F. RICÓS
Domingo, 1 de noviembre 2020, 11:24
«No teníamos ni idea de cómo funcionar». La frase es una confesión de parte. La pronunció la semana pasada José Fina Pérez, directora asistencial de la empresa de residencias Domus Vi. Pérez se refería a cómo se actuaba en los geriátricos al inicio de la pandemia, aunque muchos de estos establecimientos ya cerraron sus puertas a las visitas de los familiares el fin de semana del 7 y 8 de marzo; el último de 'normalidad' en el que hubo partidos de fútbol con espectadores, Cabalgata del Ninot, cenas en casales y mascletaes pre Fallas en Valencia, convenciones de partidos políticos en Madrid y centenares de manifestaciones en toda España con motivo del Día de la Mujer Trabajadora el 8 de marzo.
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Entonces no era necesaria la mascarilla ni la distancia social y se equiparaba el coronavirus a una gripe. Eso era algo que sucedía en China. Pero el virus se expandía como una plaga por Italia y en Valencia ya había contagios.
Las residencias carecían, por lo general, de geles desinfectantes, mascarillas, guantes y trajes EPI, al igual que los hospitales y los centros de salud, un hecho que facilitó una rápida propagación del virus tanto en los residentes como en el sector sanitario. Tampoco había disponibles pruebas para confirmar el contagio y se desconocía la acción del virus.
A los residentes, por lo general, se les aisló en sus habitaciones pero después de haber estado junto a contagiados en las zonas comunes. Además, la carencia de elementos de protección y el necesario contacto físico del personal con los residentes reforzó la transmisión.
A esto se le unió que Sanidad empezó a contratar personal de las bolsas de trabajo para reforzar los hospitales. «En las residencias ahora hay un 30% menos de plantilla de enfermería que en marzo. Prefieren irse a la sanidad pública porque pagan más», afirma Alfonso Valero, responsable de Dependencia de la Federación de Sanidad de CC OO.
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«Blindar es imposible», reconoce el presidente de la patronal de las residencias, Aerte, José María Toro. Ya saben a qué se enfrentan, disponen de medios de protección, se hacen PCR al primer indicio, aunque la patronal insiste en que esos controles deberían de ser periódicos, y en los geriátricos se han reorganizado en grupos estancos de residentes y empleados para, si entra el virus, localizarlo y cortar el contagio.
«Desde el 1 de julio, que es cuando empieza la segunda ola, la tasa de contagios de la población de la Comunitat ha aumentado un 207.46 % mientras que en las residencias ha sido de un 28,64 %», afirma Toro. Las residencias aguantan mucho mejor esta segunda ola. La primera pasó por encima de toda la sociedad.
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En septiembre se doblaron los positivos de agosto en las residencias, de 156 a 364 casos, y se pasó de cuatro muertos a 35 cuando en total hubo 134. En octubre se han infectado 169 residentes y fallecido cinco. Y mientras la tasa de muertes por Covid en mayores de 80 años que no viven en residencias es de un 21,20 del total, la de los que viven en geriátricos es dos puntos menor, 19,2%, según Aerte. Un 93 % de las 350 residencias que contabiliza la patronal están libres del virus. Salvo la excepción de tres asilos, en El Puig, Torrent y Alzira, la incidencia del virus «es muy baja» y «cuando entra el impacto es menor», asegura Toro.
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D. Guindo / F. r. / L. Soriano
redacción / agencias
ELISABETH RODRIGUEZ
H. E. | M. B. | REDACCIÓN
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