![Cupón Regalo Comercial de Valencia | Cupón Regalo Comercial, el bazar que con la libreta de cupones fraguó el ajuar de los valencianos en la finca de Hierro](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202202/07/media/cortadas/Cupon%202-RiDw1duSp8yO2TT2f72pc4M-1248x770@Las%20Provincias.jpg)
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Cupones pegados sobre una humilde 'libreta' para su posterior canje fraguaron el ajuar doméstico de buena parte de las familias valencianas entre el final de los cincuenta y los primeros años de la década de los ochenta del pasado siglo. ¿Se acuerda? Fue la emblemática tienda ... Cupón Regalo Comercial la que con el canje se coló con gran éxito en la vida de los valencianos trazando la trayectoria social de una ciudad y de los pueblos de la provincia. Por aquel gran bazar pasea LAS PROVINCIAS. Abrió sus puertas en la calle Marqués de Sotelo y con el tiempo pasó a ocupar un espacio que ha quedado grabado en la memoria colectiva casi como un templo: los bajos de la popular y personalísima finca de Hierro, nombre popular del Edificio Garcerán (Amadeo Garcerán), nombre del impulsor de la edificación en el número 3 de la calle Játiva y también del Cupón Regalo Comercial.
Bajo el mensaje 'Gratis. Todo para su hogar' impreso en las libretas, desde una Valencia que avanzaba en busca de la dignificación, la comodidad y la ingenua aspiración al lujo a bajo precio, aquella tienda estableció sucursales en Gandia, Alzira, Requena, Sagunto, Xàtiva, Alcoy, Dénia, Ontinyent y Elda cuando todavía el nombre de los pueblos se escribía en castellano.
Sembró los hogares valencianos de manteles de hule lisos o estampados, utillaje de limpieza del plástico triunfante en la época, baterías de cocina del exitoso acero inoxidable que puso fin a los desconchados de pucheros y cacerolas de porcelana. También vendió maletas y bolsos que más de un joven matrimonio utilizaría para el que quizás en tiempos aún distantes de la globalización, fuera el primero, y quién sabe si el único viaje de su vida: el de novios.
Era el establecimiento donde se canjeaban por el producto deseado las libretas en cuya cubierta se mostraba la imagen de la tienda en la finca de hierro y en el reverso, la de una sonriente mujer peinada con claro estilo de la época que mostraba el emblemático cupón blanco y rojo en el que aparecía impreso un león casi, o más popular, que los leones de las Cortes. El felino apoyaba la pata delantera izquierda sobre la letra 'A', ¿inicial de ahorro quizás?
En la tienda de la finca de Hierro trabajó Carmen Puig entre 1975 y 1980. Esta mujer, que fue dependienta y también cajera del Cupón Regalo Comercial, que vistió «un uniforme que era como un babero de colegio de rayas marrón y beige», mientras «los hombres llevaban chaquetilla azul», acompaña a LAS PROVINCIAS en la visita a la tienda. Echa mano de su rica memoria y habla del producto que se vendía, del éxito del establecimiento, y da detalles del canje, esencia de una firma que predicaba que «el ahorro es la base de la riqueza». Curioso mensaje con el que se animaba a consumir.
Los cupones y las libretas se obtenían por las compras en ultramarinos, droguerías u otros pequeños establecimientos de barrio en función del importe de las compras que allí se realizaban. Una vez rellenados los codiciados álbumes, «que en los primeros años tenían un valor total, completas, de 18 pesetas y al final de 36», el titular de los mismos se acercaba al establecimiento elegía el producto, cuyo importe podía satisfacer con el valor de los cupones, y si era necesario, completaba la cantidad en efectivo. «Se recaudaba muchísimo en metálico», explica Carmen. «Incluso en los últimos años sólo en una mañana se podían recaudar 100.000 pesetas», apunta.
Desde la cubierta de las libretas era el propio establecimiento el que invitaba a reclamar los cupones en los pequeños comercios a la voz de «¡Exíjalo siempre!». A esa llamada se unía la de las amas de casa que no olvidaban reclamar al tendero del barrio o del pueblo «los cupones o 'els cupons'». No cabe duda de que formaba parte del día a día de una sociedad. No pocos valencianos recordarán la tarde que se dedicaba a pegar los peculiares cromos en las libretas. Divertía a los pequeños y entretenía a los abuelos de la casa el ilusionante momento de humedecer sobre una esponja la goma de los cupones para adherirlos a aquel 'documento' de compra que salía de la «propia imprenta» del comercio donde «se reciclaban las libretas y los cupones una y otra vez». Ya ven, estaba todo inventado: los vales para el canje tan comunes ahora y el también hoy reivindicado reciclaje.
Con la libreta completada por su valor total, se estaba en condiciones de acudir a la tienda en busca de enseres para el hogar. «Había de todo», puntualiza Carmen Puig. Recuerda el gran éxito «de las baterías de acero inoxidable». También los platos, fuentes y vasos de Duralex de los que, seguro, alguna pieza todavía anda por casa ya sea transparente, verde o ámbar. Llegaron a las estanterías del Cupón Regalo Comercial «las vajillas Arcopal. Entonces, quien no tenía una no era nadie», explica la antigua trabajadora de la tienda, quien todavía no ha olvidado que de esas vajillas había varios modelos: «El azul blasón, el del estampado de margaritas y otro con flores rojas».
La oferta era amplísima. Cualquier cosa necesaria para montar una casa. La enumeración que ofrece Carmen muestra la variedad. A lo ya apuntado añade «los 'tapers', sección en la que trabajaba mi padre, bolsos de señora y las maletas de viaje para los novios». También vendían flores de plástico: «¡Pues no he hecho yo centros! Valían 144 pesetas», exclama Carmen Puig. «Había vajillas de loza corriente y otras mejores. Las de loza bonita costaban 3.000 pesetas». Y allí se podía adquirir también «un juego de güiski por 216 pesetas». Cuadros, escaleras, lámparas, «los manteles de hule y aquellos carros para servir, las camareras. Estaban muy bien enfocados hacia los productos de novedad». No faltaban planchas, batidoras, cafeteras, cuberterías, cristalerías... Tampoco se echaba en falta el amplio surtido de «utillaje de limpieza» que no pocos adquirían teniendo que recorrer después la calle cargados de cubo y fregona dando muestra indiscutible de haber pasado por el Cupón Regalo, uno de los comercios más populares de la Valencia de aquellos tiempos.
La afluencia de público era constante. La campaña de Navidad era la reina. «En esos días se llenaba tanto la tienda que la gente tenía que esperar», apunta Carmen Roig. Era tal el tirón de actividad, el esfuerzo que exigía, en torno a las fiestas que «aparte de la paga de Navidad nos daban cuatro días de fiesta».
OTRAS TIENDAS
Simbólico fue aquel comercio e icónica la construcción que lo acogió en la entonces calle Játiva, hoy Xàtiva. La finca de Hierro, que comenzó a levantarse en 1954, sobre el suelo de la antigua fundición Primitiva Valenciana, y que se terminó en 1962, abrazó el Cupón Regalo Comercial, modelo de negocio que contaba con el precedente en la ciudad de los cupones de Casa Planchadell, pero que alcanzó la gloria entre el público de la ciudad y el de más allá de las cruces. Ofreciendo servicio a la vida cotidian quedó inscrito en la hitoria de Valencia.
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