, además de ropa de invierno como abrigos, etcétera. Todo para conseguir ayudar en algo a quienes llevan viviendo unas semanas de pesadilla.
Así, están intentando que vecinos y colectivos donen lo que puedan para paliar como se pueda la tragedia que se está viviendo a no tanta distancia de nuestros hogares.
Tener un hijo de un año a quien tiene que cuidar hace que pueda surgir en Vicky más la parte emocional e identificarse con tantos y tantos niños que están sufriendo en medio del horror y del frío. También hace inviable por el momento que pueda plantearse irse para ayudar más de cerca y ha de hacerlo desde la distancia. Es consciente del trabajo que le ha costado llegar a conseguir lo que ha logrado en su carrera profesional y quiere, además, ayudar para mejorar una situación muy complicada para millones de personas.
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Cuando observa a su hijo de apenas un año dormido, tranquilo y ajeno aún a la maldad que se da en el planeta, no puede evitar tener un cierto sentimiento de temor ante todo lo que está sucediendo, "pero no sólo por él, por todos los niños. Esta guerra da miedo. Hay que tenerle respeto".
Desde su restaurante en la capital del Camp de Morvedre sigue trabajando a ese ritmo frenético del que muy pocas veces se descabalga y espera poder tener a su lado a profesionales de la hostelería procedentes de Ucrania que hayan perdido sus negocios o empleos, pero reconoce que es algo bastante complicado de lograr debido al caos generado por la guerra y la dificultad de coordinarse entre los diferentes países.
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