PPLL
Domingo, 19 de febrero 2017, 21:46
Jueves. Hotel Palau de la Mar de Valencia. La plana mayor del IVI y de la norteamericana RMANJ llegan a una rueda de prensa abarrotaba de medios. Antonio Pellicer (Gandia, 1955) se sienta a la mesa. Empuja un vaso y lo rompe en pedazos. «¡Hostia!», suelta Toni. Y sonríe. «Es todo espontaneidad. A veces un poco burro. Le encanta reírse de sí mismo». Así lo describen quienes mejor lo conocen, sus hijos (tiene cuatro; tres de su primera esposa, Rosa Castellví, baronesa de Torres-Torres; la última, Sofía, con casi un año y fruto de su matrimonio con Daniela Galiano, directora de IVI Roma). Con la misma naturalidad con que responde a los pacientes que se encuentra en la calle y que le dicen a sus niños 'mira, este es vuestro papá'. «¡Tu padre es el que te paga el colegio!», responde él. O que recibe cada año nísperos de un matrimonio de Callosa. O que manda a pacientes italianas (ahora vive en Roma, donde piensa en ponerle «botifarreta» a la pizza, que de tomate y queso «es muy aburrida») a dar siete vueltas en la Basílica de los Desamparados como parte del tratamiento.
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Se crío entre batas y no es un tópico. En Gandia, la clínica Pellicer fue una institución durante 40 años. Allí Antonio Pellicer padre ayudó a nacer a «millares de gandienses». Y allí Toni 'mamó' pasión por su profesión y por su pueblo, entre carreras con sus hermanos por el Palau Ducal, ceremonias en la Colegiata y paseos por la calle Mayor de la mano de Adelina, su madre.
Se mantiene en forma con la bicicleta y la natación. Está «muy orgulloso de su paella», dicen sus hijos. Un 'defecto': es del Valencia... y del Real Madrid. Acérrimo madrugador es «impulsivo, metódico y más dado a proyectos científicos», destaca la directora de IVI Valencia. Cuando manda un mail, si en unas horas no has contestado, «te llama a ver si te ha pasado algo». Disciplinado y entregado a su trabajo hasta en los viajes familiares; en el avión sacaba un artículo científico para leer o corregir mientras sus hijos se volcaban en la peli. Su garaje (o el de Pepe), donde guarda su BMW serie 6, ha acogido no pocas fiestas del IVI.
No sólo los que están bajo su 'paraguas' los ensalzan. Dulce Iborra ya dejó la comunicación de la firma. «Me molesta los que hablan del IVI como 'pelotazo'. Un pelotazo lo pega el que compra un edificio por 200.000 euros y vende por 2 millones. Ellos han construido con tiempo, inteligencia y ciencia una compañía en la que trabajan dos millares de personas y da soluciones a millones de mujeres en el mundo para ser madres».
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