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Ismael mira con pesar el cartel en su campo. Jesús Signes
El campo con siglos de vida que Ismael tuvo que vender

El campo con siglos de vida que Ismael tuvo que vender

HISTORIAS VALENCIANAS ·

La gota que colmó el vaso fueron los siete céntimos por kilo de mandarina. Un joven de Algemesí arranca su plantación y traspasa la parcela de cuatro generaciones

Martes, 6 de julio 2021, 00:19

Media hectárea con siglos de vida, que ha dado de comer a generaciones de una misma familia y donde ahora lo único que hay 'sembrado' es un cartel de 'Se Vende'. Lo ha plantado Ismael Navarro, el joven agricultor que la ha cultivado en los últimos cinco años. Es el nieto de Vicente Castell, el propietario de esta parcela de Algemesí en la que hasta hace unos meses había una plantación de mandarinas. Decidió arrancar todos los árboles tras 25 años de producción. Lo culminará con un acto reivindicativo y de denuncia con la cremà de todos ellos en fechas de Fallas.

El detonante fueron los 7 céntimos por kilo de mandarina a los que pudo vender la última cosecha. Otra miseria, un año más, y ya iban cuatro de pérdidas. El coste de producción está en los 25 céntimos. Su abuelo Vicente aún vive. Ronda el siglo de vida y lloró amargamente porque no estaba de acuerdo ni con arrancar los árboles ni con la venta de la tierra. Esa era la última de sus soluciones. «Fue muy doloroso verlo porque ha trabajado toda su vida en ella, al igual que lo hizo su padre y su abuelo, pero la familia consideró que era la mejor solución», cuenta. Cuatro generaciones en el olvido, pero «no podemos vivir del romanticismo, con eso no pagamos las facturas, ni nos permite sacar una vida familiar adelante. Al final el agricultor es un empresario que tiene que tomar decisiones tan duras como estas».

Informático de profesión, Ismael vivía en Reino Unido cuando le picó la curiosidad por la agricultura. «Valorabas mucho los productos que no tenías y cuando llegaban naranjas o mandarinas te alegrabas. Cuando volví quise indagar y saber lo que me decían desde Valencia: que la tierra no es lo que era hace veinte años, que ya no es rentable, que no merece la pena».

«No podemos vivir del romanticismo. El romanticismo no paga facturas ni saca adelante a una familia»

Con 33 años decidió dejar los ordenadores y la programación y coger las riendas de las tierras familiares para comprobar de primera mano cuál era la situación. Se formó, y sigue haciéndolo, y lo cierto es que la agricultura le enganchó. «De los cinco años que llevo al frente de esta tierra, el primero es el que dio para salir adelante, los otros cuatro han sido pérdidas tras pérdidas y eso, para una economía familiar, es insostenible. De hecho, esta plantación llevaba una década sin ser rentable», explica. Antes de tomar esta drástica decisión, intentaron ahorrar costes. En lugar de contratar a gente hacia él mismo las labores, hasta la recolección. Ni aún así salían las cuentas.

El oasis del aguacate

Ismael tiene más terrenos cultivables en otras zonas, a las que saca más rentabilidad porque puede utilizar maquinaria e incluso introducir otro tipo de cultivos, como el aguacate, en el que está experimentado y tiene un canal de venta directa. «Pero eso son soluciones individuales, la mayor parte de la producción en la Comunitat es para la exportación, donde el que pone el esfuerzo y su patrimonio es el que menos gana».

A pesar de todo, este joven sigue reivindicando «la Agricultura, con mayúsculas», y cree que el sector tiene que seguir removiendo conciencias y dando a conocer que «ha dado y sigue dando mucho a esta tierra, que ha sido uno de los motores fundamentales de la economía valenciana. «Es tan injusto ver cada día a agricultores, muchos de ellos pensionistas, venir a hacer sus labores porque quieren conservarlo hasta el último día de su vida y la única forma es seguir trabajándola, que hay que denunciar la situación que vive el campo», insiste.

Reclama a las administraciones, sean del color que sean, «que se pongan las pilas, que nos tomen en serio y que no se acuerden de nosotros sólo en elecciones, que pisen más el terreno y no tanto los despachos».

Muchos son los factores que están matando poco a poco al campo valenciano. Según explica, el ser mayoritariamente parcelas pequeñas que conllevan un mayor coste; la importación de productos de otros países a precios no competitivos y también la falta de control en la regulación de los intermediarios. «Hay abusos y el Gobierno tiene que estar más pendiente. Tienen que haber unas reglas para que el productor no pierda dinero».

El abuelo Vicente, que roza ya el siglo de vida, lloró amargamente cuando vio arrancada la plantación de su familia

Ismael no es el primero ni el último agricultor que venda su tierra. En la Comunitat se abandonan cada día 4 hectáreas de tierra. Miles de ruinas.

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