En las redacciones, el teléfono fijo cada vez suena con menos frecuencia. Por eso, cuando en la pantalla del dispositivo aparece un número de móvil, ... nunca se duda en descolgar. Ese día, al otro lado, apareció la voz de J. L. Las historias, ya pueden ser un relato de éxito, de desgracias, pasiones y dramas e incluso de venganzas, constituyen siempre la mejor materia prima. Cuando J. L. llamó a la sede de LAS PROVINCIAS todavía pensaba, en un estado intermedio entre la ingenuidad y el ser buena persona, que él no era una víctima más de la estafa piramidal, germinada en dos colegios de élite de Valencia, que ha enganchado a decenas de familias valencianas. El pasado viernes, ya resignado, enterró cualquier esperanza y acabó en el juzgado de guardia para denunciar. El agujero en la familia -el fraude atrapó también a su hermana- alcanza los 110.000 euros. Una cifra suficientemente respetable para cualquier economía media.
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El repaso de su historia constituye un pequeño manual para incautos. J. L. recuerda todavía cómo conoció Expa Global Trade, empresa que el juzgado de Instrucción 2 investiga ahora como foco de la estafa. «Fue a través de un amigo, que también había invertido. Al principio, nada más me lo contó, lo tuve clarísimo: 'Pero si esto es una estafa'».
La conclusión, o mejor dicho la decisión, no fue inamovible. «Al tiempo, vuelvo a hablar con él y me comenta que ya le han pagado los primeros intereses: 10.000 euros». Pudo ser ese el momento en el que la codicia llamó a su puerta. «Eso nos hizo caer«, precisa su hermana. Un pensamiento comenzó a ganar espacio paulatinamente: «Ostras, que no miraré yo... Es que te ciegas, ¿por qué no voy a aprovechar esto?», pensaba.
Finalmente dio el paso. No era J. L. una persona ajena al mundo financiero y de las inversiones. Había completado pequeñas operaciones en Bolsa –con éxitos y fracasos– y cuenta con una licenciatura. Un perfil con suficiente bagaje como para sospechar, pero no lo hizo. En definitiva, recopiló los fondos, fundamentalmente ahorros de la familia, y los ingresó en una de esas cuentas de participación de Expa.
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La empresa se financiaba de esta forma para supuestamente comprar productos en China y Estados Unidos y venderlos en Venezuela. Todo, al parecer, era un paripé. «Hice lo que se llama una inversión exprés». Era julio de 2021, todavía con restricciones por la pandemia. La rentabilidad no tardó en llegar. En apenas mes y medio, algo más de 10.000 euros, directos al bolsillo. Entonces ya estaba atrapado. «Fíjate que este tipo de inversiones, las denominadas exprés sólo dejaban hacerlas una vez. Pero me permitieron una segunda y otros 10.000 euros». J. L. incluso pensó que la firma le dispensaba un trato especial.
Todo el capital, principal e intereses, como el lógico devenir en procesos de este tipo, se reinvirtió. Y claro, no dudó en embarcar en esta aventura a su hermana, quien hoy también lo acompaña a presentar la denuncia en el juzgado. «Me siento muy culpable», admite. Esta sensación, en realidad, es común a buena parte de los perjudicados quienes tras comprobar las primeras rentabilidades no dudaron en animar a familiares y conocidos. Y, al final, llegó el desastre.
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Tras el final de esas dos primeras operaciones, cambió de producto, a la cuenta anual. Y ahí es donde se preparó la trampa. Puso todo el dinero a un año. Y eso que había menos rentabilidad. «Entonces empezaron con el bloqueo de las cuentas». Una excusa que ya presentaron los sospechosos en el juzgado. Unos pantallazos con saldos millonarios, bloqueados por problemas supuestamente administrativos. Lo de denunciar no ha sido un paso fácil. Incluso con la publicación de la noticia, todavía confiaba en que recuperarían sus fondos. J. L. abre una carpeta donde lleva todos los correos electrónicos que cruzó con los responsables de Expa. «Mira, este es de julio. Nos dicen que en octubre o noviembre ya tendrán desbloqueadas las cuentas y podrán pagar».
En el email, desde Expa subrayan el «trabajo incansable» que han efectuado para materializar esto y agradecen el «apoyo» de los inversores. Por eso, siempre mantuvo algo de esperanza hasta el último momento. «Pero ya no». Además, otro motivo que inspiraba confianza eran los pagos a Hacienda. «¿Por qué iban a hacerlo si luego no pensaban pagarnos a nosotros?».
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Instrucción 2 Mantiene una investigación contra el dueño de Expa, su mujer y un socio. Más de una veintena de familias perjudicadas.
Instrucción 17 La magistrada decidió dar carpetazo al asunto tras una instrucción expréss. Una veintena de afectados ha pedido la reapertura.
Pese a que J. L. era un pequeño inversor no sospechó que la propuesta de la mercantil fuera una «locura» y eso pese a las irresistibles rentabilidades, de un 30 por ciento. «Pensé que la gente que tiene dinero de alguna forma se hace rica. No es que se tratara de un golpe de suerte sino de una oportunidad». En un primer momento, comenzaron con el comercio de las mascarillas, los test, los equipos de protección... Era plena pandemia. Luego llegaron las neveras, el equipamiento para viviendas sociales... «Aseguraba que tenía contactos con el Gobierno venezolano». Las piezas del fraude normalmente encajan a la perfección.
J. L. llegó a conocer al cabecilla L. D. S. «Fui a hablar cuando comenzaron los problemas con los pagos. «Tenía la oficina en el centro. Disponía de un cochazo, vivía en un chalé, llevaba un Rolex». La escenografía completa para atrapar el deseo de vivir de esa forma.
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El engaño ha supuesto, no obstante, una «lección de vida» para el joven y su hermana. «De esto hemos hablado mucho», coinciden ambos. «Siempre pensando en tener ese dinero ahí, como un fondo de maniobra de cara al futuro. Y, al final, ves que no te hace falta y puedes vivir sin él». J. L. pone un ejemplo: «Con los primeros 10.000 euros que gané, llamé a mi familia; estaba loco a de alegría. Pensaba en comprarme un Iphone y luego, a la hora de la verdad, me quedé un móvil chino de esos, de 200 euros».
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