Diferentes participantes del proyecto Rebrot, enfocado a la agricultura ecológica solidaria. Arian Mehta

El abismo fuera de la cárcel

Los retos de la reinserción. Cada año 2.800 personas se enfrentan en la Comunitat al shock de la excarcelación con la limitación de la falta de recursos públicos

Sábado, 5 de agosto 2023, 00:31

Una media de 2.800 presos alcanzan la libertad cada año en la Comunitat Valenciana. Y el hecho de cruzar la puerta de salida de la cárcel no siempre es sinónimo de alivio o felicidad. Se asoman a un abismo habitual en estos casos. Cuando ... los reclusos pisan la calle, se abre para ellos una etapa de vértigo, incertidumbre y, en numerosos casos, inadaptación. La falta de recursos y de vínculos emocionales puede suponer una losa que conduce al fracaso. El proceso de reinserción no resulta sencillo. Transformación de la sociedad, situación laboral, alojamiento, entorno familiar, tratamientos médicos… Hay diversas circunstancias que ponen a prueba la capacidad de los internos para volverse a integrar en la comunidad. Y ahí juegan un papel clave las ONGs, que tratan de dar sentido a la vuelta a la luz mientras lamentan las lagunas en la administración pública.

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«El factor humano es muy importante. Quién es la persona. Es decir, quién era antes de entrar en prisión y cómo se va a volver a conocer cuando salga», advierte Cristina Sanchis, psicóloga que encadena 14 años trabajando con reclusos dentro de prisión y tras obtener la libertad. Forma parte de Àmbit, una de las ONGs que cobran protagonismo en el centro penitenciario de Picassent. «Los años que ha estado dentro, el acceso que ha tenido a actividades formativas o laborales, el acceso que ha tenido a los servicios de salud, el apoyo social... Eso va a ser muy importante. Si al salir ha perdido vínculos familiares, ha perdido la posibilidad de continuar con una vida laboral o tiene que reinventarse, eso va a influenciarle muchísimo, porque implica una pérdida en el sentido de la identidad, del yo», añade.

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El escenario que se encuentran los internos cuando obtienen la excarcelación puede llegar a sobrepasarles. «Es una cierta desesperanza por cómo van a volver a reconstruir su proyecto vital. Y la dificultad para acceder a una vivienda y garantizar unos ingresos mínimos que les permitan vivir con dignidad o recuperar los lazos con familiares cercanos les puede llegar a superar mucho. Los primeros días son un 'impasse'. Es durante el primer mes cuando empiezan a tocar una realidad que va muchísimo más rápido que el ritmo que necesitan», comenta Sanchis. La ayuda psicológica resulta trascendental, aunque la fórmula para reducir riesgos pasa por «un acompañamiento integral y multidisciplinar».

Entra en acción la COEP, Coordinadora de Organizaciones del Entorno Penitenciario de la Comunidad Valenciana. Se creó en el año 2000, aunque durante los últimos meses ha dado un paso adelante para ganar presencia y peso. 16 ONGs forman un conglomerado para favorecer el trabajo en red en Picassent. Son entidades especializadas en distintos campos y sensibilizadas con la reinserción sociolaboral, la salud mental, el acogimiento, los derechos de los inmigrantes y de la juventud, las adicciones, la salud sexual… Una asistencia que se lleva a cabo tanto dentro como fuera de la cárcel.

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«El primer mes tocan una realidad que va muchísimo más rápido que el ritmo que necesitan», advierte la psicóloga Cristina Sanchis

Según los últimos datos recogidos por Instituciones Penitenciaras, en la Comunitat Valenciana hay 6.488 presos: 5.875 hombres y 613 mujeres. Entre ellos ya no figura Rolando Justo González, conocido como Roli. Llega a su cita frente al Museo Príncipe Felipe conduciendo un patinete eléctrico. Llamativas gafas de sol y amplia sonrisa. Transmite energía, vigor. Después de casi cinco años cumpliendo condena en Picassent por un delito de robo, este cubano se encuentra en libertad desde septiembre y se ha propuesto hacer borrón y cuenta nueva en su vida. Pendiente de regularizar su documentación, está trabajando sin contrato en el mundo de la hostelería y esperando el nacimiento de su segundo hijo.

