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Hace 20 años que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero derogó el trasvase del Ebro. En su sustitución el Ejecutivo socialista de la mano de la entonces ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, diseñó el Programa Agua con el que pretendía traer a la ... Comunitat más recursos.
El Programa Agua supuso el boom de las desalinizadoras en la Comunitat. Fueron planteadas como una alternativa fiable para traer agua. Parecían la solución más factible en plena explosión de los desarrollos urbanísticos que se planteaban en esos momentos. Unos años más tarde, con la crisis económica de 2008, se paralizaron muchos de estos planes y algunas de las plantas se quedaron sin sentido. De hecho, tres de ellas (Moncófar, Oropesa y Sagunto) se encuentran casi paralizadas.
Dos décadas más tarde las actuaciones más visibles del Programa Agua son las cinco plantas construidas en la Comunitat. Supusieron una inversión cercana a los 500 millones de euros. Ahora la sequía las vuelve a poner en primer plano.
Estas no fueron las primeras desalinizadoras de la Comunitat. Hubo otras anteriores como la de Alicante o la de Xàbia. Pero sí fueron las que más polémica y rechazo generaron. Son las de Oropesa, Moncófar, Sagunto, Mutxamel y Torrevieja. Todas están ya en funcionamiento aunque a un ritmo muy distinto. Mientras las de Torrevieja y Mutxamel generan una notable cantidad de agua, las otras tres se encuentran casi paradas, según Acuamed.
La Comunitat cuenta actualmente con ocho desalinizadoras en funcionamiento que en 2022 produjeron algo más de cien hectómetros cúbicos de agua cuando su capacidad total es de 186,8 hectómetros. De esta forma, funcionan prácticamente a la mitad (al 54%) de su capacidad pese a la fuerte sequía que está asolando las tierras valencianas.
En estos momentos, las desalinizadoras pueden jugar un papel crucial. La falta de lluvias se ha configurado como uno de los grandes problemas de la Comunitat. La mayor parte de la cuenca del Júcar se encuentra en situación de emergencia o de alerta por la falta de recursos y ya se están produciendo las primeras restricciones agrícolas.
A las plantas de Moncófar, Oropesa y Sagunto, las más infrautilizadas, se les está buscando clientes a los que pueda interesar el agua que produce. Pero pasa el tiempo y siguen sin una utilidad clara.
La planta de Oropesa costó la friolera de 55 millones de euros y se dio oficialmente por terminada en 2019. Desde entonces su producción ha sido prácticamente testimonial. Apenas genera cinco hectómetros cúbicos anuales de una capacidad total de 17,5, un 25%. La mayor parte de esta producción se destina a consumos urbanos.
En una situación parecida se encuentra la desalinizadora de Moncófar. Con una capacidad de 20 hectómetros cúbicos su producción en 2023 fue de 0,3 hectómetros. Su construcción costó 55 millones.
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Las dos plantas fueron planeadas para hacer frente a los desarrollos urbanísticos que se iban a producir en la zona. Veinte años después estos planes no se han desarrollado y la población no se ha incrementado tal y como estaba previsto. De esta forma, ambas desalinizadoras se han quedado sin clientes potenciales. Los regantes de esta zona tienen alternativas para captar agua por lo que no están interesados en la que vende la desalinizadora por ser más cara y menos apropiada para el riego.
Una tercera planta que está prácticamente inutilizada es la de Sagunto. De esta forma, ahora produce entre 7.000 y 8.000 metros cúbicos diarios de agua desalada. En 2023 generó 0,18 hectómetros cúbicos. La construcción de esta desalinizadora supuso una inversión de 37 millones de euros.
El año pasado esta planta saltó a las primeras páginas por el anuncio del Gobierno catalán y central de que podría servir para apoyar el abastecimiento de Barcelona si seguía sin llover. El agua iba a ser transportada en barco pero las precipitaciones llegaron a Cataluña y finalmente no hizo falta. La operación sirvió para que se conectará la desalinizadora con el puerto de Sagunto a través de una tubería de suficiente capacidad, unas obras que han sido recientemente anunciadas.
La planta de Mutxamel, en funcionamiento desde 2020, supuso una inversión de 65 millones de euros y tiene una capacidad de producción de 18,2 hectómetros cúbicos y en 2023 generó 10,9. En estos momentos, ha tenido que aumentar la producción de agua por la situación de sequía en la que se encuentra la provincia de Alicante. Todavía funciona por debajo de su máximo pero se le ha encontrado una utilidad diferente para la que fue concebida. Por ejemplo, se ha convertido en un pilar básico para el suministro de Benidorm y la Marina Baixa a través del Consorcio de la Marina Baixa.
Además esta planta abastece a la parte norte de la ciudad de Alicante, San Juan de Alicante y El Campello. Hay que tener en cuenta que los pantanos de la Marina Baixa se encuentran bajo mínimos, El Amadorio está al 10% con 1,7 hectómetros cúbicos embalsados y el de Guadalest se encuentra al 18% con 2 hectómetros almacenados. En todo el sistema los embalses no contienen ni cuatro hectómetros cúbicos almacenados, a todas luces una cantidad insuficiente.
La desalinizadora de Torrevieja es la de mayor capacidad de España. En estos momentos es capaz de generar 80 hectómetros cúbicos anuales. Supuso una inversión de cerca de 300 millones de euros. Ahora se acaba de licitar la ampliación hasta los 120 hectómetros cúbicos (un 50% más de producción) con una inversión de 89 millones de euros. También la sequía, y los recortes al trasvase del Segura la han convertido en una pieza fundamental para el abastecimiento de la Vega Baja y parte de la provincia de Murcia.
Las obras permitirán doblar la captación y bombeo de agua de mar en el dique de Poniente del Puerto de Torrevieja. Para ello, se levantará una nueva nave de casi 5.000 metros cuadrados con nuevos sistemas de desalación por ósmosis inversa.
La ampliación de la planta permitirá asegurar el abastecimiento de agua a la población de la Mancomunidad de Canales del Taibilla y para el riego de los cultivos del Campo de Cartagena.
Esta desalinizadora se convirtió en el buque insignia del Programa Agua y su construcción conllevó una fuerte polémica. Los regantes no querían comprar el agua porque consideraban que era de peor calidad y por la presencia de boro, que no es lo mejor para los cultivos. Otros motivos de la oposición es que el coste del agua desalada es mucho más elevado que las de pozo o manantiales, al margen de que la calidad es peor. Un metro cúbico de agua desalinizada puede costar algo más de un euro frente los 0,3 euros o menos del agua natural.
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