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Un bombero de la Diputación de Zaragoza comprueba las bombas que achican agua del parking subterráneo de la plaza Mayor de Catarroja. TXEMA RODRÍGUEZ
Catarroja, capital de Aragón

Catarroja, capital de Aragón

Los cuerpos de seguridad se despliegan por autonomías y toman el mando para coordinar el trabajo, centrado en la búsqueda de víctimas en los aparcamientos subterráneos

Lunes, 4 de noviembre 2024, 00:58

Es la primera vez, cinco días después de la catástrofe, que en Catarroja había una actividad tan intensa. Ayer, en Camí Reial, la vía principal del municipio, la maquinaria pesada por fin trabajaba a destajo, y el ensordecedor ruido de varias bombas desaguando el aparcamiento subterráneo municipal parecía aliviar a los vecinos, que han estado todos estos días contemplando con una mezcla de incertidumbre y rabia el agua estancada que anega el parking. «La primera planta se ha revisado y no se ha encontrado ninguna víctima», aseguraba ayer un miembro de protección civil de Zaragoza.

¿De Zaragoza? Un responsable apenas se hace oír sobre el rumor insistente de las bombas de agua, que explica que esta zona -enseña en el móvil un perímetro del municipio- está bajo la responsabilidad de Aragón. «Todos los efectivos que están desplegados en este perímetro hemos llegado de Teruel, Huesca o Zaragoza». Y entre los cuerpos de seguridad, hay Guardia Civil, Bomberos, Protección Civil, Policía... Han traído maquinaria pesada y se han puesto a trabajar como si no hubiera un mañana. «Teníamos ganas de empezar», dice uno de los bomberos.

La realidad es que no están bajo la coordinación ni del Centro de Coordinación de Emergencias ni del Ministerio de Interior, sino que en ese perímetro las decisiones están coordinadas por un mando aragonés que toma las decisiones de forma autónoma. Y así en todos los municipios afectados. De hecho, Aragón ha aportado 180 efectivos, que tienen un puesto de mando avanzado en Sarrión, en la estación de servicio de La Venta del Aire, y descansan en Segorbe.

Moverse por las calles

El agua que se va extrayendo del aparcamiento subterráneo va a parar en parte a las alcantarillas del Camí Reial, que no dan abasto para poder asumir todo el caudal que va llegando. El caudal va encharcando las calles, mezclándose con el barro que todavía está acumulado en las calles, y que convierte en un deporte de alto riesgo moverse por el municipio. Pero la realidad es que la gente se tiene que desplazar, porque además de limpiar sus casas o sus negocios, necesitan salir para conseguir productos de primera necesidad.

Hay un puesto junto al Ayuntamiento que entrega comida y otro que dona ropa, pero hacen falta más cosas. «Nos han dicho que dan botas en la Florida», dice una mujer, que va agarrada de su marido. Un vecino con el que se cruzan no sabe si puede llegar hasta allí. «Es que caminar por las calles es muy complicado», dice. De reojo miran el aparcamiento municipal de la plaza Mayor. Se preguntan si habrá gente. «Los rumores son que seguramente alguien quedó dentro», dice un vecino. En la plaza y en los alrededores echan en falta unas siete personas.

Otro equipo trabaja con bombas de achique en el túnel que salva las vías y permite el acceso a Catarroja desde el polígono industrial. Los vecinos de las fincas colindantes se asoman a los balcones y ven descender poco a poco el nivel del agua. Dos vehículos han aparecido flotando. Todavía no se sabe qué más hay bajo las aguas estancadas, cubiertas con una capa de escombros arrastrados por la riada. «Escuchamos gritos de auxilio», dice una vecina desde el balcón. Al cabo de unos minutos, silencio. «No hay palabras para describir este horror» y las lágrimas salen.

La prioridad es la búsqueda de víctimas, y para ello los equipos se dividen entre quienes achican agua en garajes y túneles inundados, y quienes se centran en retirar vehículos y despejar las calles para recobrar las comunicaciones.

En la zona de les Barraques, un barrio de casas de pueblo donde vive gente mayor, hay muchas calles por donde todavía no se puede circular, porque los trastos inservibles de cada vivienda ocupan la calzada. «Tienen que venir a llevárselo, pero no sé cuándo nos tocará a nosotros», dice Vicenta.

Comida inservible

Como todos los afectados, tuvo que tirar la mayoría de comida que tenía en la nevera y el congelador, que han quedado inservibles. Ahora toda esa comida se pone mala sin que nadie se la lleve. No hay posibilidad de tirar la basura, porque no hay contenedores. «Deben de estar todos flotando en la Albufera», dice otra mujer, que intenta poner algo de humor a la situación. Así que el olor cada vez es más penetrante, y el ambiente comienza a ser insalubre y son necesarias las mascarillas. De hecho, junto a las vías del tren se han ido acumulando montañas de muebles y enseres inservibles, y donde el olor es todavía más penetrante, mientras los voluntarios y los vecinos siguen tirando trastos con la vista puesta en el cielo, que comenzaba a nublarse a mediodía y descargaba con fuerza por la tarde, agravando la situación.

Entre las vías del tren, que ni se sabe cuándo volverá a circular, decenas de voluntarios caminan cargados con escobas, palas y productos de limpieza para ayudar en lo que pueden. En la estación, todavía quedan restos de fango, mientras el pitidito de la puerta automática suena insistentemente porque no se puede cerrar. El túnel inferior peatonal todavía sigue anegado. Cinco días después.

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