R. González | P. Sellés
Alcoi
Miércoles, 17 de agosto 2022
Los municipios afectados por el incendio de la Vall d'Ebo miraban esperanzados al cielo este miércoles por la tarde al ver caer la lluvia. En Fontilles al principio sólo fueron unas gotas, pero luego llegaron las anheladas precipitaciones. Este enclave de la Vall de Laguar es uno de los puntos donde los efectivos de extinción centraron sus esfuerzos. Su objetivo, evitar que las llamas se acerquen al sanatorio.
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El secretario autonómico de Emergencias, José María Ángel, explicó que se está haciendo un despliegue para minimizar los efectos en caso de que las llamas alcancen ese punto. Según dijo, estaban en contacto con la conselleria y con la dirección del centro para coordinar una posible evacuación o un confinamiento.
Afortunadamente, como confirmó este miércoles la consellera de Interior, Gabriela Bravo, la lluvia había favorecido el control de ese flanco. Eso reavivaba las esperanzas de evitar el desalojo del sanatorio.
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De esta forma se cerraba una jornada en la que el fuego obligó a una ganadería, que está entre la Vall de Laguar y Orba, a realojar a parte de su ganado en Ondara. El alcalde de esta última localidad, José Ramiro, detalló que los corrales de la plaza de toros estaban llenos. «Nos han traído unos 70 animales, sobre todo vacas y novillos».
El paisaje arrasado por las llamas resultaba desolador. El negro y el gris de la vegetación calcinada se han convertido en las tonalidades dominantes a ambos lados de la calzada cuando se pasa por carreteras como la que va a la Vall d'Ebo. Y el olor a quemado penetra hasta el alma.
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El trasiego de helicópteros fue constante este miércoles hasta la llegada de la lluvia. Las llamas se dirigieron hacia los términos municipales de Orba, Sagra y Tormos. No se escapó del fuego la vegetación del santuario del Pla de Petracos, en Castell de Castells.
En Pego, los vecinos desalojados el martes por la tarde se acercaron este miércoles a los caminos cortados para ver si podían acceder a sus casas. Uno de ellos era Paul, un británico que tuvo que salir rápido y se acomodó con sus dos perros en casa de unos amigos. Sin embargo, en su vivienda se quedaron sus cinco loros y quería comprobar que estaban bien.
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También en esa localidad, la oenegé fundada por el chef José Andrés sirvió comidas en el Espai Veïnal que atiende a los desalojados. Lo hizo de la mano del cocinero Evarist Miralles.
En Balones, en el Comtat, pernoctan desde el martes una veintena de personas desalojadas de Benimassot. La solidaridad de los vecinos ha permitido que encontraran acomodo en diferentes viviendas. Según el edil, Juan Tomás Bou, han sido más las casas ofrecidas que las necesarias. Muchas de las personas tuvieron que dejar Benimassot lo hicieron prácticamente con lo puesto. «La situación es especialmente dramática con la gente mayor; les cuesta dejar sus casas», aseguró.
La Casa del Ferro de Muro también acoge un albergue. Allí dormían cuatro personas, pero se ha reubicado a tres.
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