
Adosados okupados en Valencia
Barrio de Campanar ·
Los residentes ilegales se instalaron en un bloque de viviendas de la calle Jesús Ribera Faig hace diez años y «parece imposible echarlos»Secciones
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Barrio de Campanar ·
Los residentes ilegales se instalaron en un bloque de viviendas de la calle Jesús Ribera Faig hace diez años y «parece imposible echarlos»En un día que bate el récord histórico por calor en Valencia, un hombre se pasa toda la mañana sentado en el portal de la ... finca en la que vive. Vigila a todo aquel que pasa por la acera paralela. Es uno de los okupas de la zona de Campanar. Sólo a unos metros del conocido centro comercial, se abre otra realidad paralela. El edificio lleva okupado cerca de diez años, como aseguran los vecinos.
A pesar de que estaba tapiado con ladrillos, han hecho agujeros en las paredes para que entre la luz solar. Consiguieron hacerse con el edificio antes incluso de que pudieran pintarla. Sólo la parte inferior tiene unas capas de pintura beige. Pinceladas inacabadas. El recuerdo de lo que podría haber sido un bloque de viviendas de esas dimensiones situado en una de las zonas más céntricas de Valencia.
A pesar de que el barrio esté en medio del núcleo urbano de la ciudad, por la calle Jesús Ribera Faig la gente intenta no pasar. Los únicos que deambulan por las proximidades de la plaza donde está este bloque de viviendas son los vecinos que no tienen más remedio. Y también el barrendero de la zona. El trabajador limpia la plaza a pesar del clima intempestivo. Se seca el sudor de la frente e intenta recoger toda la suciedad que hay desperdigada por la acera, que no es poca. Mientras lo hace, los okupas le plantan cara y airean los brazos para que se vaya.
«Limpias y al segundo vuelven a ensuciar. Lo tienen todo perdido», dice el hombre resignado. Aun así, le toca recoger todos los despojos que los residentes ilegales dejan desperdigados por el suelo. En su próximo turno, el barrendero tendrá que volver a la calle de Campanar asediada por los okupas y sabe que su esfuerzo no valdrá de nada porque se volverá a encontrar la acera llena de suciedad.
Pocos minutos después de que se vaya, el hombre que se mantenía en el portal entra dentro de la vivienda. Sale cargado con garrafas vacías y las tira sin ningún miramiento al suelo. Como si fuera su vertedero particular. Luego vuelve a sentarse tranquilamente en el portal. Echando por tierra en cuestión de segundos el sacrificado trabajo del barrendero que ha estado limpiando con esmero a más de 40 grados.
Los vecinos de la zona ya están acostumbrados a su presencia después de tener que convivir de manera forzosa con los okupas desde hace prácticamente una década. Pep Benlloch, el presidente de la asociación de vecinos de Campanar es franco: «Parece que es imposible echarlos. Llevamos muchísimos años intentándolo y nada».
Según comenta, la finca pertenece a la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (la Sareb) y «se desentienden del tema. No han presentado denuncia y así la Policía no puede actuar». Aun así, las nuevas medidas antiokupación que ha impulsado la alcaldesa María José Catalá «me han dado un poco de esperanza. A ver si así consiguen echarlos ya», dice el presidente de la asociación de vecinos de Campanar. La alcaldesa propuso a los sindicatos de la Policía Local de Valencia crear una brigada policial antiokupa para cuando se vayan a realizar desalojos. Pero por el momento, «no se puede hacer nada para echarlos», lamenta Pep Benlloch.
A pesar de estar empeñado en que se vayan los residentes ilegales para que Campanar vuelva a relucir, confiesa que el ambiente es relativamente tranquilo. Según tiene entendido, sólo generan altercados en ocasiones puntuales pero no suelen protagonizar escándalos.
«El mayor problema es el estado de insalubridad en el que está la calle. Lo tienen todo sucio», opina Benlloch. Pero la gente que convive día a día con ellos no tiene la misma perspectiva. Juan, un nombre ficticio para proteger su identidad dado que tiene miedo de que los okupas puedan arremeter contra él, está completamente harto de la situación. Tiene un bar en la calle paralela «pero aquí no vienen. Saben que no les pongo ni agua del grifo».
A diferencia de lo que ocurre con otras viviendas okupadas, siempre permanecen en el bloque los mismos residentes. «Tienen una matriarca que es quien los organiza. Por el día está más tranquilo porque se van a 'trabajar'». Según cuenta el hostelero, se dedican a traficar y a consumir drogas. Aunque por las mañanas ni siquiera se les escuche hablar y el silencio se apodere de la plaza la mayor parte del tiempo, cuando cae la noche es cuando tienen más problemas.
«Pelean mucho entre ellos», cuenta Juan. El hombre se asombra de que le pregunten por los okupas situados en la zona vieja de Campanar. No está acostumbrado. «Parece que a nadie le importe que estén aquí. Sólo a los que lo sufrimos», dice resignado. Se siente abandonado porque, mientras intenta sacar su negocio a flote, la presencia de los okupas le rebaja la clientela.
En el bar hay un hombre pendiente de la conversación. No es de la zona y no tenía ni idea de que la okupación lleva una década empañando la zona vieja de Campanar. Tras enterarse, se queda atónito: «Es increíble que haya okupas por aquí».
Frente al bloque de viviendas completamente tomado por los residentes ilegales hay otro edificio. A lo largo de la mañana, no se ve entrar ni salir a nadie. Se trata de una obra relativamente nueva, en una buena zona, pero los pisos se ofertan a 180.000 euros en los portales web inmobiliario. La cercanía de los okupas no ayuda a las ventas.
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