Francesca dijo estar feliz de poder ayudar a Valencia a superar esta tragedia. Tenía la espinita clavada bien adentro ya que hace aproximadamente año y medio su Italia natal sufrió una catástrofe similar a la que asola desde hace una semana gran parte de la provincia central de la Comunitat. En aquella ocasión, ella no pudo ayudar a sus familiares y amigos por encontrarse estudiando en España. Esta joven de 23 años cursa Odontología en la Universidad Europea y junto a ella, recién bajadas de un Metrobus, se encontraban sus compañeras de clase Chiara, Roberta y Benedetta. Ellas también son italianas aunque parecen ya auténticas valencianas del 'cap i casal' pues llevan más de cuatro años viviendo en la capital del Turia con motivo de sus estudios. No son un batallón de brigadistas internacionales, pero su espíritu solidario a la hora de afrontar un desastre de tal magnitud es encomiable. Un sentir que resumió Álvaro, otro estudiante manchego que se presentó ayer como voluntario a las afueras de Aldaia: «Los jóvenes no nos podemos quedar en casa, sino ¿quién iba a limpiar todo esto?».
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La bautizada como generación de cristal se volvió de hierro de la noche a la mañana. La juventud valenciana se rebeló contra todos los estereotipos que parte de la sociedad les había impuesto antes de hora. Los más jóvenes han tenido que cargar con dicha cruz hasta que hace siete días se desató una catástrofe sin precedentes en la historia reciente de la región. De hecho, cuando llegó la hora de la verdad, el momento de arrimar el hombro, para ayudar en la mayor catástrofe medioambiental de la historia de España. Y ellos respondieron en masa pues, gracias a su presencia, la marea de voluntarios sigue más viva que nunca sorteando incluso las restricciones a la movilidad impuestas por el Consell. A pesar de la vuelta a la normalidad de muchos valencianos, muchos estudiantes como este grupo de italianas movilizadas hasta Aldaia, siguen desplazándose día sí y día también a los municipios devastados por la DANA para proseguir con las labores de limpieza del barro y abastecimiento a los vecinos damnificados.
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Francesca, natural de la localidad de Lugo, población situada en la región de Emilia-Romaña, relató a LAS PROVINCIAS las diferencias a nivel de gestión de la emergencias en las inundaciones que tuvieron lugar en el país transalpino en mayo del año pasado por parte de sus gobiernos: «Allí las autoridades avisaron a la gente con días de antelación y se le pidió a la población que se encerraran en sus domicilios y buscara las partes más elevadas de los edificios». Ella, al igual que sus compañeras, cree que si en Valencia se hubiese actuado con prevención y antelación «se habrían podido evitado muchas muertes». Según comentaron las propias jóvenes, ya llevan unos cuantos días ayudando, de hecho ayer estuvieron en la zona de Alfafar y Massanassa. Cogieron un taxi que les acercó hasta la salida a la pista de Silla y posteriormente empezaron a hacer camino andando en busca de socorrer a quienes requirieran de su presencia.
Tras encadenar una cuántas jornadas, las jóvenes reconocieron estar pasándolo mal «porque parece que haya dos mundos diferentes en muy pocos kilómetros», resaltaba Roberta haciendo referencia a que en la capital apenas cayó una gota de lluvia. Aunque tendrán clases en línea a partir de mañana, este grupo de italianas confirmaron que seguirán ayudando sobre el terreno a los valencianos afectados siempre que se pueda «o al menos nos acercaremos a las recogidas de alimentos o en los refugios de animales».
Del mismo bus y también equipados con mascarillas, bolsas de basura y capazos se bajaron tres estudiantes manchegos que cursan sus grados universitarios en Valencia, con sus primeros chapoteos sobre el fango de Aldaia. Álvaro, Javier y Guille dijeron «no poder estar en casa de brazos cruzados viendo los vídeos del desastre en las redes sociales». «Esto va de solidaridad, da igual de donde vengas, qué menos que hacer lo mismo que te gustaría que hicieran por ti», apostilla Javier.
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Los tres universitarios no están de acuerdo con restringir el acceso de los voluntarios a los municipios damnificados. «Los voluntarios lo hemos hecho todo. Es falso decir que sobra gente, necesitamos que venga todo el mundo», declaró Álvaro mientras recordaba cómo el trabajo de algunos de ellos durante tres días hizo que se pudiera desencallar una furgoneta de bomberos en Paiporta. «Si no vamos los jóvenes, esto se queda vacío, hago un llamamiento a todos los estudiantes a que vengan o colaboren en los puntos de recogida de comida», explicó Javier que también incidió en que se tiene que ir bien preparado o, en su defecto, recurrir al voluntariado. Por otro lado, el pasado domingo, dado que algunos municipios restringieron sus accesos, los tres amigos fueron al estadio del Levante para donar comida. «La idea es ayudar aquí o en centros de recogida de alimentos y material», señalaron los tres jóvenes mientras se encaminaban hacia el centro de Aldaia escobas al hombro.
Por su parte, Pablo se desplazó a Sedaví para colaborar en las labores que fueran necesarias. Este joven valenciano de 21 años denunció que la afluencia de gente «había bajado mucho con respecto al fin de semana» por la vuelta a los trabajos y la relativa normalidad que se respira en el ámbito de la ciudad, no así en las pedanías del sur más azotadas por la riada. «En su mayoría los voluntarios que estamos en Sedaví somos jóvenes gracias a las suspensión de clases», aseveró este joven voluntario.
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