Alejandro tiene 12 años. Un día, hace seis, se comió el menú del comedor de primaria y se le comenzó a hinchar la cara. Tocaba ... tortilla y pescado blanco. La cosa volvió a suceder unos días después con un plato similar. Así que en casa se encendieron todas las alarmas y comenzaron el periplo médico. El pediatra de Atención Primaria lo derivó enseguida al hospital para que le hicieran unas pruebas de alergia para conocer qué alimento provocaba esas reacciones en el pequeño. Y ahí se desveló el misterio. Alejandro era alérgico al huevo. El diagnóstico le cerraba la puerta a este alimento, obviamente, pero también a un extensísimo catálogo de productos que lo contienen entre sus ingredientes o incluso en pequeñas cantidades o trazas. Incluso evitar alimentos que durante su preparación se podrían haber contaminado con huevo. Y eso, a los seis años, es un problema para encarar celebraciones infantiles, cumpleaños y almuerzos en el recreo. Es decir, para socializar. Pero sobre todo, suponía una preocupación para su familia, porque por un descuido, Alejandro podía sufrir un problema de salud grave como la anafilaxia que, en ocasiones, puede suponer la muerte de los alérgicos. Pero hoy, a sus 12 años, hace dos que ya puede comer huevo de manera habitual. No ha sido cuestión de magia, sino de ciencia. Tampoco ha necesitado ningún fármaco. En su caso, el propio alimento ha sido la 'vacuna' a su problema de alergia. Lo ha logrado gracias a las terapias de desensibilización que desarrolla la Unidad de Neumología y Alergia Infantil del Hospital La Fe de Valencia, una de las pioneras en la curación de alergias en niños a nivel nacional.
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En la planta 2 de la torre D hay una pequeña 'Galia' contra todo tipo de alérgenos. En la sala de espera, que da acceso a las consultas de la unidad, hay niños y niñas tomando cantidades muy pequeñas de alimentos como leche, frutos secos, algunas frutas o huevo. Pero también pequeños como Quique, que se acaban de hacer un 'prick test' (esos pinchazos en un mapa dibujado en el antebrazo) para saber si lo que le causa las molestias son los ácaros, el polen de alguna planta o el epitelio de algún animal. Todos ellos pasan por una unidad integrada por 15 profesionales (pediatras, enfermeros y enfermeras, auxiliares y personal administrativo), comandados por el doctor Miguel Tortajada, y en la que todos los médicos que la forman son pediatras especializados, no alergólogos. Y ellos son los que realizan las desensibilizaciones. Un nombre complejo para hablar de una moderna técnica para eliminar las alergias en las que el medicamento que las cura es el propio alérgeno. Para ello, y tras pasar unas pruebas convencionales de alergia, se comienza la inducción oral de manera lenta , aumentando cada semana la dosis de manera gradual, con el objetivo de que su cuerpo se acostumbre y tolere mejores estos alimentos. Con la desensibilización completa, el paciente consigue tolerar una dosis equivalente a una ración del alimento y puede introducirlo en su dieta sin restricciones. Después, queda el mantenimiento en el que el pequeño sólo tiene que comer ese alimento o ingrediente de manera regular. En el caso del huevo, por ejemplo, tolerar una clara cruda o cocinada. Y en el de la leche de vaca, un vaso de 200 ml. A partir de ahí, hay que tomar un vaso cada día y tres huevos a la semana.
Este tratamiento es muy joven en el mundo médico, ya que se implementó en el hospital en la primera década de los 2000. La alternativa hasta ese momento era, simplemente, suprimir de la dieta el alimento que causaba la alergia. Pero muchos de los productos que dan reacción son clave en estas etapas. «La leche o el huevo tienen una importancia nutricional esencial en el crecimiento de un niño. Además, están ubicuos en muchos alimentos», explica el doctor Tortajada. Solucionar este problema es una cuestión nutricional, claro. Pero, sobre todo, de seguridad. Porque una reacción alérgica grave puede desembocar el la muerte de un niño. Y hoy en día el número de alergias se ha disparado, cuenta el jefe de la unidad.