Roli, de 41 años, se apoyó en la Pastoral Penitenciaria del Arzobispado de Valencia, la acción de la Iglesia con los presos de Picassent. Un respaldo que le permitió superar obstáculos de todo tipo, principalmente espirituales. Aun así, no duda a la hora de calificar con una palabra el sentimiento que se tiene al abandonar la prisión: «Es miedo. No sabes qué hacer. Es un cambio brusco tanto entrar como salir. Te da miedo, pero luego son barreras que tienes que romper con tu mentalidad. Tienes que seguir adelante».

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Roli cuenta su historia tras salir de prisión. Jesús Signes

Cristina Sanchis se introduce en la mente de los reclusos. «Al salir, la sensación es como de perplejidad. Tanto en la entrada en prisión como en la salida, todo va a suponer una crisis. Hasta que la persona esté estabilizada, va a ser muy complicado, porque son situaciones muy extraordinarias en la vida, conflictos muy fuertes. Va a ser necesaria una atención en crisis y un acompañamiento viendo las necesidades que va teniendo la persona poco a poco. Y es fundamental ir facilitando el acceso a los servicios sanitarios y sociales e ir clarificando todo el tema jurídico», señala la psicóloga. Incluso puede producirse un bloqueo: «Hay veces que en la persona caen todas las capacidades de atención, concentración y comunicación y le resulta muy complicado solventar su situación jurídica».

Roli considera que, más allá de las entidades que se esfuerzan por allanar el camino de la libertad, la sociedad no está diseñada para la reinserción de los reclusos. «Faltan personas que hagan esta labor de preocuparse, de llegar a esas personas que te necesitan. Faltan muchos medios, muchos voluntarios. Falta mucha ayuda. Ya hay, pero la sociedad no debería limitarse a eso. Debería haber muchos centros sociales», añade el cubano, incidiendo en los cursos.

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Amoldarse a la realidad exterior se convierte en todo un desafío para los presos que han cumplido largas condenas. «Uno se reinserta si la sociedad quiere acogerlo y reinsertarlo. No estamos dispuestos a meter en nuestros espacios a gente que ha estado en prisión y esto genera un estigma complicado para todos ellos. El campo de la reinserción, para la gente que no tiene un entorno familiar y social muy estructurado, es muy complicado. Y la Administración ayuda muy poco. Como son presos, están un poco al margen», explica Víctor Aguado, director de la Pastoral Penitenciaria de Valencia. Y lamenta «el bajo porcentaje» de personas que logran una reintegración satisfactoria. «La Administración a nivel local creo que no es conocedora de las necesidades que tiene la gente que sale del mundo penitenciario. Y es gente que tiene que volver a vivir en sociedad. Hay un recurso que es la excarcelación, que se limita a los 400 y pico euros, pero estás uno o dos meses hasta que la cobras. Y en ese tiempo previo igual no tienes casa, no tienes dónde comer, ni un techo, ni cómo vivir. No es que no se preocupen. Los sistemas están establecidos, pero se tarda en gestionarlos», añade.

Àmbit se presenta como una entidad especializada en reclusos con problemas de salud mental. Su director, Javier Vilalta, hace hincapié en las limitaciones existentes. «El primer problema que hay es del sistema. Es un sistema que no pone recursos dirigidos a la recuperación o a la reinserción. El 85 por ciento de las labores de reinserción las hacemos las ONGs porque la administración pública estatal ha hecho una dejación de funciones», advierte el jurista. En la misma línea se pronuncia Aguado: «Dentro hay psicólogos, pero con una población de 2.000 y pico internos los psicólogos no dan abasto. Se genera un programa individual de tratamiento para cada uno pero luego no se ejecuta porque no hay medios. La estructura está bien hecha, pero luego la operativa no es la que tendría que ser y no se llega a donde se tiene que llegar. Y eso es lo que intentamos cubrir con la COEP, esos vacíos operativos que pueda haber».

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Roli está en libertad desde septiembre: «No sabes qué hacer. Es un cambio brusco tanto entrar como salir. Te da miedo»

Vilalta pone sobre la mesa una cifra contundente: «Más del 40 por ciento de las personas que está en prisión tiene problemas de salud mental. El aislamiento genera una perturbación en la mente humana. Hay mucha gente que entra en la prisión y acaba generando un problema de salud mental».

Una incidencia refrendada por Cristina Sanchis. «La dificultad para acceder a ciertos servicios básicos va a suponer una experiencia traumática. Muchas veces los problemas que engloba la psicosis suelen dar síntomas a partir de una pérdida de vínculos. Si antes de entrar a prisión la persona tenía unos vínculos estables, puede ser que una sintomatología empiece a manifestarse cuando entra en prisión al perder la referencia del hogar y el entorno», resalta la psicóloga.

