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Juan Antonio Marrahí y B. HERNÁNDEZ
Valencia
Miércoles, 9 de marzo 2022, 00:14
Detrás de las subidas de precios y las restricciones que nos llegan por la guerra subyacen las historias de quienes sufren este histórico encarecimiento de la vida que nos ha tocado sufrir. Mayores pensionistas y mileuristas obligados ya a tirar de manta y chaquetilla para reducir el consumo de calefacción, jóvenes que comparten piso o desplazamientos para hacer frente a facturas imposibles, o familias con hijos donde aquello de 'niño, apaga la luz que está muy cara' vuelve a intercalarse en la convivencia diaria.
El azote todavía es mayor en las personas sin empleo o en riesgo de exclusión. Pero hoy tomamos el pulso a la situación a través de cuatro perfiles de hogares comunes y la percepción de quienes los habitan: un jubilado, una familia numerosa, un soltero que vive solo y estudiantes de un piso compartido de Valencia.
Pedro José Requena, 53 años. Padre de familia numerosa
Pedro José Requena tiene 53 años. Su esposa es Mamén Romero. Un sacristán y una ama de casa padres de cinco hijos de entre 12 y 22 años. Esta es su estimación respecto al gasto en luz: «En seis meses, se nos ha incrementado en 30 euros la factura. Ahora estamos más o menos por 65 o 70 al mes, pero gracias a los descuentos por familia numerosa. Sin ello estaríamos hablando ya de casi 100 euros al mes», puntualiza el valenciano.
Con siete en casa, el encarecimiento de la electricidad requiere disciplina y estrategia: «Consumimos en horarios muy definidos», detalla. «Intentamos, cuando se puede, estar todos en el comedor y tener la calefacción en un solo sitio».
FACTURA DE LA LUZ: 150 € fue la última factura. Hace un año pagaban 50 €
Los hijos de Pedro y Mamén están «aprovechando al máximo las instalaciones públicas, como las bibliotecas universitarias o del instituto, y así la luz está menos minutos encendida en casa». Pero hay mas: «Desde hace aproximadamente dos años optamos por cambiar todas las luces de nuestro hogar a led para lograr el mínimo consumo». Además, tienen tarifa plana en gas. «El miedo que me da lo que nos puede llegar de compensación a final de año...», añade Pedro.
El coche «lo usa sólo uno de mis hijos, porque su novia vive fuera de Valencia». El padre ha optado por la bici o el transporte público para moverse por Valencia. «Cuando compramos el coche en 2020 llenaba el depósito con 54 euros. Hoy gastamos más de 90. Una burrada».
Rogelio Tolosa, 74 años. Jubilado valenciano
Rogelio Tolosa tiene 74 años y lidia con el encarecimiento de la vida junto con su esposa María Luisa Caballero, de 68. Para ellos, como para tantos otros mayores, la factura de la luz se ha convertido en una necesidad de pesadilla. «Pagaba 58 euros hace seis meses», recuerda el vecino de Valencia. «Luego me subió a 111 y ya me asusté. Pero es que la última factura es de 149 euros», lamentaba ayer con una visible indignación.
El jubilado lanza críticas contra lo que considera una situación insostenible. «Esto es un abuso de las eléctricas y las compañías de gas. Yo no comprendo que ganen tanto las empresas energéticas y luego la luz esté tan cara», razona. Y su reflexión sobre el problema va más allá: «La guerra en Ucrania y todo lo que arrastra debe estar influyendo, pero es que, no nos engañemos, ya estaba todo por las nubes antes del conflicto en Europa».
Tanto él como su esposa ya están empezando a introducir en su hogar medidas drásticas que afectan a la calefacción. «Con esta última factura nos hemos asustado bastante. Hemos optado por no enchufar tanto el aire acondicionado».
Rogelio es el presidente del centro de mayores de l'Amistat, con 1.200 socios. Allí palpa el hartazgo y la preocupación más allá de su experiencia personal. «Aquí viene mucho pensionista mileurista y la gente se está quejando por las facturas, sufriendo cargas económicas imposibles para unos ingresos bajitos bajitos». Y pone un ejemplo cristalino: «Hay viudas que tienen que subsistir con una pensión de 800 euros al mes y están todo el día con la mantita o la chaqueta por no poner la calefacción». En general, todos los mayores estamos ya intentando abaratar por todos los medios» ante las facturas de la luz disparadas.
Y con el combustible, tres cuartos de lo mismo. Rogelio y María Luisa usan su coche para pasar periodos de fiesta y vacaciones en la localidad albaceteña de Casas Ibáñez. También para refrescarse en la playa en verano. «Nosotros cogemos el coche cada vez menos porque la gasolina es ya completamente inasumible», lamenta.
