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Una señal de ceda al paso en Bejís completamente calcinada por las llamas. José Luis Bort
Bejís busca renacer de las cenizas un año después del fuego

Bejís busca renacer de las cenizas un año después del fuego

Primer aniversario del incendio que arrasó más de 19.000 hectáreas. El monte sigue calcinado y la investigación del tren que penetró entre las llamas está archivada provisionalmente

Domingo, 13 de agosto 2023, 00:24

El color negro todavía tiñe los alrededores de Bejís. Un año después del incendio, los vecinos no pueden olvidar las llamas que arrasaron más de 19.000 hectáreas entre las comarcas del Alto Palancia, en Castellón, y en Los Serranos en Valencia. La vegetación que los rodea, prácticamente calcinada en su totalidad, es un constante recuerdo de la tragedia que tuvieron que atravesar el verano pasado. Un agosto en el que, lejos de disfrutar de las vacaciones, tuvieron que ver cómo los árboles entre los que muchos de los vecinos se habían criado estaban completamente calcinados.

El ritmo en Bejís continúa con normalidad. El mercadillo ambulante de comida permanece abierto y los vecinos se arremolinan a comprar aceitunas o frutos secos. Los bares están llenos de gente que charla animadamente. La palabra «incendio» no se escucha entre las conversaciones. De hecho, muchos de ellos prefieren no hablar del tema. No recordar que tuvieron que irse de sus casas cerca de una semana sin saber qué es lo que se iban a encontrar a su vuelta. Algunos se molestan al sacar el tema. A pesar de que sopla el viento de poniente, un hombre traslada unos tablones de madera a cuestas. «No quiero hablar de eso», dice visiblemente harto de que le pregunten por el incendio.

Sus vecinos explican que fue uno de los más afectados. Las llamas no sólo alcanzaron los campos, si no que en la finca donde reside quemaron toda la fachada y el humo penetró en algunas viviendas, incluida la suya. Mario Martínez reside en el mismo edificio. El hombre de 75 años se resiste a dar declaraciones en un primer momento, pero al final accede. Es el único habitante de la finca que quiere hablar.

Estado en el que han quedado los alrededores de Bejís tras el incendio. José Luis Bort
Imagen principal - Estado en el que han quedado los alrededores de Bejís tras el incendio.
Imagen secundaria 1 - Estado en el que han quedado los alrededores de Bejís tras el incendio.
Imagen secundaria 2 - Estado en el que han quedado los alrededores de Bejís tras el incendio.

«Estamos en un momento muy tenso. Tenemos que presentar un recurso porque la mitad de la gente que vive aquí no tenía seguro del hogar y han tenido que pagar los gastos de su bolsillo», cuenta Mario. Los que sí que estaban cubiertos no han tenido ningún problema. De hecho, la aseguradora les permitió elegir la empresa que querían que hiciera la rehabilitación. Pero no todos han corrido la misma suerte.

La finca da directamente al monte. Mario no duda en ponerse ropa de calle y andar entre el sendero pedregoso. Señala con la mano la parte exterior de la fachada en la que todavía quedan vestigios de las llamas que amenazaron con destrozar sus casas. El garaje comunitario todavía tiene intensas marcas de color negro. Un recuerdo de la humareda que se coló por la finca. Ahora sólo les queda tener paciencia y esperar a que les den algún tipo de ayudas a aquellos que no tenían seguro. «Siempre se ha dicho que no tenía sentido contratar un seguro en Bejís. Te piensas que nunca va a pasar nada hasta que pasa», comenta Mario con crudeza.

Ahora, todos los residentes de la finca a la que alcanzó el fuego están cubiertos, pero el daño ya está hecho. El hombre de 75 años sólo acude al pueblo para veranear, pero ya no es lo que era. «Antes teníamos unas vistas preciosas. Ahora lo ves y da pena», lamenta. Después, regresa a su casa a refrescarse con el aire acondicionado.

