«Yo la droga siempre la tenía en el bolsillo. Un día normal, llegaba a trabajar, pasaba una hora ansioso de que llegara la hora del almuerzo para poder escaquearme, me iba al bar y ya me bebía cuatro o cinco vasos de vino. Y ... automáticamente ya empezaba el consumo de cocaína», así narra David Sales los comienzos de sus jornadas laborales durante una larguísima etapa a la que llama «infierno». Afirma con convicción que la desintoxicación le ha devuelto la vida. Este proceso de rehabilitación lo llevó a cabo hace seis años después de 25 como adicto. Este empresario valenciano, casado y padre de tres hijos, se siente afortunado por haber mantenido sus pilares, aunque asume que jugó con fuego. Su posición dentro de la compañía hortofrutícola le concedía una libertad y una capacidad de maniobra que aprovechaba para perderse en la droga. Y la inagotable fuente de mentiras se convertía en su gran aliado cada vez que cruzaba la puerta del hogar. «Cuando salía de trabajar, me iba al bar a tomar dos cervezas, seguía consumiendo y engañaba: 'Estoy trabajando, llegaré más tarde'. Al fin y al cabo lo único que hacía era esconderme para consumir. Intentaba evitar llegar a casa y que me vieran los niños, que los tenía pequeños en ese momento. A lo mejor ya estaban acostados. O cenaba y luego de cenar mi mujer se iba a dormir y yo seguía consumiendo hasta que me acostaba», recuerda con el orgullo de haber sido capaz de reinventarse. Para este vecino de l'Alcúdia, la dependencia ya nada tenía que ver con el ambiente lúdico o recreativo. Eso sólo ocurrió al principio. Luego le atrapó por completo. Le convirtió en un cautivo. Pese al declive, responde a ese perfil cada vez más extendido de cocainómano que abusa de la sustancia de forma cotidiana sin que llegue a destruirse su estructura profesional ni personal. Hacía malabares para compaginar sus facetas mientras perdía facultades. Estaba acorralado. No se precipitó, pero sí se asomó al abismo.
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Desde fuera, David Sales tenía una vida plena y sana. Sin embargo, en cada vez más casos, ese día a día está salpicado de cocaína. De un consumo corriente, alejado del ocio de fin de semana. Según las estadísticas registradas en Valencia a lo largo de la última década, esta droga está cambiando su rol dentro de la sociedad. Sigue vinculada a la fiesta, pero va ganando terreno en otros ámbitos. Los adictos han aumentado ostensiblemente después de la pandemia, tal y como reflejan los datos facilitados por los centros de desintoxicación. Y este trastorno, durante un largo período de tiempo, puede llegar a conjugarse con aparente normalidad con una rutina tanto personal como laboral, con los riesgos que ello conlleva.
Escucha aquí el testimonio de David Sales:
El lunes es el Día Internacional contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas. «Las personas primero, basta de discriminación. Reforcemos la prevención», reza el lema de la nueva campaña de la ONU. «Hay personas que siguen conservando trabajo y vínculos familiares potentes. Son ese perfil de adicto funcional, que suele funcionar en la vida. Ya tiene una adicción que es compatible con todo eso y en algún momento hay un detonante que pone en evidencia esa situación y es la que empuja a buscar ayuda«, explica Vicent Andrés Martínez, director de Proyecto Hombre Valencia. La reconocida entidad cuenta con un programa vespertino orientado a este tipo de pacientes. Se trata de un proyecto privado que, por sus horarios, está concebido para que los usuarios lo puedan compatibilizar con sus obligaciones laborales.
«El perfil que menos deterioro tiene es una persona que viene normalmente porque ha pasado algo a su alrededor. Lleva una marcha normal en su vida, tiene su trabajo, tiene su familia, una edad media de 39 o 40 años... Y algo ha pasado a nivel económico o con la pareja que ha hecho saltar la alarma y de repente se ha destapado el mogollón que no se sabía porque estas personas todavía tienen capacidad para llevar una doble vida. Les cuesta mucho reconocer una adicción estando en condiciones. Vienen a nosotros tratando de buscar un programa que sea compatible con su vida normal. Es un perfil en el que todavía estamos a tiempo porque la enfermedad no ha hecho tantos estragos», explica María Moreno, psicóloga y coordinadora de los programas ambulatorios de adultos en Proyecto Hombre Valencia.
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María Moreno
Psicóloga
El programa de tardes atiende a ese perfil más estructurado. Se lleva a cabo dos días a la semana y consiste en terapia grupal, individual y familiar y controles de orina. Una modalidad de tratamiento en la que atienden «a más de cien personas al año», tal y como añade Vicent. La demanda es superior, pero faltan recursos.