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Tras la excarcelación, llega la hora de realizar ajustes en la vida diaria. «Es fundamental que haya una buena detección y continuar con los cuidados una vez sale, para que dentro de la adaptación a un entorno social nuevo haya una cierta posibilidad de estabilización de síntomas. Que haya una supervisión y un acompañamiento a toda la adaptación que va a vivir a nivel de sueño, de relaciones y de actividad. Puede haber una sintomatología que se confunda con algo depresivo, pero es que están viviendo una nueva reestructuración del proceso vital», agrega Sanchis.

Entre rejas, Roli reflexionó. Una catarsis. Y también aprovechó el tiempo para formarse en algunos campos. «Cuando uno ha estado en prisión, hay puertas que se cierran. Lógicamente, hay personas que te dan la espalda, hay personas que no quieren saber de ti. Claro, te ven como un delincuente, un marginado, una persona que ha perdido el rumbo, que no tiene futuro. Pero muy lejos de eso, está la realidad. Uno vuelve a la vida. Y con apoyo, terapias, cursos y ayuda profesional, uno regresa y se siente bien. En mi caso esto es una experiencia que ha pasado y no volverá a suceder. Pero sí hay muchas personas que no tienen ese apoyo, que se encuentran en una situación marginada, y prefieren estar en la cárcel, donde tienen comida, ropa, calzado, sitio donde dormir... A mí, gracias a Dios, se me han abierto otras puertas y las estoy aprovechando bastante bien».

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Vilalta analiza este desafío: «Conocemos muchos casos en que les produce un miedo atroz salir al exterior». ¿El origen de ese temor? «Encontrarte en una situación de calle y no saber a dónde ir, que la gente te mire, que la gente te ignore, no saber cómo funciona la sociedad, no saber cómo coger un autobús... Hay una situación de crisis. Conocemos casos de gente que, sabiendo que robando un bollo de un supermercado puede volver a prisión, prefiere volver a prisión que estar en una situación de calle y pasarlo mal. La gente no quiere estar en la calle. La gente quiere vivir bajo un techo, tener una casa, ducharse… Hay mucha gente que acaba en el sinhogarismo», añade.

LOS DATOS

  • Reincidencia. Según Instituciones Penitenciarias, la tasa de reincidencia se sitúa en un 19,98 por ciento.

  • ONGs. Àmbit destaca que, con un acompañamiento profesional y multidisciplinar, la reincidencia baja al 1 por ciento.

  • Terapia psicológica. Más del 40 por ciento de las personas que está en prisión tiene problemas de salud mental.

Según las estadísticas proporcionadas por la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias, la tasa de reincidencia se sitúa en un 19,98 por ciento. Para llevar a cabo el informe, se realizó un seguimiento de las 19.909 personas que fueron excarceladas en España en 2009 y se recogieron los datos durante un plazo que terminó en 2019. En este período, 3.978 personas volvieron a prisión al cometer alguna actividad delictiva. De estas, algo más de la mitad, un 53,01 por ciento, lo hicieron a lo largo de los tres primeros años posteriores a la obtención de la libertad.

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Roli analiza el impacto que puede provocar la excarcelación, aunque lanza un mensaje esperanzador. Él, quien trató de rentabilizar el tiempo dentro de prisión, ha hallado pilares que le han ayudado a acoplarse. «Puede haber esa sensación de que tú sabes que ya has salido de la cárcel y tienes ese miedo a que a lo mejor puedas ser señalado por eso. Ese miedo a que a que la gente te pueda estigmatizar y etiquetar puede llevar a una persona a sentirse observada, controlada, cuestionada por la calle», comenta el cubano. Sin embargo, cree en las oportunidades: «Hay personas que te ven de una determinada forma porque no te conocen o porque no saben lo que te llevó a esa situación. Pero hay otras personas que están esperando que llegues a ellas, que les pidas».

Arian Mehta

Enrique Sala, técnico de proyectos de Àmbit, es al mismo tiempo el secretario técnico de la COEP. Y subraya el salto protagonizado por esta coordinadora. «En el último año se ha dado un impulso al trabajo para intentar darle un refuerzo a esta voz común para que los derechos de las personas privadas de libertad sean escuchados, tanto a nivel de la sociedad en general como a nivel institucional y político. Este último año se ha dado un empujón para difundir esta realidad. Estamos viendo si podemos constituirnos con alguna forma jurídica que nos permita que la voz sea escuchada».

