Siempre en su memoria. María Jesús Sáez, mujer de Blas Gámez, cuatro años después de la desgracia que cambió su vida. J. Signes
NUESTRAS VÍCTIMAS

Cuatro años después del asesinato del subinspector Blas Gámez

Sus hijos se preparan para ser policías. Su ejemplo perdura

J. A. MARRAHÍ

Jueves, 23 de septiembre 2021, 01:03

LAS PROVINCIAS inicia todos los jueves una nueva sección, Nuestras víctimas, dedicada al recuerdo, homenaje y testimonio de personas afectadas por delitos, a las vidas truncadas por el terrorismo, la violencia machista, la delincuencia o las tragedias

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Blas Gámez Ortiz acaba de regresar al ... trabajo tras las vacaciones. El subinspector de Homicidios de la Policía Nacional se enfrenta, una vez más, al lado más oscuro del ser humano. A un asesino aún sin nombre al que busca junto con su equipo tras el hallazgo del cuerpo descuartizado de un peluquero valenciano en una maleta, al lado de un contenedor, en Valencia.

Un rastro de sangre conduce a un patio. Blas y sus compañeros siguen la pista. En la entrada del edificio intenta identificar a un hombre que sale apresurado. No hay tiempo de más. Acorralado, sin espacio de reacción, es acuchillado a traición por el criminal de origen sueco.

El pasado 12 de septiembre se cumplieron cuatro años años de aquella pérdida irreparable, la de un hombre de 51 años con una brillante carrera policial, un excelente ser humano, el marido de María Jesús Sáez, el padre de dos hijos, un torrentino imparable enamorado del deporte y la vida saludable.

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«Valorad lo que tenéis. Si os vinierais un sólo día y vierais lo que yo veo en la calle, alucinaríais», solía decir Blas

«Han sido cuatro años duros. Blas era un polvorilla, muy activo, inquieto... Lo era todo en la familia», revela su viuda. Su fuerza para salir adelante han sido sus dos hijos, de 19 y 23 años. El espíritu de Blas, su ejemplo vital, habita ahora en ellos y preparan la oposición para ser policías. «Hemos soportado el dolor haciendo piña entre los tres. Si yo caía, caían ellos. Si ellos caían, caía yo», resume.

María Jesús no olvida la frase de aquel día, en boca de la jefa de la brigada, al otro lado del teléfono: «Ha habido una intervención. No ha salido bien. Vete a La Fe». Sólo un cuarto de hora antes había hablado con su marido «para preguntarle si venía a comer».

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Blas ingresó en la Policía Nacional en 1989. Tras un primer destino en el País Vasco entró en el grupo de élite de asalto de la Policía Nacional, los GEO (Grupo Especial de Operaciones), con base en Guadalajara. Allí prestó servicio entre 1992 y 1995. Participó en misiones de alto riesgo, vigiló una embajada en Argelia... Pero la fatalidad sobrevino en Valencia. Una sola demanda parte de los labios de María Jesús: «Deberían dar chalecos protectores a todos los policías, como 'EPI' de trabajo».

Ahora que sus hijos siguen sus pasos ella asegura no sentir miedo. «No tengo intención de apartarlos de su vocación. Aún están más motivados».

Blas repetía en familia una idea: «Valorad lo que tenéis, lo que tenemos. Si os vinierais un sólo día y vierais lo que yo veo en la calle, alucinaríais». Se llevaba a casa «las preocupaciones por los casos sin resolver y empatizaba con las víctimas, especialmente si eran niños». Como resume su esposa, «vivió y murió para protegernos a todos». María Jesús está convencida de que si Blas pudiera lanzar un mensaje a sus compañeros policías sería este: «Seguid peleando, que nunca os falte el entusiasmo ni la entrega».

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