David Sales llamó a la puerta de Conciencia2s, un centro de desintoxicación de Valencia al que sigue muy unido pese a encadenar seis años sin consumir. «Puede llegar a haber problemas de mentiras sin parar, de dinero, de faltas de asistencia al trabajo… Y cuando llega el momento en que mi mujer me dice que no puede seguir así, yo me rompí. Ese último año fue un año de consumo muy extremo, apartado y con problemas de salud. Mi mujer dijo: 'No aguanto más porque tengo que encargarme yo sola de los niños. Esto no es vida. No eres la persona que yo creía que eras'. Y claro, cuando ella entiende que a mí me pasa algo y tengo una enfermedad, desde luego es el faro que me ha llevado a entablar esta nueva vía en mi vida», comenta con gesto de satisfacción.
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Los adictos desarrollan una capacidad extraordinaria para distorsionar la realidad. «Vives en una mentira y te conviertes en un especialista de la manipulación. Y muchas veces, cuando tu cuerpo va asimilando el consumo diario, las sensaciones externas no son como a lo mejor eran al principio y se dominan mejor. Y cuando estás mal porque un día te has pasado de consumo, te buscas excusas: hoy no me encuentro bien, me ha sentado mal la comida o echas la culpa a un conflicto que has tenido con un compañero o con un trabajador, con cualquier cosa externa. Y nunca el entorno cercano puede imaginar que es por el consumo», apunta David, quien consiguió ocultar su dependencia de la cocaína tanto en el trabajo como en casa.
«De hecho, mi mujer se enteró de que consumía cocaína dos días o tres días antes de hacer el ingreso para empezar la recuperación. Ella sabía que yo fumaba hachís o marihuana, pero no se podía imaginar que mi consumo de cocaína era diario. Cuando se enteró, ató cabos: nunca conseguía ahorrar, faltaban cosas, las broncas con su padre, que era mi jefe... Al final montas siempre la película para poder salir ileso», añade.
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Estas tendencias rompen estereotipos. «Un ciudadano de a pie sigue asociando la cocaína a fiesta de fin de semana. Hay mucho consumo en fin de semana, pero la población joven, de 25 años hacia abajo, está haciendo un uso prioritario de anfetaminas y metanfetaminas. La cocaína está subiendo en la edad, es un consumo de 30, 40 y más años. Además, para un consumidor joven sigue siendo cara«, puntualiza Fernando Ribas de Pina, responsable de intervención en el ámbito laboral. «Generalizando, cuanto más estructurada haya sido la vida de una persona, más lento será el deterioro. El consumo y el deterioro avanzan muy poco a poco. A pesar de que es un consumo problemático, tiene cierta capacidad de autocontrol, estima las áreas sanas de su vida como la relación familiar, el trabajo y cierto tiempo libre, y hace por protegerlas. Pero solemos decir que la adicción es un tren del que o te bajas o a mayor o menor velocidad te lleva a mal lugar. Hay trenes que por, determinadas características, van despacito», añade.
El de David Sales avanzó lento. Por eso resistió 25 años de consumo. «Llega el fin de semana y consumes, pero claro, ya te vas dando cuenta que no puedes salir el fin de semana sin consumir y ahí ya está pasando algo. Pero bueno, vas asociándolo siempre a lo lúdico. En la siguiente etapa ya da igual que sea algo lúdico o no lúdico, cualquier situación la conviertes en una situación para consumo. Ahí empieza a notarse a tu alrededor. Pero claro, siempre estamos con la mentira, siempre estamos con la manipulación y sabemos camuflar un poco ese tipo de consumo. Luego el consumo ya se convierte en una dependencia y esa dependencia es que consumes siempre. Tu vida se basa en el consumo», comenta el de Alcúdia, quien llegó a temer por su vida. «La cocaína es muy celosa. No permite que estés con nadie más. Cuando ya empiezas a consumir de manera dependiente, consumes solo, nunca consumes como consumías en un inicio con gente y para estar de fiesta. No. Consumes apartado en el sitio que menos te puedes esperar y solo. Hasta que te vas destruyendo, porque al final lo que haces es destruirte. Yo cuando llegué aquí creía que me moría ya. Yo consumía solo, sangrando, destruyéndome a mí mismo y sin poder parar. Diciendo: 'Ya no vuelvo a hacerlo'. Y yo lo decía de verdad, sentía lo que decía. He llegado a tirar sustancia que acababa de comprar y decir: 'Ya no más, me estoy muriendo'. Y al día siguiente volver a consumir. Esa era nuestra vida», añade.
