Secciones
Servicios
Destacamos
F. P. PUCHE
Sábado, 1 de abril 2023, 23:20
Bronca, tensiones políticas, lío municipal desde el minuto primero. Eso es lo que llama la atención de inmediato, cuando se expurga en los viejos periódicos la historia del proyecto de levantar un mercado nuevo en el Ensanche valenciano. En el año 1914, conservadores y liberales fueron a la greña durante unos meses, llevados, los segundos, por el ansia de llevar a cabo una obra que, sin duda alguna, iba a beneficiar la calidad de vida en el barrio burgués de principios del siglo XX, entonces en plena expansión. LAS PROVINCIAS, como tantas veces, hubo de poner paz en las bancadas municipales y encauzar el buen fin del proyecto. Que se inauguró en la Navidad de 1916 para dar lustre modernista a la ciudad, de la mano del arquitecto Francisco Mora.
Los liberales tenían prisa. Seguramente tenían intereses, también, en las construcciones que se estaban levantando en todo el barrio. Pero un mercado nuevo, moderno y grande, sin duda iba a ser el aliciente que necesitaba el Ensanche, el gancho para que, a su vera, nacieran estancos y ferreterías, pequeños talleres, colmados, cafés y tiendas de todo tipo. De paso, claro está, los seguidores de don Eduardo Dato tenían otro objetivo oculto: dejar bien claro que el nuevo mercado, el de Colón, se podía levantar en poco tiempo, no más de dos años, en duro contraste con el Mercado Central, que sesteaba en manos del Ayuntamiento conservador, sin presupuesto para los derribos ni para los cimientos, con las obras paradas durante años.
No era ajeno a ese deseo de vencer al Central el arquitecto Francisco Mora. Autor del palacio municipal para la Exposición de 1909, y también del nuevo Ayuntamiento que estaba en obras eternas, Mora había sido vencido por Soler y Guardia a la hora de proyectar el Mercado Central. Y si allí había presentado un proyecto neomudéjar que no ganó, aquí se entregó al modernismo gaudiniano de todo corazón dibujando un mercado de esqueleto metálico que parecía un doble arco triunfal, adornado de alusiones vegetales y alimentarias realizadas en cerámica.
El rey Alfonso empezó los derribos para el Mercado Central en 1910, pero el colosal centro comercial no puso su primera piedra hasta 1915; y no se inauguró hasta 1928. Los liberales del Ensanche, capitaneados por Francisco Blanquells como promotor de la idea, lograron levantar el mercado de Colón en menos de 30 meses. Pero antes... pasaron muchas cosas.
Los promotores, para empezar, gestionaron, y lograron, una nueva planificación del Ensanche para que el mercado pudiera nacer exento en una manzana propia. Pero llegado el 24 de marzo de 1914, Blanquells y los promotores escenificaron en el Ateneo Mercantil, sede de la Unión Gremial, una sonada sesión en la que pusieron tibio al alcalde conservador, José Maestre, en presencia de buen número de vecinos del barrio. Blanquells y su grupo iban sobre seguro. Afirmaban tener 600.000 pesetas reunidas para hacer frente a las obras. Y la emprendieron con el alcalde, al que llamaron de todo, incluso adusto y antipático. Y ello, por dos razones: porque no quiso acceder a la pretensión de la Junta Pro Mercado de controlar los ingresos futuros del establecimiento para pagar los gastos adelantados, y porque no quiso aceptar al contratista de las obras que los promotores imponían. La sesión fue borrascosa: los pocos que intervinieron a favor del alcalde conservador y su modelo de trabajo, fueron barridos por el ardor liberal, que suponía falta de valencianía a todo el que no se sumara al proyecto.
Tuvo que ser LAS PROVINCIAS, el 28 de marzo, el que deshiciera el entuerto. La firma F. Ll. nos lleva a la figura de Felicísimo Llorente, hermano del fundador del periódico y secretario de redacción, que puso sensatez y seriedad en el follón político. Porque, en defensa del alcalde, se permitió recordar que la ley prohibía enajenar en manos de terceros un ingreso municipal como el del mercado, del mismo modo que estaba prohibido contratar a un constructor, fuera liberal o conservador, que tuviera contraída con el Ayuntamiento una deuda de 200.000 pesetas, como éste tenía. Fue mano de santo: el artículo de Llorente se preguntó por qué, si tenían reunidas 600.000 pesetas para la obra, no saldaban la deuda del contratista o no empezaban los trabajos por su cuenta y riesgo.
Después de las dos subastas desiertas que levantaron el escándalo del Ateneo, las aguas se calmaron y la obra fue adjudicada a Ferrer Galiana el 3 de julio de 1914. Su rebaja de un 3,55% sobre la base de 535.563,77 pesetas propuesta, fue la plica ganadora. «Hoy mismo haré acopio de materiales para comenzar enseguida las obras», dijo el ganador, que el 14 de septiembre firmó el contrato ante notario. En octubre se empezaron a ver andamios y muy pronto se supo que el Mercado de Colón, para eludir complicaciones... cometía el error que muy pronto iba a cometer el Central cuando, en su primera fase de obras, renunció a abrir unos sótanos. Con todo, el 26 de abril de 1916, con las obras ya bastante adelantadas, los liberales valencianos presumieron de belleza y eficacia, de progreso, en suma, ante el conde de Romanones, el jefe de su partido.
El Mercado de Colón nació en la Nochebuena de 1916, rodeado de una cadena de celebraciones en las que Francisco Blanquells tiró la casa por la ventana. Los promotores, que editaron una revista desde el principio del proyecto, lograron que toda la prensa valenciana, y muchas revistas ilustradas de Barcelona y Madrid, se hicieran eco de la inauguración.
La cosa empezó con un concurso de belleza femenina que fue pionero en España. Se presentó al mismo Blanquita Suárez, una artista reconocida del cuplé picante, que enseguida se hizo dueña de las votaciones populares.
Hubo que cambiar de idea y retirar a Blanquita, para dar oportunidad a candidatas de los barrios. Y Elenita Durá fue la elegida para presidir unos festejos que tuvieron su punto central en la gran Cabalgata que recorrió el centro de la ciudad y el Ensanche, con carrozas que, como el propio mercado en su decoración, aludían a las frutas, las verduras, las carnes y los pescados. La fiesta se prolongó hasta los primeros días de 1917, cuando se celebró el bautizo de un niño de familia pobre nacido en el barrio de Ruzafa.
En cuanto a los vendedores del mercado, digamos que merecerían un reportaje especial. El aluvión de demandas de puestos de venta que el Ayuntamiento tuvo en el inicio, obligó a adjudicar las plazas por subasta al alza, con generosas recaudaciones. Aunque ello no impidió que, ya en el mes de enero, se oyeran lamentos sobre lo poco que estaban vendiendo... y se pidieran ayudas al Ayuntamiento.
Publicidad
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.