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Fue adicto hace dos décadas y hoy cura a adictos. Juan Colomina, abogado, y psicólogo terapeuta, está al frente de la ONG Reconecta Conductas. Ha escuchado a los nuevos 'enganchados' digitales y a padres desesperados. Ha obtenido una perspectiva que le lleva a encender ... todas las alarmas.
«Un 20% de los adolescentes va a padecer un trastorno mental tras la pandemia y hay brotes psicóticos y suicidios desde los 16», advertía el jueves al inicio de su ponencia. «Y hay todo un cóctel de elementos de alto riesgo», asegura. Para empezar, «los niños llegan a los 14 sobreestimulados por demasiadas horas delante de la pantalla ante videojuegos o animaciones por encima de su capacidad cerebral».
Además, «empiezan a ver porno desde los 12 años, gastan dinero para juegos digitales, de azar o de otros tipos, y luego se encuentran en la calle con una marihuana que les quieren colar como terapéutica y que, en realidad, es cinco veces más adictiva que hace tres décadas al estar modificada genéticamente». Asegura conocer casos de «nanos que se han endeudado con 30.000 euros en gastos en juegos, usando el móvil de sus padres y vinculando la tarjeta de crédito».
¿Qué nos dicen las cifras? La última encuesta de Adicciones Comportamentales del Plan Nacional Sobre Drogas (PNSD) analizó el año pasado al grupo de estudiantes de entre 14 y 18 años. Destaca que el 7% «presentaría un posible trastorno por uso de videojuegos». Son más de 19.000 en nuestra región, aplicado a la población en esta franja de edades. Un 23% hace un uso compulsivo de internet: más de 60.000 en la Comunitat.
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Además, el 3% de los alumnos «serían candidatos a presentar un posible juego problemático». Son más de 9.000 en la Comunitat, con una prevalencia mucho mayor entre los chicos que entre las chicas. Ellos juegan mayores cantidades de dinero, tanto 'online' como presencial», destaca el informe. Y otro dato relavante: más de la mitad visita páginas web de pornografía y cuatro de cada diez, lo hace con 14 años.
Ante el riesgo del cannabis, la encuesta revela que un 28% de los adolescentes lo ha consumido al menos una vez en el último año. Es la prevalencia más elevada de España junto con Navarra, seis puntos por encima de la media nacional. El consumo problemático del cannabis afecta a un 18% de los jóvenes. Serían casi 50.000 aplicado a la Comunitat.
Colomina está convencido de que la pandemia ha complicado las nuevas adicciones. Alerta de que los videojuegos, al igual que el porno en internet, «los diseñan neuropsicólogos para lograr que los chavales pasen el máximo de horas jugando o gastando dinero en complementos, armamento y mejoras».
Y todo ello, combinado con una «baja percepción de riesgos de los padres y falta de voluntad política por poner límites o aumentar controles». Pone ejemplos a raudales: «Hemos demonizado los anuncios de tabaco mientras grandes deportistas hacen publicidad del juego 'online' y la primera apuesta la hacen los padres con el 'vamos a gastar un eurito', validando así la conducta». O «padres que compran a sus hijos la ginebra para el botellón porque piensan que como la van a adquirir igual, que al menos sea buena». Una peligrosa tolerancia.
Colomina cree que falta voluntad política para atacar los peligros de raíz. Hay, describe, «calles donde se acumulan locales de juego cerca de colegios y en zonas desfavorecidas. Y falta de control en la venta de alcohol a menores. O mecanismos mucho más férreos para garantizar la edad legal en aplicaciones o sitios de internet», lamenta.
Julio Abad es psicólogo del centro de día de adicciones no tóxicas de Patim en Valencia. «Hay un consumo» de las nuevas adicciones «cada vez más temprano y una normalización del consumo de marihuana y alcohol» en el tiempo de ocio. El problema «es que tenemos una cultura de ocio vinculada a factores de riesgo». La pandemia «ha puesto sobre la mesa algo que ya existía y ahora florece».