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El pasado mes de marzo, el ambicioso proyecto de análisis de aguas residuales publicado anualmente por el grupo Score y el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías actualizó su base de datos. Y en su comparativa de 104 grandes ciudades, situó a Valencia en el décimo puesto en cuanto a consumo diario de cocaína en 2022. A la cabeza.
Este informe, que se lleva a cabo desde 2013, arrojó dos datos llamativos. El índice de cocaína en las aguas residuales fue de 724,12 miligramos por cada 1.000 habitantes al día en 2022. Es decir, refleja un incremento de casi el 50% respecto a los resultados de 2019, año previo a la pandemia. Se trata de la cifra más alta en Valencia desde que arrancó el proyecto. Y por otro lado, por primera vez, estos análisis contabilizaban en la capital del Turia un mayor consumo en días laborables que en fin de semana. Un cambio de tendencia.
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Vicent hace hincapié en el programa que aplican en el mundo laboral: «Esto es una escalada. Si no se aborda, puede llegar a situaciones de riesgo para la persona y en aspectos laborales de riesgo para terceros. Por eso a muchas empresas les preocupa el tema de las adicciones. Se puede hacer prevención. Dentro de las políticas de prevención laboral, hay que incorporar también medidas de prevención de las adicciones, porque son un factor de riesgo terrible». Unos servicios que dan paso a escenarios antes inimaginables: «En este momento tenemos personas en tratamiento a las que ha sido la misma empresa donde trabajan la que les ha ofrecido la oportunidad de acudir a tratamiento. Y hasta pagan el tratamiento. Hay empresas con esa sensibilidad social y ese aprecio a sus trabajadores que ante esta situación de detectar una adicción la primera alternativa no es el despido sino buscar ayuda. Y ha sido la empresa la que ha canalizado y propiciado que llegaran a Proyecto Hombre. Son trabajadores con una cualificación determinada que para la empresa son valiosos».
Se trata de trabajadores que juegan con fuego. «Con una o dos dosis diarias puede funcionar. Pero que aún sea funcional no quiere decir que los riesgos no aumenten. Riesgos en la conducción, en la toma de decisiones, en nuestras relaciones personales… La tolerancia hace que cada vez necesite más dosis. La capacidad de control va siendo cada vez menor», advierte Vicent. Eso sí, la cocaína, en cantidades moderadas, se camufla con más facilidad que otras drogas en el ámbito laboral.
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«Es mucho más sencillo disimular la adicción a estimulantes. El alcohol, como el cannabis, es un depresor y te va a relajar, a ralentizar, vas a estar torpe en las reacciones, no vas a entender la mitad de las órdenes, vas a transmitirlas mal... Se nota que no eres productivo. Mientras que a no ser que te pases con el estimulante, ya sea cocaína o cafeína, vas a estar más activo. Entonces en el plano laboral, a no ser que conviertes en un irresponsable y generes un accidente o estés desagradable o agresivo con alguien, rindes más. Con lo cual, está bien visto«, lamenta Fernando.
David, gerente de la empresa familiar, consumía varias veces al día. Todo gira alrededor de la droga, que llega a pisotear el sentido de la moral. Las señales de alarma están claras en el entorno laboral. «Hay cambios bruscos de humor, estados de euforia inexplicable que pasan luego a etapas de mayor decaimiento sin atribuir a situaciones concretas, pérdida de control, alguna respuesta de agresividad o de falta de respeto que antes no se daban, desapariciones del puesto de trabajo inexplicables... Es verdad que ellos tienen capacidad de no afrontar esas situaciones, de justificarlas», indica Vicent. Y los perfiles profesionales resultan variopintos. «Desde el sector financiero hasta el sector educativo, pasando por los autónomos, supermercados...», destaca María Moreno. Y Fernando puntualiza: «Un porcentaje muy grande de gente que está en estos grupos de tarde son autónomos. Al ser sus propios facturadores, hay dinero que puede desaparecer. Hay gerentes de tiendas, propietarios de concesionarios, fontaneros, conductores... De todo un poco».