Luis Martínez, 38 años. Soltero que vive solo
Cuando de gastos se trata, la independencia en estado de soltería puede llegar a convertirse en un problema. Menos consumo, sí, pero todo a cargo de una sola cuenta bancaria.
Esta es la situación en la que se encuentra Luis Martínez Pont, un valenciano de 38 años que vive en la capital del Turia, en el barrio de Monteolivete. Ejerce como técnico de laboratorio y se define como mileurista.
Al menos, y pese a la que está cayendo, «como el piso donde vivo es de un familiar, tengo una renta minimamente asequible», explica. «Mi recibo de la luz», recuerda, «se movía antes entre los 45 o 40 euros y ahora en torno a los 65. Y mi consumo es prácticamente mínimo porque de lunes a viernes me tiro todo el tiempo fuera de casa trabajando».
FACTURA DE LA LUZ: 65 € es lo que le cuesta ahora. Antes pagaba 45 €
En esta tesitura y en un contexto de encarecimiento de la factura eléctrica, «lo único que puedo gastar es la televisión y cuatro electrodomésticos». Cuando está en casa, añade el hombre, «aprovecho todo lo que puedo la luz natural». Cualquier opción es buena con tal de reducir el consumo entre los continuos récords del kilowatio/hora.
Si antes mantenía una luz encendida en el salón, ahora Luis la deja únicamente para cenar «y después me valgo únicamente con la de la tele». La uso «para lámpara y ocio», ejemplifica.
Con el gas, el valenciano ya se ve ya venir nuevos sustos. «Pago alrededor de 30 euros, pero ahora con el incremento que están anunciando calculo que se me irá casi a los 50».
En cuanto al combustible, «antes ponía 30 euros y me daba para tres semanas de desplazamiento al trabajo. Ahora se esfuman en sólo dos semanas». ¿Qué medidas va tomar? «Te planteas mucho viajar en distancias medias por España, hacer visitas a amigos. Los precios a los que estamos llegando al final te paran, la verdad».
En medio de la vorágine alcista de precios, «el 75% de mi salario se va ya en gastos y esto genera una gran incertidumbre. Creo que el Gobierno deberá tomar medidas como bajar impuestos, idear ayudas... Yo me siento desamparado. Vivir en una casa con un solo sueldo requiere en esta situación un esfuerzo titánico».
Ángela Rodríguez, 21 años. Estudiante en piso compartido
Ángela Rodríguez, requenense, estudia Periodismo en la Universitat de Valencia (UV). Desde hace cuatro años habita en un piso de estudiantes de la capital que comparte con compañeras de su pueblo. «Nadie a mi edad, ni siquiera con ayuda de sus padres, puede pagarse un piso para vivir solo, y menos como se ha puesto la vida y los alquileres encarecidos».
En cuanto a los gastos energéticos de su hogar compartido, «vemos un incremento impresionante». Y pone un ejemplo: «Las facturas de la luz nos llegan cada tres meses. Antes, hace aproximadamente un año, eran de 50 euros y ahora de 150. Se ha triplicado».
Con este panorama «para los jóvenes es aún más complicado tener un futuro o poder pagar por ti mismo la luz, gasolina, el coche y que aún así te quede tiempo libre para gastarlo en ocio… Si antes teníamos pocas posibilidades, ahora aún menos». Ángela cree que llegará un punto en el que en los pisos de estudiantes «ya no podamos pagar la luz ni entre cuatro».
FACTURA DE LA LUZ: 150 € fue la última factura. Hace un año pagaban 50 €
La joven también incide en el encarecimiento generalizado de los alimentos. «Antes gastábamos en el supermercado 30 o 40 euros en la compra semanal y ahora ya no te baja de los 70», lamenta.
Ella también padece, en plena juventud, la pesada cuesta del combustible. «Antes ponía 20 euros en el depósito y me sobraba para ir y volver a Requena, que está a una hora. Ahora con ese dinero, me da para ir y dar dos vueltas por allí». Es decir, paga el doble.
«El precio de la gasolina», augura la universitaria, «también va a hacer que los jóvenes seamos menos independientes porque al final sencillamente no vamos a poder usar el coche». Ya muchos «optamos por el transporte público o los coches compartidos. En mi pueblo ya hay un grupo llamado viajes Requena-Valencia para estos trayectos. La gente se ve abocada a estas estrategias».
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Melchor Sáiz-Pardo y Álex Sánchez
Patricia Cabezuelo | Valencia
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