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Las colas del hambre
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La otra pandemia ·
Contagios, muertes y más necesidad. La pérdida de empleo ha disparado el número de personas que dependen de la solidaridad para comer o alimentar a sus hijos. Cáritas cifra en 3.700 los nuevos pobresDiez de la mañana. Sede del Banco de Alimentos en la Pobla de Vallbona. Hora de reparto. Las personas necesitadas avanzan en busca de su carro con alimentos. María, una administrativa de 41 años, no esperaba acabar en este lugar. Pero la pandemia ha trastocado su vida de pies a cabeza. «He estado fija en una empresa durante 20 años pero han llegado los despidos», lamenta. «Mi marido también perdió su empleo, ha tenido otros problemas y se ha desentendido de los niños. Me he quedado yo sola y a cargo de cuatro hijos. Con un paro de 700 euros no nos llega para todo».
A pocos metros camina Rubén, de 43 años y vecino de Catarroja. Divorciado «y con tres bocas que alimentar». Hasta la fecha había podido subsistir con empleos temporales «pero ahora el trabajo se ha parado. No sale nada», lamenta entre hondas críticas «al 'Robin Hood' podemita». El trabajador industrial de la automoción vive horas desesperadas: «Tras el confinamiento, se acabó toda opción de empleo. De cobrar 1.200 euros al mes a acabarse el paro y no tener nada. Los chiquillos tenían que comer sí o sí y mi única opción hoy es el Banco de Alimentos».
de alimento reparte semanalmente Casa Caridad. Esa cantidad va en aumento por una mayor población necesitada.
Son las voces de aquellos salpicados por la estela de pobreza a causa de la crisis pandémica. Organizaciones como Cáritas cifran en al menos 3.700 los nuevos pobres que ha generado indirectamente el coronavirus en Valencia. Además, los que ya subsistían al límite y con lo mínimo tienen ahora sus días más complicados, según las instituciones benéficas valencianas.
Mari Luz Vicent es responsable del Servicio de Acogida Diocesana de Cáritas, entidad que auxilió a casi 11.600 familias durante el confinamiento. «La pobreza se ha agravado. Gente con empleos precarios ha perdido su trabajo. Vivían como podían y ahora aún es peor para ellos», detalla. Se suman «ciudadanos que se han quedado sin empleo, personas bajo ERTES, autónomos que han tenido que cerrar por quiebra de su negocio...».
Remontar, alerta, «les está costando a pesar de las ayudas de la administración y se ahogan en el pago de alquileres o deudas.» Son, en su mayoría, «familias de desempleados con hijos que buscan apoyo con alimentos». El año próximo, estima, «será crítico a no ser que todas las prestaciones a las que tienen derecho se agilicen», pues «muchas administraciones están colapsadas por la falta de personal para atender las necesidades sociales».
Impresiones similares aporta Luis Miralles, presidente de Casa Caridad, donde han adaptado sus servicios de alimentación para atender a los más vulnerables individualmente y con cita previa. «Desde marzo repartimos semanalmente kits de alimentación a 600 personas. Y cada semana aumenta el número», expone. Se mantiene el perfil de inmigrantes de Sudamérica asentados en Valencia «cuya situación se agrava por la pérdida de empleo o precariedad». Y se suma esa otra bolsa de «nuevos parados, gente que no han cobrado el ERTE, autónomos o jubilados que no llegan a fin de mes».
El 32% de las personas atendidas en la primera mitad del año por Cáritas no había pedido ayuda a la institución anteriormente. La cifra refleja la magnitud de esa nueva pobreza que nace de la pandemia. Según la entidad, es la estela de la «pérdida de empleo a causa de los despidos o los ERTE». El director de Cáritas Valencia, Ignacio Grande, está preocupado ante «familias que han pasado de ser vulnerables a la exclusión, cuya situación empeora con la pandemia».
Jaime Serra, al frente del Banco de Alimentos de Valencia, describe así el panorama: «Llega gente más joven en busca de alimentos tras quedarse sin ingresos. También muchos matrimonios con hijos que han perdido el trabajo a la vez. Antes eran un 33% los usuarios españoles del reparto. Ahora, casi la mitad». Y el año que viene «será aún más duro».
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Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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