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David Sales
48 años
Durante el proceso de rehabilitación, David se enfrentó a numerosas pruebas. Pero la más dura no se la pusieron dentro del centro de desintoxicación, sino fuera. En la intimidad: «Yo siempre he creído que uno de los motivos que podía hacer que yo volviera a consumir sería la muerte de mi madre. Mi padre murió cuando yo tenía 16 años. El duelo por mi padre yo lo he pasado aquí 25 años después. Y durante esos 25 años lo he utilizado muchísimas veces para consumir. En el fondo yo no viví la muerte de mi padre. Yo me la drogué, me la esnifé. Y mi madre murió en diciembre del año pasado. Y estoy muy orgulloso de mí, de poder haber pasado el duelo con mi madre y haber estado a su lado este año y medio que ha durado su enfermedad hasta que falleció. Y haberlo vivido. Y estar sufriéndolo. Y sentir esa emoción, porque lo que hacemos es capar esas emociones con la droga». Habla con el corazón. Con los ojos vidriosos.
Las medidas relacionadas con la crisis sanitaria del Covid marcaron un antes y un después. «Tras la pandemia, se recuperó los números de demanda de cocaína anteriores, los de 2019. Incluso con un repunte de demanda. Viene más gente y en peores condiciones, porque la recuperación de la libertad no se ha gestionado bien en estas personas más vulnerables. Desde hace tiempo, en nuestros programas de adultos la sustancia principal es la cocaína. Es un 30% de la demanda, por encima del alcohol», comenta María Moreno. Y subraya que, además, un 34 por ciento de los pacientes «usa por igual la cocaína y el alcohol». La adicción combinada de cocaína y heroína ha subido ostensiblemente para situarse en el 5%. En total, un 69%.
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Rafael Forcada, médico de la Unidad de Conductas Adictivas (UCA) de Moncada, uno de los centros pertenecientes a la Conselleria de Sanidad, ofrece una clave: «Hay un aumento muy importante en cocaína. Pero en casi todas las personas que vienen a consultar por consumo de cocaína, en el fondo la droga base sobre la que tenemos que actuar primariamente para conseguir mejoría en el consumo de cocaína es el alcohol. Es muy raro y son casi anecdóticos los casos de consumidores de cocaína que no tienen un consumo problemático de alcohol».
Según los datos de 2022 facilitados por la Conselleria de Sanidad, las diferentes UCA atendieron a un total de 12.138 pacientes en relación con algún tipo de sustancia adictiva. El 20%, es decir, 2.478, fueron por cocaína y arrojaron una edad media de 38,79 años. Un aspecto diferente es el comienzo, el primer contacto con la sustancia, que según el Plan Nacional sobre Drogas se produce a los 15 años de media.
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María Moreno subraya que el 82% de los pacientes de Proyecto Hombre Valencia son varones. Además, tal y como reflejan las estadísticas nacionales de esta entidad, los adictos a la cocaína como sustancia principal acuden «a tratamiento después de una media de 12 años de consumo abusivo», afirma Vicent. Un período marcado por el deterioro progresivo.
Y Vicent se detiene en el trabajo de prevención que debe llevarse a cabo en el ámbito laboral: «¿Los adultos dónde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo? En la empresa. En la empresa hay factores de riesgo y factores de protección y son un reflejo de lo que ocurre en la sociedad. Ahí es donde planteamos que puede haber campañas de sensibilización, programas de formación…».
Dentro de Proyecto Hombre Valencia, Fernando es el responsable de intervención en el ámbito laboral: «Desde 2016, estamos en plan serio y con una oferta concreta en el mundo del trabajo. Ha ido creciendo mucho. Desde que yo empecé, hemos trabajado con decenas de empresas. Solemos trabajar con empresas de más de cien trabajadores. Incluso con empresas de mil trabajadores. Y estoy tratando de llegar a las pymes a través de las asociaciones de polígonos».
Lógicamente, se presenta como un asunto espinoso en el entorno profesional. «Esto es abrir un melón que nadie quería abrir. Es un tema delicado, que afecta a la salud, que tiene aún un estigma social, y por tanto tiene que ser tratado de una forma muy consensuada. La cocaína se ha democratizado. Hoy en día ha traspasado todas las capas sociales», avisa Vicent.
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Rafael Forcada desmonta uno de los mitos: «Eso de la cocaína y personas de alto standing es más un tópico que una realidad. Un cliché. Pudo ser en un principio, cuando había poca cocaína. Todas las drogas cuando entran en una sociedad suele ser a través de personas iniciadas, y suelen ser personas con una cierta cultura, capacidad económica y capacidad de acceso que otros no tienen. Y a medida que se va popularizando o extendiendo el consumo, es cuando va tocando a capas más inferiores en cuanto a poder económico y cultural, que probablemente sean más vulnerables a los estragos que producen las drogas. Pero eso ha ocurrido con todas las drogas».