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Ponen a disposición de los internos talleres para aprender oficios como jardinería o peluquería, cursos de formación y de acceso a la universidad… De cara a la excarcelación, también hay asesoramiento para la gestión de documentación, trámites como el empadronamiento, citas médicas… «Estamos gestionando esa estructura que creemos que necesita prisión en lo que es el apoyo en el interior y la preparación y ayuda en el exterior. Los perfiles de la gente que tiene esas necesidades suelen ser perfiles bajos, con bajo nivel cultural y poca formación profesional. Hay gente que sale sin el pasaporte, sin el DNI… Se encuentran colgados», explica Víctor Aguado.

Roli halló su sitio dentro de la cárcel y se notó arropado. «Estuve casi cuatro años y siete meses en el centro penitenciario. Tuve muy buena atención por parte de los trabajadores sociales, la Pastoral Penitenciaria, los educadores… Hay visitas con psicólogos, con médicos... Hay prácticamente de todo. Me trataron muy bien, me pude reinsertar, pude aprender y por eso tomo otro camino. Estar en la cárcel es jodido, no es fácil, pero hay dos caminos: el bueno y el malo», comenta el cubano, quien se sentía como «un interno privilegiado».

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«Uno se reinserta si la sociedad quiere acogerlo», lamenta Víctor Aguado, director de la Pastoral Penitenciaria de Valencia

Tenía un destino remunerado en Picassent: «Trabajaba en la cocina. Estaba en el tren de lavado. Llevábamos la alimentación a los módulos, los carros donde va la comida. Tres veces al día. Los funcionarios, los jefes de servicio, los jefes de seguridad, los educadores, los trabajadores sociales... Siempre me veían bien. Yo tenía un acceso intramodular, por así decirlo. Me podía mover por muchos sitios, tenía bastante libertad en ese sentido. Vivía en un módulo de respeto». También se formó: «Hice muchos cursos. De violencia de género, de tratamiento de la ira, de fontanería, de cocina... Tengo varios títulos de cocinero. Y todo esto al final trae su recompensa. Cuando no tienes ayuda profesional y estás solo, piensas que lo que tú crees es así. Y hay un sentido común. Cuando encuentras ese sentido común, te das cuenta de que estás equivocado. Por ejemplo, yo nunca más pensaré en robar a nadie, ni atracar a nadie, ni hacer ninguna fechoría. De hecho, me arrepiento mucho de las cosas que hice. Hice daño a muchísima gente».

Roli supo encontrar la senda de la reinserción. Pero no siempre es así. Y Vilalta denuncia la falta de recursos: «La Administración ha delegado en las ONGs. Todo el área de inclusión social recae sobre ONGs. Todas dependemos en un 85 por ciento de fondos públicos. Reivindicamos que haya una estructura pública. Nos estamos convirtiendo en concesionarios del sistema público y eso nos estrangula». Y da una de las claves: «El reto es cuando salen fuera. Para que una reinserción fuera vaya bien, tiene que haber mucho trabajo dentro».

Durante la condena, las motivaciones de Roli para lograr la libertad estaban claras. «Mi pequeña hija. La echaba mucho de menos. Pero sobre todo uno mismo. Tú, tu ego. Pensar: 'Yo no voy a estar aquí toda la vida. Yo no voy a echar raíces aquí. Yo voy a salir de esta'. Tu amor propio te eleva la autoestima», indica el cubano. Sin embargo, se muestra compungido al analizar casos muy diferentes: «Cuando uno no tiene familia, no tiene hijos, no tiene esposa, no tiene madre, no tiene padre, está solo, no tiene un porqué. Si no tienes un porqué, la vida se te complica y entonces tu razón de ser ya no tiene validez porque prefieres estar ahí y que te lo den todo hecho. Si vas a tener todos los días de comer, vas a tener todos los días de ducharte, vas a tener donde dormir, una televisión… No lo concibo, pero lo entiendo porque he conocido personas que se han acostumbrado a ese medio de vida. Llevan muchos años así y no lo cambian, no quieren cambiarlo».

