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Esther Brotons
Sábado, 31 de diciembre 2016, 01:03
«Cuando se muera este hombre, qué va a hacer Dios, se tendrá que apartar a la derecha. A mí Dios no me da de comer, me da Antonio». Ramón, que lleva cuatro años en el paro, habla así, con tanto elogio de Antonio Moya, presidente de la Asociación de Vecinos La Prosperidad de San Gabriel en Alicante. Están en el comedor social y los voluntarios sirven el segundo plato. De primero han tenido lentejas, además de la ensalada. En plenas fiestas de Navidad, el servicio está al completo de comensales sin hogar o que apenas tienen para pagar una habitación. Reciben menús gratis para calmar el hambre y la soledad.
Esta Nochebuena se cumplió el segundo aniversario de la apertura del comedor, gestionado por la asociación, y por el que ya han pasado un millar de personas. La demanda va en aumento y las necesidades de la entidad aprietan a pesar de que funcionan gracias a las aportaciones de empresas privadas, grandes supermercados y del Banco de Alicante. Un contratiempo les está dificultando el trabajo. «Hay otros gastos que nadie los ve y asume. El motor de la cámara frigorífica se ha roto y cuesta 4.500 euros que no tenemos. Tuvimos que tirar la mitad del congelado y ahora el problema es que no podemos recepcionar tanto. Si alguien nos llama para hacer un donativo solo podemos cogerlo si no es mucho porque no tenemos suficiente poder de frío, por lo que en poco tiempo habrá escasez», explica Moya mientras muestra las instalaciones y conversa con los usuarios.
Sobre las doce del mediodía abren las puertas del comedor social y hasta las tres de la tarde sirven un menú sin coste económico y, además, les entregan un bocadillo y un yogur para cenar. Excepto una mujer, todos son hombres. Entre ellos está Ramón y a su lado, sentado en la mesa, Julio José. «No somos unos pelagatos», dice el segundo, quien puntualiza que «soy encargado de obra vertical y titulado». Ramón también tiene un máster en psicología y desde hace cuatro años «estoy sin trabajar; encontrar algo es imposible». Comentan que al comedor llegan cada día más personas y que es el único sitio de Alicante donde dan gratis un plato caliente digno. «Aquí no te sientes tan solo», afirman. Estas fechas de Navidad son mucho más difíciles de sobrellevar. «Si cenas a las ocho y a las diez de la noche te tienes que ir a la calle en plena Nochebuena, pruébelo y verá cómo es. No se lo puede imaginar», comentan.
En este servicio de la asociación, que también tiene un dispensario de alimentos, colaboran entre doce y quince personas, además de penados que envía el Ministerio de Justicia para hacer trabajos a la comunidad. Para poder acceder, a los usuarios se les entrevista con el objetivo de evitar picarescas. «Hemos cogido a bastantes que llegaban con el ferry y se venían al comedor», apunta Moya.
A los que han estado en el Centro de Acogida e Inserción para Personas sin Hogar (CAI) se les hace directamente una ficha en recepción que les sirve para comer de lunes a viernes. «Al resto les preguntamos dónde duermen, cuál es su situación y si han estado en el CAI para que algunos vayan y pregunten antes», explica el presidente, quien se dirige a un joven que acaba de entrar en el comedor por primera vez. Pide un plato caliente. Procedente de Cuba aunque lleva nueve años en España, una amiga le ha ayudado y duerme en su casa.
«No tengo ni paro ni nada, me separé y perdí todo. Me recogió una amiga con mis dos maletas, pero no podrá ser por mucho tiempo», le explica. Acudió a la iglesia donde le dieron un bocadillo. Sufre de hernias discales, «estoy en lista de espera», y ha tenido que dormir dos días en la calle. «Es lo peor, te roban, la humedad...», recuerda. Moya le hace la ficha. «La situación no mejora y se puede comprobar que tenemos a más gente», insiste.
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