A unos metros de la finca, Ángel Gil trabaja en una obra. «Yo hice esa reforma», revela señalando el edificio en el que reside Mario. En los pueblos, las dinámicas son completamente diferentes. Se pierde el anonimato que aporta vivir en una gran ciudad pero se ganan amigos de toda la vida. Salir a la calle sabiendo que siempre recibirás un «buenos días» de tu vecino. O que no hace falta tenerlo todo planeado: basta con acudir a la plaza de la población para encontrarse con los vecinos y poder distraerse con una buena conversación.

«Si me impliqué en la obra es porque en esa finca vive un amigo mío de la infancia», confiesa Ángel. Tiene una radiante sonrisa en el rostro, símbolo de que tiene esperanza en que regrese el pueblo de Bejís del que se enamoró cuando era un niño.

El vecino es el portavoz de la plataforma Oriwa creada con la función de que el territorio arrasado por el incendio que se proclamó en 2022 «recupere su dignidad y también se restablezca la flora de la zona y sus especies de animales autóctonos», como reza su página web.

Negarse a caer en el olvido

El día 15 de agosto de 2022, la vida de los vecinos de los pueblos afectados cambió por completo. «Quieras o no, te da mucha lástima. Tenemos el recuerdo de haber crecido entre estos montes y ahora está todo quemado», confiesa Ángel. Ante la desolación que sintieron fundaron esta plataforma para asegurarse de que la catástrofe que les asedió, y sobre todo sus secuelas, no caigan en el olvido. De hecho, se considera el incendio más devastador de los últimos años. Por eso el día 15 de agosto estará para siempre marcado en sus calendarios. Una fecha que definió la historia de una población que antes era un reclamo para los turistas y para los senderistas que acudían para desconectar del ajetreo urbano y disfrutar de la naturaleza en estado puro.

Las llamas no sólo quemaron los recuerdos de la infancia de los vecinos de toda la vida, si no que también se llevaron por delante gran parte de la actividad social y económica que siempre ha caracterizado a Bejís por su gran atractivo para los turistas.

El martes 15 es el aniversario de la tragedia. «Hemos preparado un acto conmemorativo. Acudirán personas de todos los territorios afectados andando hasta la estatua de la Gota de Bejís y leeremos un manifiesto», cuenta el portavoz de la plataforma Oriwa.

Los habitantes de Sacañet acudirán vestidos de verde, los de Bejís, de blanco; los de Teresa, de amarillo; los de El Toro, de rojo; y los de Torás, de Morado. «Queremos recordar que somos los pueblos que renacieron de sus cenizas. Cuando ves que está todo perdido y que ya has tocado fondo sólo queda el volver a resurgir», cuenta Ángel. Por su tono de voz y el brillo en sus ojos se nota que tiene fe en que la vegetación vuelva a renacer y el verde sustituya al color negro que ahora los rodea.

«Los olivos son muy agradecidos. Tenemos un lema para referirnos al árbol que es: 'Hazme pobre y te haré rico'. En condiciones tan malas, renace con más fuera», explica el portavoz de la plataforma Oriwa.

Para reavivar la esperanza, uno de los vecinos y socio de la plataforma compró 500 plantas de geranios el pasado mes de mayo para darles algo bonito que mirar a los habitantes cuando la pena por ver cómo ha quedado su tierra les invada. Son los momentos más duros los que sacan a relucir la humanidad. La verdadera esencia de las personas.

En la plaza principal de Bejís, los vecinos charlan con normalidad. María Amparo Romero pasa la mañana junto a su grupo de amigas. Las mujeres ríen y se divierten pero recordar el incendio les nubla el rostro. «A mí se me quemaron olivos, almendros y panales. Eran herencia de mi marido», cuenta la mujer de 67 años.

