![Mascarilla obligatoria en la calle| El baile de las mascarillas: sí ahora, ahora no](https://s2.ppllstatics.com/lasprovincias/www/multimedia/202202/06/media/cortadas/167966809--1248x830.jpg)
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Los dos bombos de la Lotería de Navidad daban vueltas y chocaban las bolas. España estaba pendiente del sorteo extraordinario más importante del año mientras Pedro Sánchez anunciaba ante la conferencia de presidentes autonómicos la vuelta a la obligatoriedad de la mascarilla en exteriores. ... Una medida que entró en vigor el 24 de diciembre.
Hacía medio año que el Gobierno había levantado la obligación a la ciudadanía de llevar la mascarilla por la calle, una medida que entró en vigor el 26 de junio. Y ahora el Consejo de Ministros del próximo martes quitará la imposición que puso en marcha 49 días antes. Una medida que avalan especialistas como la catedrática en Epidemiología Patricia Guillem. «En exteriores se ha visto que no sirve», porque la mayoría de contagios se producen en interiores.
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Pero la calle no acoge la nueva disposición con confianza, sino como el baile que ha llevado el Ejecutivo con las mascarillas desde el inicio de la pandemia. «Parece que el presidente del Gobierno esté en un karaoke cantando eso de Ricky Martin 'un, dos, tres, un pasito p'a lante, María... un pasito p'a atrás', comentaba ayer Paco Rodríguez sentado en la terraza de un bar de la avenida Gaspar Aguilar mientras caían finas gotas de lluvia que no llegaban a molestar. Paco, treintañero, del grupo de edad que menos se ha vacunado, se sorprendía como prácticamente el resto de personas a las que se preguntó. «Es que el bicho sigue aquí aunque estén bajando los contagios y yo, mientras no se aclare la cosa, voy a seguir llevando la mascarilla por la calle», afirma con la mascarilla colgada en la muñeca izquierda mientras saborea una cerveza acompañado de un amigo.
Se vive una sensación similar a cuando el pasado 26 de junio se 'despenalizó' la mascarilla en exteriores. «Me parece un poco precipitado. De hecho, yo seguiré llevándola, de momento, porque no creo que la situación esté para quitársela», comenta Josep Belda que hace cola para entrar a una farmacia. Josep defiende que el Gobierno «se ve obligado por muchas fuerzas que están en contra de cualquier cosa que haga. Si ordena que se ponga la mascarilla algunos dirán que la podía quitar. Y cuando la quite habrá un gran grupo de gente que se pregunte por qué la ha quitado tan pronto si la pandemia todavía no se ha terminado. Seguro que pasará eso».
En la memoria colectiva parece que haya transcurrido más tiempo y no sólo dos años desde que la pandemia se adueñara de las vidas de los valencianos un 10 de marzo de 2020, cuando se anulaban las Fallas y la Magdalena, y se ponía en evidencia cuatro días más tarde la magnitud de lo que se avecinaba al ordenar el Gobierno el confinamiento de la población.
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Entonces casi nadie llevaba mascarilla por la calle, sólo algunas personas con problemas de salud. Pero el estado de alarma levantaba la suspicacia de la población mientras recibía el mensaje de las autoridades sanitarias, como Fernando Simón, de que no era necesario usar este elemento de protección. Incluso en abril de 2020 seguía manteniendo ese discurso quien todavía es el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias. E incluso en mayo de aquel año, cuatro días antes de que se anunciase la obligatoriedad de la protección, aseguraba que «la mejor mascarilla son los dos metros de distancia». El 17 de mayo de 2020 la entonces portavoz del Gobierno, María Jesús Montero, ministra de Hacienda, anunciaba que sería obligatorio el uso de mascarillas en todos los lugares públicos.
Y mientras la población recibía en febrero, marzo, abril y hasta mediados de mayo de 2020 el mensaje de que este elemento de protección era innecesario, que las personas sanas no las necesitaban, las farmacias, los bazares y los almacenes se quedaban sin mascarillas a mediados de marzo. Incluso les faltaban a los sanitarios en los centros de salud y en los hospitales. Nadie se había encargado de atender los informes internos ni las alertas que llegaban de China primero y el lejano Oriente e Italia después, sobre qué era la enfermedad, cómo se contagiaba y qué medios se usaban para su prevención.
El mercado mundial quedó desabastecido de mascarillas ante la demanda masiva. Y China, el país de donde había salido el SARS-Cov 2, empezó a fabricar y los países, a robarse envíos unos a otros. Mientras, los talleres y particulares se lanzaron a fabricar mascarillas de todo tipo y a donarlas a los sanitarios. La Generalitat, junto a otra autonomías, fletó un avión desde China con material de protección para los sanitarios; llegó el 24 de marzo de 2020 y fue el primero de muchos vuelos.
El Consell repartió también en la tercera semana de abril mascarillas a los jubilados valencianos, mientras el Gobierno seguía enrocado en su negativa.
No había protecciones disponibles. Otros países, como Gran Bretaña o Argentina, con los mismos problemas que España trató a su población como adultos y les dijo con claridad que el mercado no disponía de mascarillas, que se las fabricaran o se taparan nariz y boca con una bufanda cuando tuvieran que salir a la calle.
¿Será esta la última vez que el Gobierno elabore un Real Decreto sobre las mascarillas? Dependerá, posiblemente, de la virulencia de la próxima ola de Covid-19. De momento, Angie Gómez y Lidia Aviñó, dos jóvenes que acababan de peinarse para acudir a la exaltación de su falla, lo tienen claro: «Yo la voy a llevar puesta por la calle».
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