![Se alquila o se vende huerta protegida en Valencia](https://s1.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/2023/11/05/185385204--1200x840.jpg)
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Lejos de notarse mejorías en la Huerta de Valencia, cinco años y ocho meses después de entrar en vigor la ley que la protege, continúa incesante el proceso de deterioro general, aunque no con igual ritmo e intensidad; según qué zona, las cosas son bastante distintas, si bien hasta en las más cuidadas y cultivadas se notan también preocupantes signos de decadencia.
Las áreas que mantienen más vivo el carácter de huerta verde y emblemática que quisiéramos para todo el conjunto son las del norte de Valencia en la parte más cercana a Valencia ciudad. Sobre todo dos grandes 'bolsas' de territorio: Benimaclet, Alboraya, Tabernes Blanques, Almàssera, Bonrepós i Mirambell, Meliana..., y Burjassot, Godella, Poble Nou, Borbotó, Carpesa... Ésta es la Huerta de las chufas, cuyo cultivo predominante, que no se da bien en el resto, marca con claridad las diferencias.
Al sur y oeste de Valencia, las cosas vienen notoriamente mal desde el principio, desde antes de la ley, y por más que se trazan teóricos planes de recuperación, la realidad es que prosigue la degradación.
Una tercera porción, entre Vinalesa, oeste de Foios, Alfara del Patriarca, Moncada, Albalat dels Sorells, Museros..., más que huerta tiene predominio de huertos de naranjos, en general de tamaño mediano, lo que facilita que se mantenga más superficie activa, si bien se aprecia cómo aumentan de año en año los terrenos que dejan de cultivarse.
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La zona de Huerta que está al este de la anterior y al norte de la más cuidada se está desplegando últimamente una degradación acelerada. Es la que abarca buena parte de los términos municipales de Massalfassar, Massamagrell, Pobla de Farnals, el Puig, Puçol... Aquí cuesta encontrar campos que se mantengan productivos, cuando lo fueron hasta hace poco. El abandono es galopante y en medio de parcelas que parecen porciones selváticas o reductos de sabana, se ven carteles de 'Se vende' o 'Se alquila', lo que está dando pie a que se despliegue un fenómeno que es bien contrario a lo que pretende la ley protectora: comienzan a proliferar pequeños vallados de terrenos donde se asientan contenedores, casitas y mediochabolas rodeadas de setos y algunos frutales, con un aire de modestas residencias para barbacoas domingueras.
Conforme a la visión idealizada que tenemos de la Huerta, el primer artículo de la ley para protegerla señala como objetivos su «preservación, recuperación y dinamización como espacio con reconocidos valores agrarios, ambientales, paisajísticos, arquitectónicos, históricos, culturales y antropológicos, que son determinantes para el progreso económico, la calidad de vida de la ciudadanía y la gestión sostenible del área metropolitana de València, promoviendo la rentabilidad y viabilidad económicas de la actividad agraria». Y para alcanzar dichas metas «se establece un marco regulador de los usos del suelo y medidas de gestión y financiación de la actividad agraria que fomentan el mantenimiento de la actividad productiva, la mejora de las condiciones de vida de las personas que se dedican a la agricultura y la preservación de la Huerta de València frente a las presiones de naturaleza urbanística que amenacen su sostenibilidad.»
Han pasado cinco años y ocho meses desde que entró en vigor, a principios de marzo de 2018, y la evolución de las cosas es bien visible: todo sigue yendo a peor y no se vislumbran iniciativas que traigan esperanza. En las zonas que ya estaban muy deterioradas ha continuado desplegándose el deterioro, en las que empezaban a mostrarse malos augurios ha terminado por desplegarse la degradación, y hasta en la parte que aún guarda su porte más genuino, comienzan a verse signos que mueven a la inquietud.
Tras la ley, los agricultores profesionales que quedan en la Huerta y quieren seguir viviendo de su trabajo en ella se quejan de que no les dejan hacer casi nada de lo necesario para mejorar sus explotaciones. No se pueden ampliar o cambiar caminos, ni juntar parcelas, ni corregir acequias... Cuesta conseguir permiso para arreglar una casa, para tener donde guardar el tractor o montar un secadero de chufas. Las restricciones a los huertanos son rigurosísimas, lo que choca con otras actitudes permisivas. Como la realidad es la que es, sin explotaciones agrarias accesibles y rentables, no habrá nada, o sólo huertecitos rodeados de vallas cutres para usos recreativos.
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Baste decir que la especie vegetal que predomina hoy en grandes perímetros de huerta protegida es la zarza, que, junto a la 'araujia sericífera', van invadiendo todos los campos. Y entre estas moles vegetales indeseables se van amontonando vertidos de escombros de toda índole, hasta la orilla de la V-21: la peor imagen de 'bienvenida' a la entrada de Valencia. Pero como, sobre el papel, la Huerta tiene una ley que la protege, quienes deberían mover ficha respiran tranquilos y no mueven nada.
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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