Hablar del suicidio, romper el tabú, ayuda a prevenir un drama social que se lleva una vida cada día en la Comunitat. De hecho, la creencia de que visibilizarlo fomenta el efecto repetición no sólo es falsa, sino contraproducente, pues puede llevar a que ... no se actúe a tiempo. A quitarle importancia y a dejar pasar la oportunidad de intervenir.
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Desmontar mitos, facilitar estrategias para detectar riesgos y poder ayudar a un ser querido han sido las bases de la ponencia 'Apostando por la vida. Prevención y detección del suicidio en la adolescencia'. Organizada este martes por la Federación de Centros de Enseñanza de Valencia (Feceval), ha corrido a cargo de Dolors López, coordinadora del plan de formación del profesorado en prevención, detección e intervención del suicidio de la Conselleria de Educación. Pero no sólo ha hablado como experta. También como madre que perdió a su hija.
«Creo que es el tabú más grande de la humanidad», ha definido a modo de introducción, antes de referirse a falsas creencias, factores de protección y de riesgo y estrategias de apoyo que pueden servir tanto a docentes como a familias. Entre las lecciones más valiosas, que salir del túnel de la idealización del suicidio no es cosa de uno o dos, sino que es necesario pedir ayuda, tanto a nivel social, del entorno más cercano y de confianza, como profesional. Y que hablarlo «puede ser la última oportunidad» para salvarlo.
Los mitos
El suicidio se vincula con ideas falsas o preconcebidas que es necesario desterrar. Como que los que lo consuman nunca lo han contado antes -«casi todos los casos han estado precedidos de avisos de algún tipo»-, que el que lo sufre está decidido a quitarse la vida -«no es cierto, lo que no puede es gestionar un sufrimiento y por tanto no busca la muerte, sino dejar de sufrir»- o que existe algún tipo de prevalencia del riesgo, cuando no existe un perfil tipo ni atiende a cuestiones de tipo cultural, social o religioso. «El suicidio es transversal, nos puede ocurrir a cualquiera».
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Factores de riesgo
El mayor riesgo se da cuando una persona ya ha tenido una tentativa, especialmente entre los tres y los seis meses siguientes. «Es necesario tener un cuidado extremo y ayudarle a que encuentre las herramientas necesarias». El segundo factor tiene que ver con trastornos como la depresión, de ahí la importancia de saber gestionar situaciones difíciles de abordar, de ansiedad y desesperanza.
La OMS también se refiere a los de tipo familiar, por ejemplo cuando existe un elevado nivel de rigidez y exigencia, y a los sociales, como el acoso escolar, «que destruye la autoestima y el sentimiento de pertenencia». «Cuando se dan dos o tres factores de riesgo y una situación difícil de gestionar o traumática se puede caer con más facilidad», en palabras de López.
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Factores de protección
Dolors López se ha referido a características personales y del entorno que ayudan a la prevención, como «un apoyo social de calidad y significativo que te haga sentirte protegido y valorado tal y como eres, que se parece mucho al apego de una madre», pues actúa de «colchón que nos permite afrontar las situaciones difíciles que nos vayamos a encontrar».
También ha destacado que aunque no exista o se haya perdido «se puede reconstruir, por ejemplo a través de una institución -ella fue directora de un centro de menores- o con un buen grupo de amigos». Para incidir en este punto ha recurrido a un ejemplo bastante habitual en las aulas, atendiendo a que buena parte del público eran docentes y directores de centros: «¿Cuántas veces habéis pensado que determinado alumno tiene todo lo malo y sin embargo ha salido adelante?».
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La autoestima, saber afrontar situaciones de dificultad y a nivel institucional contar con campañas de concienciación, servicios de atención y protocolos de actuación también contribuyen a la prevención.
¿Cómo ayudar?
