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Carmen Torán, con dos de sus nietos en una habitación del Hospital Clínico de Valencia. jesús signes
La abuela de la Comunitat

La abuela de la Comunitat

Nació en 1913 en Rubielos de Mora y vino a Valencia a los quince años para trabajar con una familia Carmen Torán acaba de cumplir 106 años mientras se recupera de una operación

JUAN SANCHIS

VALENCIA.

Domingo, 29 de abril 2018, 00:16

Cuarta planta del Hospital Clínico Universitario de Valencia. Área de Traumatología. Allí ha pasado una semana Carmen Torán Iserte, que acaba de cumplir 106 años. No sabe si es la mujer más anciana de la Comunitat, pero no le importa. No muchos pueden hoy presumir de haber nacido antes de la Primera Guerra Mundial y contarlo con tanta lucidez.

Está plácidamente acostada en su cama, mientras se recupera de una operación en la que le han colocado una prótesis. Pocos días después de su cumpleaños tuvo una caída y se rompió la cadera. Parece que ya ha superado la prueba y todo ha salido bien. La familia estaba un tanto preocupada ante su paso por el quirófano a una edad tan avanzada. «El Servicio de Traumatología del Clínico se ha portado estupendamente», resalta Martín Redón, uno de sus nietos. «Los médicos se quedaron sorprendidos por lo bien que salieron los análisis», explica no sin cierta dosis de orgullo.

Ahora, tras una larga semana hospitalizada, espera que le den el alta médica en breve y pueda regresar a casa. Mientras, su extensa familia no la deja un instante. Por turnos procuran que siempre se sienta acompañada. Hija, nietos y bisnietos se han ido sucediendo junto a ella en la cama.

Se casó joven y ha tenido tres hijos, doce nietos y otros tantos bisnietosA los quince años dejó su pueblo natal para ir a trabajar a Valencia

Al margen de este percance, es una anciana saludable, simpática, vivaracha y atenta a todo lo que sucede a su alrededor. El oído ya no es lo que era y hay que elevar el tono de voz para que escuche con claridad. «He vivido muchas cosas, muchas tristezas, pero también muchas alegrías», apunta Carmen. No esconde que a veces se le ha hecho un poco largo.

Vive con su hija Carmen, pero hasta los cien años bien cumplidos estaba sola en un tercer piso sin ascensor. « Cuando se dio cuenta de que no podía abrocharse por la espalda los corchetes del sujetador de medio cuerpo, decidió que ya no podía estar sin compañía y se vino a mi casa», explica Carmen.

«Hasta ahora no ha utilizado bastón», señala Pilar Martín, una de sus nueras, para resaltar su buen estado de salud. Su hija asiente y añade que «nunca ha sufrido una enfermedad de consideración, salvo alguna operación».

Vivir más de cien años dan para mucho. Carmen nació el 17 de abril de 1913 en Rubielos de Mora, provincia de Teruel. La infancia no fue sencilla. «Cuando tenía nueve años murió mi madre», dice y aún se emociona reviviendo el momento en el que quedó huérfana. Es un recuerdo que mantiene muy fresco en su memoria.

Muy pronto, recién cumplidos los quince años, se trasladó a vivir a Valencia, ciudad que todavía no ha abandonado, para trabajar en la casa de don Bernardo Gómez, que estaba en la calle Jorge Juan, en pleno centro de Valencia. «Yo limpiaba en el comercio 'El Siglo', uno de sus negocios», explica Carmen.

Aún no había cumplido los veinte años, cuando se casó en San Juan de Ribera con Agustín Redón, un practicante originario también de Rubielos de Mora que ejercía su profesión en el Hospital Casa de Salud. Su suegro, Martín Redón Bertolín, es conocido por ser el primer donante de sangre de España. «Le pagaban una peseta por cada donación», apunta Carmen.

Durante la Guerra Civil, su marido peleó en el bando republicano. Cuando finalizó, siguieron en Valencia y se puso a trabajar en la portería del Hospital Casa de Salud, donde Agustín, que murió hace años, al poco tiempo de jubilarse, era enfermero. Crió a tres hijos (Carmen, Pilar y Martín). Ahora la familia se ha extendido y gracias al tiempo vivido puede disfrutar de la compañía de doce nietos y doce bisnietos.

Toda una vida de pelea y sobre, todo, de duro trabajo. «No ha parado hasta que se jubiló. Ha pasado de todo y se ha tenido que hacer la valiente muchas veces», afirma su hija. Carmen no puede evitar introducir un matiz: «Fui valiente porque tuve que serlo».

Uno de los logros de los que Carmen se siente más orgullosa es de haber podido dar una educación universitaria a sus tres hijos. Las dos mujeres, Carmen y Pilar estudiaron Magisterio, mientras que el varón se hizo enfermero y trabajó en la plaza de toros de Valencia durante varias décadas.

Mientras ella asiente, su nieto Martín explica que siempre ha sido una gran cocinera. «Hasta hace unos años era la que preparaba la comida de Navidad para la familia. Hacía grandes cantidades y de las sobras podíamos comer varios días», recuerda.

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