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Daniel se pone en guardia cuando se le acerca un compañero. Determinado compañero. Entonces ya no piensa en jugar. «Me pongo nervioso. Por si me ... pega o me dice palabrotas». Al expresarlo cambia su voz. Deja de ser aguda y suave y se convierte en un susurro. Sus ojos negros, grandes y enmarcados en una cara redonda, se velan instantes antes de dejar de observar a su interlocutor para mirar hacia el suelo. Como avergonzado. Tiene ocho años y sufre acoso escolar. Es decir, violencia entre iguales (ya sea verbal o física) con reiteración.
No es un juego de niños. Ni una exageración. Provoca sufrimiento. Dolor para la víctima y su entorno. Y rechazo a la escuela. En los casos más graves, estrés postraumático e idealización del suicidio. Ha habido casos consumados, de ahí la importancia de concienciar y nunca trivializar. De avanzar en la prevención.
«Una de nuestras funciones es sensibilizar, llegar a la población y que la sociedad sea consciente, que ni se minimice ni se oculte», explica Rodrigo Hernández, responsable de Save the Children en la Comunitat. Ese es el objetivo de estas líneas, coincidiendo con el Día Mundial de la Infancia. Tomar conciencia sobre esta lacra de componente violento e incompatible con los valores más básicos de una sociedad. También se pretende trasladar el mensaje de que aunque un caso de hostigamiento ya es un fracaso, parafraseando a Hernández, hay medios para salir adelante cuando se da. Y que lo primero es pedir ayuda.
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La oenegé conoce a Daniel. Que es un nombre inventado para preservar su intimidad. Tampoco se identifican ni su centro ni su localidad. Ni el nombre de su madre, que pide discreción para no ser señalada ni en el barrio ni en el centro. El Radio Patio habitual.
El pequeño, que cursa Primaria, forma parte de los programas de refuerzo académico que impulsa Save the Children para menores en situación de vulnerabilidad, y ya son conocedores de la situación, por lo que empezará a recibir apoyo especializado y se pondrán en marcha mecanismos de mediación con el centro para intentar alcanzar entre todos una solución.
«Cuando detectamos un caso de violencia hacemos un seguimiento con profesionales especialistas, con la familia y con la escuela. Trabajar en red para conseguir entornos seguros», añade el responsable de la oenegé. También colaboran a petición de docentes, en el sentido de dar formación basada en la prevención.
A Daniel le gusta dibujar, se le dan bien las matemáticas -«he hecho dos hojas de ejercicios en pocos minutos», presume- y en el patio juega a «historias». ¿Qué historias? «Pues imaginamos historias de Roblox», explica, en referencia al popular videojuego entre niños y jóvenes.
También juega al escondite en casa con su madre y su hermano, con quien comparte habitación. Un cuarto sencillo, con dos mesas, cama nido y paredes azules decorado con un único póster. De mayor quiere ser médico. Y trabajar en un hospital concreto, donde estuvo ingresado por una infección. Le marcó.
El problema que sufre empezó el curso pasado. «Le notaba raro. Decía que no quería ir al colegio, que no le llevara, que lo cambiara. Me empecé a preocupar e investigué», explica su progenitora. El hostigamiento era físico y verbal. Tras hablar con algunas madres, una le trasladó lo que le había contado su hijo. Que el compañero «pegaba mucho» a Daniel. No obtuvo resultados hablando con la familia del niño agresor, pero sí tras presentar el caso ante la propia conselleria. Se intervino y el curso acabó bien.
Pero el problema ha vuelto. Con otro protagonista. Golpes -y risas de compañeros- e insultos genéricos -«mamá, ¿qué significa capullo?»- o en relación a su físico. Daniel intenta no llorar. O al menos que no le vean. Su madre trata de aguantar, pero se muestra «atormentada».
«Es necesario educar, enseñar lo que está bien y está mal. Que una agresión, un insulto o degradar a alguien está mal siempre, en cualquier entorno, también en el digital. Que de quien te estás riendo no es un algoritmo sino una persona física», reflexiona Rodrigo Hernández. Resumiendo, interiorizar la empatía.
Además, insiste en la necesidad de que los centros recurran a los protocolos existentes a la hora de actuar y en la prevención para evitar hacerlo. «Hay que seguir formando, a las familias y al profesorado. Un niño pasa la mitad del tiempo que está despierto en el colegio, es el mejor sitio para sensibilizar y detectar», añade, antes de destacar que cree que es buena idea la creación del nuevo coordinador docente contra la violencia y el acoso escolar.
Desde Save the Children trasladan algunas pautas para las familias. Alertas a las que prestar atención. «No hay una lista, pero ante casos de violencia como el acoso hay que tener en cuenta cuestiones como cambios drásticos de comportamiento, que se nieguen a ir al colegio, que duerman mal y se muestren ansiosos o tengan aversión al contacto físico», explica Hernández.
A la madre de Daniel le suena. Él nunca había pegado a su hermano, y lo ha hecho tras lo sucedido. El niño se despide de la entrevista chocando un puño, y en una libreta deja dibujado el escudo del capitán América. Él, cuando sea médico, también será un héroe. Pero de carne y hueso.
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