También puedes escuchar este artículo locutado por su autora, Laura Garcés:
Publicidad
El tazón de desayuno que le regalaron con motivo de su Primera Comunión y que aún conserva, aquel juego de fumador que llegó a la casa familiar antes que usted, fue obsequio de boda ... para sus padres. ¿Recuerda el 'detallito' de su bautizo y el de sus hermanos; sí, ese que su madre mantuvo toda la vida expuesto en la vitrina del comedor? ¿Y la medalla de plata que le acunó bajo la mirada del Niño o el Ángel de la Guarda? ¿Ese collar tan bonito? ¿Esos platos y esas tazas? Todo, y muchísimo más, es muy probable que saliera de la emblemática tienda, alimentada de larga tradición previa, a la que hoy le acompaña LAS PROVINCIAS: Regalos Momparler.
Un establecimiento de corte elegante, con escaparates de cristal curvo orlado con madera que ocupaba el bello chaflán, con bajo zócalo de mármol, de la calle Periodista Azzati con Convento San Francisco. Un clásico. Fue la casa con la que la ciudad se estrenó en la venta de regalos
-como decir de sueños- bajo ese rótulo histórico inscrito en la memoria colectiva. Fue la firma que nacida en 1870 acercó a la mesa de los valencianos vajillas de las porcelanas más exquisitas de Europa.
Isabel Momparler, bisnieta de Manuel Momparler Marco, fundador del proyecto que se convirtió en la emblemática tienda guía la visita a la casa por la que, asegura, «pasaron muchos actores y actrices». La proximidad de los teatros de la ciudad alimentó la entrada en Momparler de los grandes de la escena. «Me acuerdo de ver en la tienda a Quique San Francisco y también a Gemma Cuervo, que vino buscando un regalo para Alfonso del Real», señala Isabel. Pero la relación con quienes se subían a las tablas en Valencia venía de lejos: «Mi padre contaba que cuando llegaba Luis Mariano y entraba en la tienda, la gente se arremolinaba ante los escaparates para verle». El tenor se alojaba en el histórico Hotel Alhambra, vecino en el edificio propiedad de Momparler, y no eran infrecuentes las visitas a la tienda durante sus estancias en la ciudad del Turia.
Y mucho antes, en 1909, como recogió la prensa del momento, la mirada regia de Alfonso XIII ya se había detenido en el pabellón que la fábrica de cerámicas industriales Momparler -germen de la tienda- mostró en la Gran Exposición Regional. La visitaban y la miraban quienes pasaban por la ciudad. Pero sin duda fueron sus habitantes quienes la llenaron de vida al mismo tiempo que la casa contribuyó a escribir el relato de la de sus clientes. Microhistorias que regalo a regalo pasaban a formar parte de la cotidianidad de quien los recibía envueltos en papel verde con la firma impresa en dorado bajo las exigencias de una tipografía inclinada, símbolo de distinción.
Publicidad
Noticia Relacionada
Momparler se alió con las familias valencianas de la mano de las listas de boda que sirvieron a los hogares nacientes en la ciudad y sus dominios «aquellos juegos de fumador que ahora se ven como algo raro», recuerda Isabel, y también los juegos de tocador, un indispensable para cualquier ajuar que se preciara. Qué decir de las vajillas, delicados juegos de café y finas cristalerías con las que las mesas familiares se vestían para los mejores días. «Teníamos porcelana de Sèvres, Santa Clara, La Cartuja. También de las alemanas Rosenthal y Meissen», advierte la bisnieta del fundador de la firma para añadir después que no faltaban en sus escaparates los preciados platos, tazas y soperas con aquellas coloridas flores de la británica Royal Albert.
En tan alta presencia del prestigio de otras tierras estaba impreso el espíritu emprendedor de quien en 1870 se lanzó a la fabricación propia de cerámica industrial desde la calle Jesús convirtiéndose en «una de las primeras factorías que exportó sus productos a Estados Unidos». Desde siempre la salida al extranjero había sido marca de la casa, tanto que cuando ya en los años treinta del pasado siglo se encontraba en manos de la segunda generación -capitaneada por Manuel Momparler Aliaga- compaginó su primigenia actividad con la creación de los más variados diseños decorativos y se abrió a la importación de objetos de decoración que se servían desde cualquier lugar de Europa. Sin abandonar ese servicio a todo el continente, se abrió al público valenciano la tienda de Periodista Azzati. Cuenta Isabel Momparler que en la década de los cuarenta del pasado siglo, tal fue el volumen que alcanzaron las importaciones de mercancías que las «etiquetas con las que se identificaban los envíos desde las fábricas alemanas, italianas, checas u otros orígenes sólo indicaban dos términos: Momparler y España». Tan conocidos eran que con ello bastaba para llegar a los escaparates del céntrico establecimiento de la ciudad.
Publicidad
Fueron cambiando los tiempos y la emprendedora casa Momparler adaptándose a ellos. Cambiaron las costumbres, surgieron nuevas necesidades y fueron llegando las mencionadas listas de boda, y los regalos para la Primera Comunión como los portarretratos de «plata de Pedro Durán», recuerda Isabel al tiempo que habla de las «medallas para la cuna y la bisutería». Todo un mundo de regalos al que se sumaron los tradicionales detalles para personalizar los grandes acontecimientos. Y collares, pulseras, lámparas encantadoras, muñecas, costureros, muebles, espejos...
Un apasionante viaje por el que pasaron el fundador, su hijo, Manuel Momparler Aliaga, y el sucesor de éste, Juan Momparler Baviera. Después llegaron Isabel y Toya Momparler, dos hermanas que, tomando la antorcha de la casa, siguieron la trayectoria abriendo una segunda tienda junto al Mercado de Colón, un nuevo establecimiento que en los albores del siglo XXI se presentó con un rótulo renovado, ahora en rojo sobre crema y con la 'M' coronada. Las dos tiendas convivieron durante un tiempo. Llegó el día de cerrar. En Periodista Azzati bajaron las persianas en 2017. El establecimiento dejó las calles. Ahora disfruta de otra dimensión, la que estos tiempos han concedido al fenómeno comercial que conocemos como venta online. Está en manos de Isabel y Toya, bisnietas de Manuel Momparler Marco, el fundador de un proyecto que nació como fábrica de cerámica hasta convertirse en la tienda donde con seguridad se encontraba el regalo con el que dar en el clavo al entregarlo al destinatario. Quién le iba a decir a Manuel Momparler Marco, el inventor de los hornillos de carbón vegetal y los filtros de agua Pasteur, que en el siglo XXI su nombre navegaría por ese mar global e intangible, pero con gran peso específico, que se llama Internet.
Publicidad
Noticias Relacionadas
Laura Garcés
Laura Garcés
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La víctima del crimen de Viana recibió una veintena de puñaladas
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.