El protocolo es estricto. Los niños y niñas a los que se les diagnostica una alergia y son derivados a esta unidad, donde tienen que acudir a la consulta una vez a la semana. Ahí, el equipo sanitario les realiza las inducciones al alimento que no toleran. Al principio en dosis muy pequeñas. Con el paso de las semanas, esa cantidad de alimento tolerado va creciendo hasta que, pasados los meses, la tolerancia a las dosis normales es total en la mayoría de ocasiones. En el caso de Alejandro, alérgico al huevo, su desensibilización duró algo más de un año. Pasaba una mañana completa en la unidad: llegaba, tomaba el preparado de agua y huevo y pasaba un rato hasta que se comprobaba que lo toleraba sin problema. Ahora, come tres huevos a la semana en cualquier preparación y hace vida normal en lo que a alimentos se refiere. En casa tienen la tranquilidad de que no habrá sustos. Pero hasta que el pequeño ha superado su alergia, lo acompañaba siempre un bolígrafo con adrenalina. Algo que les enseñan a usar en la unidad, como nos muestra el doctor Tortajada. Una inyección intramuscular que puede salvar vidas si se produce una reacción grave al alimento problemático. «La educación sanitaria es muy importante», explica. Vital, en casos así. «Las consecuencias pueden ser gravísimas ante una alergia», alerta.
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El doctor Miguel Tortajada explica que los síntomas pueden iniciarse de manera cutánea, ocular o nasal, pero depende mucho la edad. Eso sí, suelen darse de manera inmediata a la ingesta del alimento que lo provoca. También dan la cara con dolores abdominales, vómito o diarreas en menor medida. Pero lo más frecuente son los problemas respiratorios y cutáneos que, en los casos más graves pueden conducir a una anafilaxia. Con esa primera detección se suele acudir al pediatra del centro de salud, quien valora la posibilidad de remitirlos a la unidad de alergias pediátricas de La Fe. Ya en el hospital, se abre historia clínica, se estudian antecedentes familiares y se realizan pruebas de alergia específicas con un 'prick test', con el alimento sospechoso. Ese es el primer procedimiento porque es «barato, rápido y se hace muy visible». Con esos datos se criba si existe o no alergia, pero no en qué nivel de gravedad. Para determinar ese grado, se realiza una analítica más concreta. A partir de ahí, con los datos específicos, se pauta el tratamiento completo de la desensibilización. Y se comienza con una provocación, que no es ni más ni menos que administrar el alimento que provoca la alergia. «Siempre hay que hacerla en el hospital porque puede haber una reacción importante», explica el doctor Tortajada.
Entre los grupos de alimentos, el huevo, la leche, las frutas de la familia del melocotón y los frutos secos son los que provocan alergias más frecuentes. Antes se suprimían de cualquier dieta. Es decir, se cortaba con el problema, no se atajaba. «Ahora, gracias a desensibilización, podemos controlar el proceso y conseguir que se toleren algunos alimentos». Además, entre alérgicos es bastante frecuente tener reacción a varios alimentos o combinar alergias alimentarias con respiratorias. «Para un paciente con asma y alergia la huevo, las desensibilizaciones se hacen por separado. De otro modo nunca sabríamos a qué atribuir la reacción que se produzca», aclara el doctor. El porcentaje de éxito es abrumador, porque supera el 90% de los casos, pero entre esos tratamientos, los más resistentes son siempre los frutos secos. «Son persistentes y más problemáticos». Eso sí, es importante que, al ser un procedimiento de riesgo, las desensibilizaciones alimentarias se hagan en unidades especializadas y en pacientes cuidadosamente seleccionados.
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Respecto al momento ideal para abordar una alergia, el departamento de La Fe, al ser pediátrico, sólo las realiza hasta los 15 años. «Pero intentamos hacer las desensibilizacioneslo antes posible«, explica el jefe de alergias pediátricas. Y ojo, en el caso de un bebé alérgico a la leche de vaca, que sólo tome lactancia materna, también se puede desarrollar una reacción, porque puede pasar a través de la leche materna.
El número de alergias, como explica el doctor Tortajada, ha crecido «de una forma muy clara» en los últimos años. «Si hablamos de las alimentarias, se han incrementado de manera proporcional más que las respiratorias en la etapa pediátrica». De ahí que el trabajo de una unidad como la de neumología y alergias infantiles de La Fe tenga hoy en día una labor fundamental para garantizar el crecimiento y la socialización de los más pequeños.
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