Sale a la calle y sigue viendo su ciudad arrasada, con las persianas de los comercios destrozadas y los restos del barro, ahora convertido en polvo, que apenas le deja respirar. Inevitablemente le empuja a recordar lo sucedido aquel 29 de octubre y en esos ... horribles días posteriores. La DANA ha dejado unas enormes heridas en las zonas afectadas que están saliendo a relucir en forma de manifestaciones de salud mental. Cuadros de ansiedad y depresión son parte ya del paisaje de tristeza generalizada en todos los municipios que padecieron la inundación, pero hay miles de vecinos que se han tenido que poner en manos de profesionales psiquiatras y psicólogos clínicos con un tratamiento prescrito para hacer frente a esos problemas.
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Una de ellas es Toñi León, vecina de Alfafar de 65 años. El día de la riada salvó su vida casi de milagro, gracias a que la rescató un vecino. «Me llegaba el agua por la cintura, tuvieron que venir a sacarme un señor que vivía arriba, porque sino no lo cuento», recuerda. «El agua se metió por la avenida y llegó hacia mi portal, me quedé a dos pasos de mi casa pero no pude entrar», añade la mujer. Y le han quedado secuelas a las que ha tenido que buscar un remedio. «A partir de ese día tengo ansiedad, los primeros días lo pasé muy mal, cuando vi todo lo que había por el pueblo y además yo no tenía luz ni agua. Después al pasar las semanas cuando recordaba todo eso me daban ganas de llorar cada día de ver cómo estaba todo. Mi casa es verdad que no quedó afectada, pero mis vecinos sí, gente conocida, es una tristeza muy grande», explica.
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Así que buscó ayuda de profesionales. «A la semana fui a la Cruz Roja, que habían puesto un sitio para atención psicológica en Alfafar. Había estado a oscuras en mi casa y eso me ha provocado pesadillas, no podía dormir. He ido tres veces al psicólogo, ha hablado conmigo, le he contado mis problemas y con el tratamiento que me ha dado me ha ido bien, desde el primer momento me recetó un tratamiento, unas pastillas», indica Toñi. «Me tomo dos al día y me empezaron a hacer efecto pronto. Me las he tomado durante ocho días y esta semana he vuelto a trabajar, cuidando a unos niños», dice y admite que ahora se encuentra mucho mejor anímicamente. «Esos episodios de despertarme por la noche y ponerme a llorar ya no los he tenido desde hace unos días, pero me noto bastante mejor, intento ver esta tragedia en positivo porque al fin y al cabo tanto yo como mi hijo estamos vivos y la casa no ha quedado afectada».
A sus 81 años, Gregorio Marjalizo no ha podido superar que su casa en Benetússer quedara con más de un metro de agua. Aún sigue en tareas de limpieza de una planta baja donde él hacía su vida, aunque tiene otra planta arriba. Lleva más de un mes sin dormir apenas y llorando a cada rato, así que ha tenido que buscar ayuda. «He ido a una consulta con el psiquiatra porque tengo mucha ansiedad, no duermo por la noche, me pongo a llorar al acordarme de todo lo que ha pasado», cuenta el hombre.
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«Me noto dolor en el pecho y el corazón. Tomo una pastilla antes de dormir porque no descanso bien. Muchas veces a las 4 de la madrugada estoy en el sillón porque no puedo dormir», relata. «Mi casa quedó inundada la parte de abajo, y fue horrible», dice mientras no puede evitar emocionarse. «Fui también al centro de salud de Sedaví y les expliqué todo lo que me pasa, que no puedo dormir ni nada, lo estoy pasando muy mal», apunta este vecino afectado.
Para Remedios también ha supuesto un gran shock toda esta situación, de la que aún no ha podido reponerse. «Las dos primeras semanas fueron horribles, porque sólo tenía ganas de llorar. Ahora como veo ya un poco de vida, parece que eso ya me va mejor y me anima de que esto se va a arreglar», dice esta vecina de Benetússer. «Durante casi un mes sólo tenía ganas de llorar, tanto de día como por las noches, con mucha ansiedad. Me provoca que sienta la necesidad de estar ayudando todo el tiempo, a ver cómo puedo colaborar, siento que no estoy haciendo lo suficiente y me sentía mal de tener mi casa sin afectación y tanta gente que la ha perdido», relata la mujer. En su caso no fue al especialista pero sí está tomando medicación. «Tomo pastillas para dormir, lorazepan, una antes de dormir y algo de melatonina. Cuando me las tomo duermo mejor y descanso, ya no tengo tantos episodios de ansiedad. Aunque si un día no me tomo la pastilla, a las dos o tres horas me despierto y no me puedo dormir, de nuevo nerviosa y con ansiedad», lamenta.
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Y desde otra de las localidades afectadas, Maribel se siente mal cada día desde que empezó la tragedia, que en su pueblo, Aldaia, dejó a muchos vecinos en la ruina. «Me tomo pastillas naturales, porque tengo ansiedad y me duele el pecho a veces. Me he quedado sin coche y lo estamos pasando mal, no puedo dormir por las noches», indica. «Todo el pueblo está igual, hay mucha tristeza, y mucha gente tiene ansiedad. Veo todas las horas del reloj, no descanso», explica esta vecina. «Te entra miedo a la hora de salir de casa, estás preocupada por la gente mayor, cuando sale a la calle por si se cae o algo. Tienes que estar con mil ojos con tu madre, es un agobio constante», asegura.
Beatriz no sólo es afectada, sino que por su profesión de psicóloga ha vivido de cerca los problemas de la población. Sin ir más lejos, de su vecina en Benetússer, que tuvo un brote psicótico en los primeros días de la tragedia. «Tiene un trastorno obsesivo compulsivo por la limpieza y se le agravó mucho con toda esta situación, al salir de su casa y ver coches estampados, todo lleno de barro. Y tuvo una crisis cuando se vio con su casa con agua y barro y durmiendo en un colchón mojado durante varios días, sin luz», cuenta la mujer. «La andiedad está generalizada entre los afectados, el estado de shock y el estrés, la depresión, la tristeza, el duelo. No es algo en concreto, es un cúmulo de situaciones que empiezan a aflorar ahora, que la gente pasa a un estado de tristeza máxima», apunta.
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