Actualmente, el trabajo psicológico resulta fundamental. «Con la heroína había mucha patología orgánica, VIH, hepatitis, tubercolisis y tal, pero no tanta enfermedad mental. Pero con la llegada de las nuevas sustancias, la cocaína, las anfetaminas y las drogas de diseño, empezamos a ver un gran número de personas con las que no sólo tenías que entender su conducta adictiva sino que a la par tenías que conocer toda esta sintomatología doble porque la conducta adictiva había hecho emerger un segundo trastorno, como pueden ser los trastornos del estado de ánimo, los trastornos de personalidad, las esquizofrenias…», destaca María Moreno.
Desde la prevención, Proyecto Hombre penetra en las empresas que lo solicitan para realizar un análisis completo de las circunstancias y exponer un plan basado en la información y la intervención temprana. Además, ofrece asesoramiento para alcanzar acuerdos y protocolos entre trabajadores y empresa y, en caso de que resulte necesario, las diferentes opciones de tratamiento.
Rafael Forcada establece una clara diferenciación entre dos fases de la terapia: «Está la desintoxicación y la deshabituación. La desintoxicación sería tratar el conjunto de desequilibrios psicológicos, emocionales e incluso físicos con algunas drogas que se produce al cesar el consumo. Sería un proceso agudo a corto plazo. Y la deshabituación sería una proceso a largo plazo que sería aprender a vivir sin drogas, prevenir las recaídas y estabilizar un estilo de vida orientado a evitar el consumo».
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En la Comunitat, la Seguridad Social teje una red asistencial para aplicar medidas de desintoxicación y rehabilitación. «Nuestra función en la Unidad de Conductas Adictivas es evaluar el caso y valorar cuál es el tipo de tratamiento más conveniente para esa persona y coordinar a los recursos de la Conselleria para ese tratamiento. Si el tratamiento puede hacerse únicamente viniendo a la UCA ambulatoriamente se hace así. Y también gestionamos los casos de tratamientos que requieren otro tipo de abordajes más intensivos, como puede ser centros de día, unidades hospitalarias, comunidades terapéuticas, viviendas tuteladas…», expone Forcada.
María Amor Fernández
Coordinadora del área de prevención de Proyecto Hombre
Y dentro de todos estos recursos, destaca Proyecto Hombre, donde también cuentan con un programa destinado a los jóvenes. Es decir, pacientes de entre 13 y 26 años aproximadamente. Su coordinadora, María Amor Fernández, trabaja desde el área de prevención. En el caso de los más pequeños, los abusos suelen estar relacionados con la tecnología: videojuegos, apuestas, móvil, redes sociales…
«Trabajamos desde un programa ambulatorio. Intentamos normalizar al máximo, que vaya al colegio, que trabaje si trabaja, que esté en casa con su familia…», comenta Fernández. La desaparición de las restricciones tras la pandemia influyó en el crecimiento del consumo de cocaína. Los principales efectos pasan por la disminución del rendimiento académico, la violencia filioparental y la sensación de los padres de haber perdido totalmente el control sobre su hijo.
«Una vez se ha abierto otra vez las puertas al ocio nocturno, hemos notado un incremento en el consumo de cocaína en jóvenes, que estos últimos años se había reducido bastante. Después de la pandemia ha vuelto a subir. Es verdad que en los jóvenes ese consumo de cocaína lo tienen más relacionado con espacios de ocio. Y su ocio suele estar en fin de semana. Entre semana sobre todo consumo de cannabis, fármacos sin prescripción médica y alcohol», añade.
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Un 36% llegan con problemas psicológicos: «Desde ese malestar emocional que tienen, surge esa necesidad de consumir otro tipo de sustancias. A nivel de salud mental ha hecho muchísimo daño la crisis sanitaria. Iba contra natura de lo que es un joven».
David vuelve habitualmente a Conciencia2s para no bajar la guardia. Para no olvidarse de la traicionera enfermedad. Para ayudar. Mientras cuenta su historia, en una sala contigua, decenas de pacientes acuden a terapia. Les llama «afortunados», porque cree que han dado el paso a tiempo. «La cocaína está presente diariamente en los centros de trabajo, en los institutos, en las reuniones familiares… La cocaína es algo que está presente diariamente en todos los ámbitos que te puedas imaginar», afirma. Se despide de los responsables del centro fundiéndose en abrazos llenos de sentimiento y agradecimiento. Hay lazos irrompibles. Ahora tiene un propósito: servir de inspiración.
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