Había sido deportista toda su vida. Salía en bicicleta, hacía crossfit, entrenaba, y a la vez trabajaba y estudiaba. No paraba. Por eso notó que algo no iba bien cuando de repente empezó a fatigarse demasiado, con unos extraños ruidos en el pecho y un ... intenso picor en la piel. A la joven valenciana Beatriz Carpi le cambió la vida. Tras varias pruebas que no dieron un resultado claro, le llegó la bomba. Sufría un cáncer muy agresivo en la sangre, un linfoma no Hodgkin de células grandes, que tiene un 70% de mortalidad en la Comunitat. Con sólo 24 años.
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Pero ahora, tres años después ha podido superar el duro trance, y aunque admite que le han quedado secuelas psicológicas, ante las que está trabajando con la ayuda de la Asociación Española Contra el Cáncer de Valencia (AECC), está retomando su vida de antes. Este domingo se celebra el Día Mundial del superviviente de cáncer, donde gente como Beatriz puede contar su experiencia, orgullosa de que ya forme parte del pasado. Detrás quedan ciclos de quimioterapia, raparse el pelo, semanas en el hospital, la angustia de no saber qué pasará.
El momento de la noticia definitiva no lo olvidará nunca. «Cuando me dijeron 'Bea, estás limpia, no tienes cáncer' me puse a llorar y abracé a mi madre, fueron muchas emociones a la vez», recuerda la joven. Incluso abrazó a la médico, la enfermera y casi a cualquiera que se le cruzase en el hospital La Fe. Estaba exultante, pero no pudo evitar pensar en quien no tenía tanta suerte. «Yo me sentí muy feliz por mí. Sientes muchísima alegría, paz, felicidad. Pero te da mucha rabia por los demás, por los que no están en tu misma situación, sientes impotencia por la gente que muere», añade Beatriz.
Aunque tenía el apoyo familiar, sufrió la pérdida del trabajo con un despido improcedente, un mal que muchos padecen y que se añade a la enfermedad. «Hay gente que que no se puede permitir dejar de trabajar porque no puede pagar el alquiler o no puede costearse los alimentos. Yo por suerte tenía esa tranquilidad. Hay quien son padres, madres y tienen que hacerse cargo de los niños y no tienen medios económicos. A mí me siguió pagando la mutua, pero terminé cobrando 400 euros al mes«, dice.
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Incluso algunos amigos dejaron de tener contacto con ella y hasta rompió con su pareja. «Pues en realidad se pierden amistades, en un momento así te vuelves un poco más selectivo. Claro que me dolió darme cuenta de que algunos amigos no eran tan amigos como yo pensaba, te da un poco de rabia. Pero bueno, en ese momento tienes una batalla aún más fuerte. En el momento en el que me diagnosticaron yo tenía una pareja de varios años, que justo se terminó durante el cáncer. Si una persona con la que creías tenerlo todo te ha fallado en un momento tan duro, por qué vas a confiar otra vez en alguien«, reflexiona la joven.
Durante dos años se centró en salir fuerte físicamente del cáncer e intentar ir retomando actividades que hacía antes. Pero después aparecieron las secuelas psicológicas. «Dos años después de haber superado el cáncer es cuando me he dado cuenta de las taras mentales que te deja esto», admite. «Aquí en la Asociación Española me han ayudado muchísimo a tratarlo, con la psicóloga Sheila. Me ha dado un montón de herramientas. Yo por ejemplo, antes cada vez que tenía la revisión tenía que tirar de pastillas para para poder dormir, para poder pensar, para poder llevar mi día a día. Y Sheila ha conseguido con sus sesiones que consiga enfocarme en lo positivo», destaca.
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«Cuando terminó el cáncer tenía muchísimas ganas de volver a tener mi vida. Pero mi madre me decía 'Bea, no estás preparada'. Trabajaba en hostelería y quise volver. Y la realidad es que por más que quise, era superior a mí, Era un esfuerzo físico que no podía llevar a cabo. Lo intenté en una empresa. Después me ofrecieron el puesto de directora en otra empresa de restaurante pero el agotamiento físico era algo real. Entonces a los pocos meses caí de bajón y me daba muchísimo miedo una recaída porque mis defensas no estaban bien», rememora Beatriz.
Antes de que el terremoto cambiara su vida, estaba estudiando una oposición y tuvo que abandonarla. «Tienes que tener todas tus energías puestas en la quimio. Aunque a mí lo que me daba miedo al principio era mi familia. Yo creo que el peor momento del cáncer fue decirles a mis abuelas que lo tenía». Y ya curada, no se veía con fuerzas de volverse a poner a estudiar, pero la psicóloga de la AECC le dio ese impulso. «A mí me costó muchísimo volver a retomar la oposición y Sheila me ha ayudado un montón en eso», apunta. Reconoce que ahora valora las cosas de otra manera. «Te cambian tus prioridades, valoras más las cosas».
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Otro de los momentos destacados llegó cuando, al comunicarle que tenía cáncer, le ofrecieron la opción de congelar sus óvulos para poder ser madre en un futuro. «Es un momento en el que tú te sientes muy vulnerable. Yo tenía 24 años y yo decía, 'si es que en este momento solamente me apetece abrazarme a mis padres, esconderme ahí y ya está'. Y te están preguntando que si quieres dar vida y lo único que quieres ahí es mantenerte tú con vida, eso es un poco un choque».
Su tipo de linfoma es más habitual en gente mayor, de 60 y 70 años, pero poco común en jóvenes como ella. «Pensé que como era joven y deportista, aunque vi que sólo había un 30% de gente que se salvaba, que yo podía ser una de las que se salvan». Y acertó, felizmente. Admite que le tocó «la mala lotería» de haber tenido este cáncer, para el que no hay forma de prevenirlo ni causas que hagan que aparezca, pero también ha tenido «la gran fortuna» de haberse curado, con las pocas opciones que había en un tipo tan agresivo.
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El linfoma no Hodgkin tiene una incidencia en la Comunitat de 19 casos cada 100.000 habitantes y en 2023 fue el séptimo tipo de cáncer con más casos nuevos, en una lista que lideran los de próstata y de mama, con más de 140 cada uno. En cuanto a la mortalidad, el de pulmón es el más peligroso con diferencia, con 51 fallecidos por cada 100.000 personas en la región el año pasado, seguido por el colorrectal y el de mama. El objetivo que se marca AECC es que con la evolución de las investigaciones clínicas y farmacológicas, en el año 2030 la supervivencia alcance como mínimo el 70% en cualquier tipo de cáncer.
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