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La percepción de riesgo respecto a la marihuana sigue siendo baja entre los adolescentes. Y su adquisición, más a tiro que nunca. «Los chavales creen que un cigarro mata por el cáncer y la marihuana cura. Les han convencido de ello. Pero yo ya he estado en entierros de consumidores de cannabis», asegura Colomina. «Hay toda una red de jóvenes traficantes reclutados. El consumidor manda un 'whatsapp' y en 10 minutos la tiene en la puerta de su casa».
La marihuana que consumen hoy los jóvenes «acaba en el psiquiátrico, en la cárcel o en el cementerio», resume el terapeuta. La cárcel de Picassent, expone Colomina, «se está llenando de jóvenes adictos a la marihuana» que, por culpa de su dependencia, han acabado abandonando su estudios, consumiendo y delinquiendo». Y, por el medio, padres y familias destrozadas por la pena y la impotencia.
Pedro | Adicto a la pornografía en internet
El daño que genera la pornografía en internet es doble: consume mental y afectivamente a quien cae en la trampa y modela a adolescentes para conciban a las mujeres como mero objeto de su satisfacción, avivando la violencia sexual o la proliferación de manadas, según los expertos.
Lo resume así Sara Barrios, sargento de la Guardia Civil al frente del equipo Mujer y Menor (EMUME): «Encerrados en casa durante la pandemia, los chavales han visto mucha pornografía. Para muchos el primer contacto sexual ha sido en la pantalla. A los adolescentes de 14 se les ha abierto esa puerta. Hay una explosión que fomenta conductas no racionales y las agresiones sexuales. Creen que lo que ven en el porno es lo válido del sexo, olvidando el respeto, la confianza y el cariño. Normalizan las relaciones entre varios o violentar a la mujer». Ese es el daño ajeno.
El ejemplo del daño propio lo conocen bien personas como Pedro, uno de los que ya ha tocado fondo y ahora intenta rehabilitarse con la ayuda de Reconecta. Su nombre es Pedro (ficticio para proteger su intimidad). Tiene 25 años es de Valencia. «Empecé con 8 años viendo mi primer vídeo». Fue allá por 2005, cuando internet ya llevaba más de una década extendiéndose en todos los hogares. «Y desde entonces no he parado». La primera reacción fue la búsqueda de «conductas sexuales muy tempranas, antes de los 12 años, con juegos con chicas de mi familia o amigas con las que intentaba hacer lo mismo que veía» en la pantalla.
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El adicto tiene una carrera universitaria, pero su vida en pareja ha fracasado. «La adicción lo condiciona todo. No he logrado tener relaciones normales. Me acostumbré al sexo a demanda del porno de internet, sin esfuerzo alguno por mi parte, y las relaciones humanas me resultaban mucho más complicadas». Y hasta aburridas. «Me satisfacía y me llenaba más el sexo digital que el físico, eludía las relaciones cuerpo a cuerpo. En el porno tenía siempre a la mujer que quería en cada momento».
La conducta se cronificó. «Rompí con varias parejas al perder el componente humano. Cada vez necesitaba más y me pillaron en el trabajo entrando en páginas web al mediodía, en la oficina», describe.
Pedro dejó de quererse. «Acabé con la autoestima por los suelos y afectó a las relaciones personales». Rompió con varias novias y se vio «tardes enteras encerrado en la habitación, delante del ordenador, viendo más y más vídeos, uno detrás de otro». Hasta que le dejó su última novia, con la que se iba a casar. «Y eso que era conocedora de mi problema, pero yo no podía dejarlo y la vida dejó de tener sentido».
El joven se dio cuenta de que su vida se había desmoronado y buscó auxilio. «Ahora me supervisa un psiquiatra y acudo a terapias de grupo para afrontar mi problema y dejarlo. Llevo tres meses. Cuesta, pero creo que estoy avanzando». Su consejo para otros: «Al porno de internet es muy fácil acceder, pero muy difícil salir».
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