«Nos despertaron a las cuatro de la madrugada para desalojar el pueblo»

Muchos vecinos comenzaron a abandonar sus casas a última hora de la tarde del sábado. Las noticias que llegaban a Azuébar sobre el avance de las llamas eran preocupantes, pero la alcaldesa y los lugareños confiaban en los bomberos y la Unidad Militar de Emergencia (UME).

La respuesta de los medios antiincendios fue muy rápida. «Los bomberos tardaron muy pocos minutos en llegar», afirma José Luis Conejero, alguacil y vecino del pueblo desalojado. «Escuchamos dos truenos, uno muy cerca, sobre las siete y media de la tarde y poco después vimos la columna de humo», explicó Conejero.

«Al principio no le dimos mucha importancia. Los chavales siguieron jugando el campeonato de futbito hasta las diez de la noche, pero a las once la cosa ya pintaba mal porque empezó a llover ceniza», señaló Gemma Macián.

Sobre las dos de la madrugada, la alcaldesa de Azuébar, Jéssica Miravete, pidió voluntarios para preparar bocadillos para los bomberos. La batalla contra el fuego iba a ser larga. Los vecinos del pueblo querían ayudar, por lo menos, en las labores de abastecimiento. La respuesta fue rápida.

«Fuimos varias amigas para hacer los bocadillos. El supermercado Charter de Soneja ponía el fiambre y el pan y nosotras sólo teníamos que prepararlos, pero cuando íbamos a empezar nos dijeron que había que desalojar», afirmó Gemma.

Un bando de madrugada

Poco después, el alguacil comenzaba a difundir un bando por la megafonía municipal y el grupo de WhatsApp del pueblo. «Por motivos de seguridad se va a desalojar el municipio. Por favor, háganlo de manera ordenada. Dirección única Soneja. Se han habilitado el salón cultural de Soneja y el salón cultural de Sot de Ferrer», escribió y leyó Conejero para avisar a todos los vecinos.

Y comenzó la caravana de vehículos. Conforme se iban llenando los coches, familias con niños, ancianos, jóvenes y veraneantes se trasladaban en los vehículos a los dos pueblos cercanos, siguiendo las instrucciones de la Guardia Civil y la alcaldesa.

Dos agentes llamaron a las puertas de varias casas por si alguno no se había enterado del riesgo que corrían si se quedaban en casa. Las llamas cada vez estaban más cerca, aunque varios bomberos protegían el perímetro del casco urbano.

Fueron momentos de tensión y nerviosismo, aunque no llegó a cundir el pánico. Los vecinos sospechan que varios de los lugareños desoyeron el bando y los avisos de la Guardia Civil. Uno de ellos cuidaba a su madre impedida y otro no quería abandonar a sus perros.

«Peor que el miedo ha sido no saber si teníamos que dejar nuestras casas, pero el desalojo se hizo con orden», dijo Francisco Jiménez, profesor del colegio Pintor Camarón de Segorbe. Este vecino estaba en su casa de Azuébar con sus padres cuando comenzó la evacuación.

Una familia de Zaragoza que veranea en Azuébar, Ana Salvador, sus padres y sus dos hijos, abandonaron el pueblo antes de que difundieran el bando. «Escuchanos un trueno tremendo, luego vimos la columna de humo y al rato nos dijeron que el fuego se acercaba. Nosotros salimos sobre las tres de la madrugada. Estábamos muy intranquilos», señaló la mujer.

Juan José Soler, un jubilado de 70 años, también abandonó de forma precipitada la localidad en madrugada del domingo. «El fuego estaba a un kilómetro. Los guardias civiles llamaban a todas las puertas de las casas para decirnos que saliéramos del pueblo. Yo me fui con mi hermana y mi cuñado en un coche», manifestó el vecino.