«La Administración ha delegado en las ONGs. Y eso nos estrangula», alerta Javier Vilalta, director de la asociación Àmbit

Roli repasa ese primer día al otro lado del muro: «Es un cambio brusco de tu vida, de tus emociones. Estás detrás de una reja y al momento te ves en el parking y ya eres libre. Puedes ir a donde quieras». Pese a abrumarse, irrumpió en su estómago un antojo: «Lo que hice fue comer lo que yo quería, quería comerme una pizza. Llamé a la que era mi esposa en ese momento y vino a por mí. Fue una alegría total, llegar a mi casa, abrazar a mi hija, llamar a mi familia de Cuba». Durante esas horas iniciales, existe desconcierto. Demasiados estímulos: «Cuando pasas años en la cárcel, la sociedad continúa hacia adelante, las cosas van modernizándose… La tecnología, el avance, el transporte... Cuando sales te encuentras todo diferente, pero yo creo que depende un poco más de ti, de adaptarte, de las ganas que tú tengas de volver a encaminar en tu vida, de no quedarte ahí estancado y ser uno más de un patio, de un módulo, de un sistema penitenciario. La vida ofrece muchas más cosas. Yo me he encontrado diferencias, claro. No sabía cómo funcionaba un móvil, no tenía acceso a internet, no tenía muchas cosas de las que hoy en día dispongo normalmente como cualquier persona, pero te acostumbras. Si quieres reinsertarte lo puedes conseguir».

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Àmbit explora diversas fórmulas para mitigar el shock. «Llevan una mochila espectacular de trauma y de miedo a lo que se encuentran fuera. La ciudad es un entorno hostil en el que, si no hay una ONG, nadie te va a acoger. De hecho, hemos optado por iniciar un proyecto de reinserción en la montaña en Els Ports, porque es un espacio más amable para que las personas hagan tránsito. Tenemos un albergue y viviendas tuteladas. Y hemos creado un proyecto piloto en el interior de Castellón, en Herbés, para reivindicar que las zonas despobladas pueden ser un buen sitio para que la gente se reinserte. Hemos abierto un hotel y un restaurante para que la gente pueda hacer prácticas», apunta Vilalta, quien ensalza el valor de las asociaciones para evitar los reingresos en prisión: «En los 30 años de vida de la entidad, sólo ha habido un 1% de reincidencia. Se habla de las puertas giratorias. Pero cuando hay un acompañamiento profesional y multidisciplinar, eso no sucede».

El proyecto de cocina desarrollado en Herbés. Àmbit

El pasado mes de septiembre, Roli comenzó a reconstruir su vida. Especialmente, la búsqueda de empleo. Y dentro de esa misión, existen ONGs que forman y colaboran en trámites como la elaboración de un currículum. «Me he encontrado algún que otro rechazo. De una forma o de otra, se han enterado de que estuve en esta situación y me han dicho: 'No, en este momento no necesitamos a nadie'. Cuando salen los antecedentes penales, te ven de una manera diferente. Y esto no me ha frenado en mi superación, porque yo le llamo a esto una superación. Esto es mi emprendimiento», explica Roli, quien también se ha topado con puertas cerradas a nivel personal: «Me he encontrado con amistades que éramos asiduos y hoy en día casi no nos vemos, no nos hablamos, hemos perdido contacto. Sencillamente por esa razón. Y en realidad no los critico, ni tan siquiera los juzgo».

Ahora, pese a que no dispone de contrato, ha hallado una salida laboral como relaciones públicas de varios restaurantes de Valencia: «Espero conseguir un trabajo bastante estable. Por los antecedentes penales se dificulta un poco. Yo mismo ahora estoy en una situación complicada con mi documentación porque soy inmigrante. El Gobierno mismo te pone trabas para reinsertarte en la sociedad. La documentación se te demora, te la niegan por los antecedentes penales... Toda persona tiene derecho a tener la documentación, haya o no haya estado en prisión. ¿Cómo es posible que uno en la cárcel pueda trabajar, cotizar a la Seguridad Social y luego en la vida normal no pueda? No lo comprendo. Estoy pidiendo un permiso de trabajo y de residencia».

Roli se ha propuesto marcar un antes y un después en su biografía: «Cometí robos con violencia, intimidación y cosas de las que yo no estoy orgulloso. Hice daño, me aproveché de gente. Intento solucionarlo. He intentado devolverle ese dinero, pagando la responsabilidad civil, he pagado mi deuda con la sociedad con la cárcel. Me encuentro bien conmigo mismo ahora». Y a pesar de las circunstancias, se siente respaldado: «Mi vida ha dado un giro bastante favorable para mí. Estoy trabajando, me he reinsertado en la sociedad. Tengo personas que me ayudan. Estoy muy feliz. Y estoy esperando un bebé». Prefiere mirar al futuro: «Todo el mundo tiene ese pequeño derecho y esa pequeña oportunidad de empezar de nuevo».

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