Durante la ponencia ha insistido en la importancia de prestarles especial atención. Nunca trivializar ni dejarlas pasar. Se ha referido sobre todo a cambios de conducta que se mantienen en el tiempo, a la tristeza, la rebeldía, la irritabilidad, la desesperanza o el consumo de sustancias y alcohol, así como a actitudes como la entrega de posesiones valiosas. «Que una persona mayor reparta a sus joyas entre sus hijos es normal, que lo haga una madre de 44 años o un adolescente con su móvil o con una sudadera no», ha ejemplificado. También ha citado avisos más extremos, como encontrar cartas de despedida o detectar la acumulación de medicamentos entre sus pertenencias.
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«Es fundamental que no pasen por nuestro lado sin verlas. Cuando alguien dice 'ojalá desapareciera' no tenemos que hacerle pensar en otra cosa e intentar cambiarle el chip. Hay que hablar y escuchar. Decirle, perdona, ¿qué estás queriendo decir con eso? Eso es prestar atención a una señal de alarma», ha explicado.
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«Tenemos que sentarnos y preguntar: ¿Qué te pasa? Estoy preocupada y es algo que me importa, te veo triste, has cambiado. ¿Te ocurre algo?», ha continuado. «Siempre desde las emociones, no desde el razonamiento, porque las emociones son lo único que nos permitirá llegar a ellos cuando ya están en esa visión de túnel (de idealización del suicidio)», ha dicho.
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El siguiente paso es buscar el cambio. Hacerle ver que mediante la ayuda, tanto de otras personas como a nivel institucional «hay caminos alternativos a esa pendiente que lleva a la muerte».
Dolors López ha querido destacar una frase por encima de todas. «Una persona sola no puede parar un suicidio, ni tampoco una familia. Necesitaremos buscar apoyos en sus redes». ¿Y cómo hacerlo? «Preguntándole de quién se fía más, en quien confía de la familia, de sus amigos o sus compañeros. Tenemos que buscar esos aliados para que esa persona no se quede sola», ha destacado, antes de insistir en la importancia de «no tener miedo a hablar del suicidio con alguien que nos está hablando de suicidio», en el sentido de que «no va a incrementar el riesgo, sino que nos va a ayudar a reducirlo». «Hablar con alguien que te está diciendo que se quiere quitar de en medio es una oportunidad para intervenir», ha señalado.
Qué no hacer
«No podemos ignorarle, desviar la mirada. Ni mostrarnos derrotados o abatidos. Ni trivializar la situación. Escuchemos y no caigamos en la trampa de aceptar que vamos a guardarle el secreto. Aquí tendremos que decirle que es algo demasiado grande para que sólo nosotros lo podamos resolver, y que hay que pedir ayuda. Y por supuesto no dejarle solo, tanto a nivel psicológico si está en una situación de idealización, como de manera literal si ha existido una tentativa», ha explicado, teniendo en cuenta cuál es el principal factor de riesgo. Para esta tarea López apuesta por recurrir también a su red de confianza.
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Qué hacer
«Estar con ellos, mostrar empatía y preguntar sin miedo. Ganar tiempo, porque nos permite buscar ayuda profesional y estrategias. Extender esa red, que nos vaya diciendo en qué personas confiar. Y plantearle alternativas. Siempre recurro a una frase: decirle '¿qué tendría que pasar para que reconsideradas esa decisión una vez llegado el momento?'. Eso permite a la persona sentirse apoyada, y, a lo mejor, apartará la lama de la persiana que no le permite ver el sol. Y si no lo hace con sus dedos lo haremos con los nuestros», ha concluido López, antes de apuntalar el leitmotiv principal de la conferencia. «El suicidio se puede prevenir. ¿Saben por qué estamos tan seguros? Porque la gente que ha tenido una tentativa y no lo ha conseguido nos ha contado después que en realidad no buscaban la muerte, sino aliviar un sufrimiento. Si les ayudamos a superarlo, ¿cómo van a pensar en buscar la muerte?».
Sobre herramientas para conseguirlo desde el ámbito institucional, se ha referido a recursos sanitarios como planes de salud mental o servicios de Atención Primaria, a los centros educativos, que ya cuentan con guías, formación específica y protocolos sobre cómo proceder, o al papel fundamental de teléfonos de atención a la ciudadanía como el 024 (específico del suicidio) o el de la Esperanza.
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