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BELÉN HERNÁNDEZ
Martes, 1 de marzo 2022, 19:16
Mario García es el valenciano que hace casi ocho años pidió la prejubilación anticipada y abandonó su puesto como funcionario en el Ayuntamiento de Carlet para ser voluntario en Ucrania. «Sabía que no venía a una avenida de Benidorm», como él mismo relata. Cuando ... dijo adiós a la tierra que le vio crecer para emprender su labor humanitaria tenía claro que sería complicado. Ahora que ha estallado la guerra, está en el ojo del huracán.
«Estoy sufriendo y padeciendo de no poder ayudar a las personas», confesaba desesperado Mario García la mañana de este martes mientras miraba por la ventana de su casa, situada en la ciudad ucraniana de Jersón. Les habían dado a los ciudadanos instrucciones claras de que se mantuvieran dentro de su domicilio para protegerse de posibles ataques del ejército ruso. Pero el voluntario español en Ucrania no soporta quedarse de brazos cruzados.
Desde que explotó el conflicto, se despierta un poco antes de lo habitual, a las cinco de la mañana. Tras beber su café con leche y hacer su sesión rutinaria de ejercicio, sale por la puerta para estar a disposición inmediata de aquel que necesite su ayuda. «No hay nadie más que yo por las calles», destaca Mario, que no se achanta ante la recomendación expresa de permanecer en casa. A pesar de que la ciudad está constantemente amenazada, sigue con el transcurso de su mañana tal y como tenía previsto. Deja de mirar por la ventana y va al centro humanitario. Reparte la ropa y los suministros que le envían para distribuirlos entre las familias más afectadas. «Antes de ayer me llamó una ONG que viene de Madrid y que va a enviar minibuses a la ciudad con comida y objetos de primera necesidad», dice aliviado.
«He tenido que volverme a casa bajo los tiros cruzados de rusos y ucranianos», confiesa Mario conmocionado. Se esconde entre los arbustos para camuflarse. Corre tratando de esquivar los disparos que escucha a menos de 1 km de él. Vive en el centro de la ciudad de Jérson y se despierta con el sonido detonador de las balas.
En Ucrania anochece temprano, a las seis de la tarde la oscuridad ya ha bañado sus calles y el temor crece a medida que transcurren las horas. La ciudad ya tiene toque de queda. «Esta noche tenemos prohibido salir de casa. Nos han avisado de que saldrán los tanques». Mario es la voz del padecimiento que siente el pueblo ucraniano. El voluntario valenciano traslada sus impresiones: «El ejército ruso está disparando a civiles también. Aprietan el gatillo sin miramientos».
Guerra en Ucrania
Mario tenía previsto acercarse a ver a las víctimas del hospital de la ciudad, pero el peligro inminente ha hecho que le fuera imposible. Visitar a las personas que han sufrido por los ataques del ejército ruso queda pendiente en su agenda de mañana. Desde que estalló la guerra, no ha descuidado en ningún momento a aquellos que no han tenido la suerte de poder esquivar los disparos. «No dejan de llegar muertos y heridos», destaca el voluntario. Está siempre alerta. No deja de observar su entorno ante cualquier movimiento que le parezca sospechoso. Convive siendo testigo de cómo la guerra arrasa con el pueblo ucraniano tras su paso. Mañana volverá a despertarse a las cinco de la mañana, para dar aliento y alimentos a aquellos que ahora se sientan frente a una mesa vacía.
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