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Para acceder a la web de la Federación de Jóvenes Investigadores, entidad que agrupa a una decena de colectivos de toda España, hay que teclear 'precarios.org' en el ordenador. Más claro, el agua. La situación de quienes se dedican a la ciencia en unos momentos en los que la sentimos más necesaria que nunca sigue, desgraciadamente, más o menos igual: contratos temporales, salarios mejorables, dificultades para estabilizarse y escaso apoyo de las administraciones. Trabajadoras de la Fundación Fisabio alzaron la voz esta misma semana para recordar que, pese a que están en un combate cara a cara con el Covid y sus diferentes variantes, la temporalidad afecta al 80% de su plantilla.
El Consell no está ni mucho menos para ponerse medallas a la hora del análisis. En el Mapa del Talento en España elaborado por el Instituto Valenciano de Estudios Económicos y la Universidad de Valencia, la Comunitat Valenciana aparece en la penúltima posición, sólo por detrás de las Islas Canarias, en cuanto a su capacidad para retener el talento: «La región es un polo potencial de atracción de talento pero sin capacidad para retenerlo». Para ello, el estudio valora la existencia de un sistema de pensiones saneado (medido por el porcentaje de afiliados al total del sistema sobre la población activa) y el gasto realizado en protección social por habitante.
Y es que a la vista de estos datos, escaso ha sido el resultado del proyecto Generació Talent que, dotado con 40 millones de euros y anunciado a bombo y platillo en el año 2016 por parte del president Ximo Puig, buscaba precisamente frenar esa fuga de conocimiento.
Un ejemplo lo pone Artemi Cerdà, responsable del programa que estudia la erosión del suelo y la degradación desde la Universidad de Valencia: «Asesoro a países como Australia y Estados Unidos sobre cuestiones relacionadas con los incendios y el Consell nunca me ha pedido opinión». Defiende la necesidad de grupos amplios y heterogéneos y la continua generación de conocimiento mientras que en España prima más la pasividad «cuando ganas tu plaza».
La pandemia ha tenido diferentes efectos sobre la ciencia. Desde el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas, Alejandro Atarés explica que la primera consecuencia fue la pérdida «de miles de plantas» al no poder acudir durante el confinamiento a los laboratorios donde cultivan plantas para multiplicar su cantidad y mejorar su sabor: «Esto supuso que perdiéramos materiales de muchos experimentos, partes de tesis doctorales se retrasaron y colaboraciones con empresas tuvieron repercusión en sus contratos. Fue algo estresante». La investigadora de Ciber Fisiopatología de la Obesidad y Nutrición Dolores Corella también señala que algunos productos que adquirieron caducaron y estudios que realizaban con personas tuvieron que retrasarse.
Por contra, Luis Guanter, catedrático de Física Aplicada, investigador en Observación de la Tierra y uno de los seis investigadores de la UPV más influyentes del mundo, señaló que su labor se vio menos afectada al trabajar ligado a los datos de los ordenadores. Con una larga experiencia internacional a sus espaldas (en Alemania y Reino Unido) destaca la «falta de movilidad del sistema universitario» mientras observa que en Alemania «la investigación más puntera no se hace en las universidades, sino en redes de institutos de investigación con muchos medios que no tendrían aun un equivalente en España».
Científicos como Atarés reclaman una planificación a largo plazo para el Gobierno y confían en que la 'lección del Covid' se aprenda: «Ojalá salga algo positivo de esto y se potencie el sistema público». No tan optimista se muestra Corella, quien cree que, «desafortunadamente, todo esto pasará» y no cambiará la situación de infrafinanciación que sufre tanto España como la propia Comunitat. «Nosotros somos más productivos. Nos apañamos mejor con el dinero que recibimos», recuerda Corella mientras que Artemi Cerdà considera que «si no invertimos en ciencia no habrá un avance de la sociedad».
En la misma línea se mueve Francisco José Barba, especialista en tecnología de los alimentos y que trabaja en mejorar la conservación y la calidad de los productos: «En el momento en que esto pase no se le prestará atención. Soy bastante pesimista. Necesitamos un cambio radical y no se está por la labor». Aboga por que una ley de mecenazgo mejore la colaboración entre universidades y empresas.
Además, los jóvenes han tenido que emigrar en un proceso que algunos prefieren llamar 'exilio científico' antes que fuga de cerebros. «El mundo no se acaba en los Pirineos, ni siquiera en Europa», aconseja Cerdà a sus alumnos.
Atarés reconoce que los jóvenes lo tienen «más difícil que hace dos décadas. A veces te alegras cuando ves que una persona a la que has formado entra en una empresa, pero conoces a tanta gente competente que no está...» Corella remarca que el concepto 'científico joven' «se alarga hasta los 45 años». Como mujer, recuerda que ellas lo tienen «mucho más difícil. La ciencia es un mundo de hombres, no quieren soltar sus puestos de influencia».
La burocracia es otro problema que encuentran los científicos: «Es una locura, es terrible», resume Corella. Barba reconoce que la lentitud de los procesos «me ha hecho perder proyectos». Pero Corella quiere ser optimista: «Mientras haya científicos y científicas vocacionales, seguirá habiendo ciencia».
Los jóvenes investigadores denuncian que, tras el grado y el máster, llega el programa de doctorado y, posteriormente, un contrato precario en formación con un salario que ronda los mil euros para un investigador que puede tener entre 24 y 25 años. La promesa de sueldos dignos sigue sin cumplirse.
No ha habido respuesta sobre la convocatoria de 2020 para investigadores y, pese a ello, ya se ha lanzado la siguiente convocatoria. Quien la pidió duda si ha de hacerla de nuevo o no.
El Gobierno prometió una prórroga de cinco meses a quien estuviera haciendo una tesis doctoral y hubiera perdido prácticamente un año de su trabajo por la pandemia. Por el momento no se ha resuelto esta situación y muchos investigadores ignoran cuándo finalizará su contrato.
La Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca), órgano adscrito al Ministerio, apuntó que sí se podían abonar. El Ministerio lo dejó en manos de las propias Universidades y son muy pocas las que han manifestado su intención de abonar esta cantidad a su personal laboral, que además carece de convenio en la Comunitat pese a las promesas electorales.
Porcentaje que la Comunitat destina a I+D. Está por debajo de la media nacional (1'25%), que ya de por sí es muy inferior a la que destinan otros países y deja en el aire la promesa de llegar al menos al 2%. Muy por delante están autonomías como el País Vasco (1'97%) y Madrid (1'71%).
Pese a la presencia de Pedro Duque al frente del Ministerio, los anuncios de una próxima presentación de un Pacto por la Ciencia han quedado en eso. Los científicos reclaman una planificación a largo plazo.
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