Acaban de hacer una reclamación porque les han dado 200 euros de ayudas por los cien olivos que se quemaron. «Me parece que es insuficiente», dice María Amparo. Pero si hay algo que le atormente es saber que su huerto nunca volverá a ser el de antes. «Me da pena saber que soy mayor y no voy a volver a ver en mi vida el paisaje como era antes», asegura con el corazón en la mano.

Echar la vista atrás

La primera chispa se inició en Bejís, pero no tardó en propagarse rápidamente. Las llamas se abrían paso entre las poblaciones cercanas, afectando a los términos de Viver, El Toro, Altura y Alcublas, entre otros. Según fuentes oficiales, el fuego comenzó a causa de un rayo producido por una tormenta seca. Y comenzaron los desalojos a medida que el fuego se propagaba. Cinco días después, los efectivos consiguieron estabilizar el incendio. Pero para entonces las llamas ya habían devorado cerca de 19.000 hectáreas.

Otro de los puntos más polémicos de la catástrofe fue aquel tren que se metió de lleno en el epicentro del incendio. Y también de quién era la responsabilidad de que el convoy hubiera salido de la estación. La caja negra del tren delató que estuvo detenido hasta 13 minutos entre las llamas. Al parecer, la maquinista avisó al Puesto de Mando de que lo estaban rodeando las llamas y que iba a regresar a Valencia. Pero el tren se paró. Eran las 18 horas y 12 segundos. La investigación esclareció que no se había efectuado una correcta pulsación de los botones de lo que se conoce como el pedal de hombre muerto, un dispositivo que permite detener el convoy si surge un problema de salud del maquinista.

El atestado concluyó en que hubo una falta de previsión por parte del Puesto de Mando Avanzado y que Emergencias ignoró una llamada avisando del peligro. La causa se lleva en el juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Segorbe pero por el momento permanece archivada provisionalmente a la espera de recibir una ampliación del informe pericial con tal de esclarecer quién tiene que asumir la responsabilidad de que aquel tren saliera de la estación y que los pasajeros se vieran cara a cara con el infierno.

Ángel Sanchis, hace un año, mostrando sus quemaduras. Damián Torres

Las víctimas del tren de Bejís: entre el olvido y el trauma

Cada persona asimila las tragedias de una manera. También influye cómo vieron de cerca las llamas. Pero si hay una frase que se repite entre los pasajeros del tren de Bejís que se metió en el epicentro del incendio -casi medio centenar resultaron heridos, tres de ellos de gravedad- es: «Pensaba que me iba a morir». Ángel Sanchis tiene 68 años e iba a bordo del convoy . Se quemó en los brazos y piernas.

«Las quemaduras del brazo nunca se me van a ir. Se me han quedado como un tatuaje pero intento no mirarlas», confiesa la víctima. A pesar del mal trago que pasó, considera que ha podido rehacer su vida sin problemas. «Suelo hacer el mismo trayecto en tren y no me da ningún miedo. No creo que me haya marcado más allá de las quemaduras», cuenta el afectado un año después de ser un testigo de primera mano de la tragedia.

Pero no todas las víctimas sienten que puedan dejar el pasado atrás. El yerno de una de las pasajeras se limita a dar pocos detalles sobre cómo aquel horrible trayecto hacia las llamas afectó a su familia. No quieren revelar su identidad ni hacer demasiadas declaraciones al respecto. Aunque hayan pasado casi 365 días de aquello, la mujer sigue sufriendo, y su familia con ella.

«Mi suegra fue la más afectada de aquel tren. Sigue yendo a que le curen las heridas», explica el hombre. Al parecer, la víctima tenía heridas de segundo y tercer grado que todavía no han remitido. Sumado al trauma emocional de haberse visto a un paso de la muerte. Lo único que quieren recalcar es: «Estamos completamente en desacuerdo con las declaraciones de la maquinista». Según comenta, fue la conductora del tren «la que dijo a los pasajeros que bajara para salvarse. A mi suegra la obligó», asegura el yerno. Todavía queda esperar a la ampliación del informe pericial y que la investigación determine de quién es la responsabilidad.

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