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Los días que tiene ensayo con la Sociedad Musical La Artística de Chiva, Alberto duerme en Chiva. Termina tarde y prefiere quedarse en la ... que era la casa de sus padres, en la calle Buñol, donde estaba la vieja alfarería de su familia. A la mañana siguiente vuelve a Vilamarxant. Aquel día, el 29 de octubre, estaba en Chiva. Fue al médico y después volvió a casa, sin saber que desde su ventana sería testigo en primera fila de la mayor riada que han visto sus ojos, en el epicentro del kilómetro cero de la dana. «Por la mañana llovía y hacía calor. Entre las dos y las cuatro de la tarde el tiempo dio una tregua pero empezó a llover y ya no hubo manera de que parara», relata Alberto.
A orillas del barranco de Chiva, como un escaleno para dar fe de la crecida de un barranco que se volvió loco. «Es la primera vez que el agua ha ido por encima del ojo del puente nuevo», apunta. Con su móvil grabó más de una decena de vídeos de aquella tarde, donde se puede ver cómo el agua sube metros en cuestión de minutos. En un papel, las horas de cada una de las imágenes grabadas, apuntes para la historia, para conocer más de cerca la radiografía de la mayor riada conocida en la historia de la Comunitat.
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Alberto está orgulloso de su edificio, una construcción levantada por Paco 'El Colorao' en 1962 al abrigo de la alfarería de la familia Martínez. «El edificio ha aguantado, a pesar de la fuerza del agua y de los golpes de los coches por el zuncho que tiene, por el atobón macizo. No es la primera riada que pasa, porque ya vivió la de 1983, que no tuvo nada que ver con esta, pero con ese zuncho estamos listos hasta la próxima dana», relata este vecino de Chiva, que durante años tuvo Electrodomésticos El Puente, justo en los bajos de ese edificio. A simple vista, desde la barandilla del puente, parece un inmueble destartalado y viejo, que lo es, pero la realidad es que aguantó la acometida de la dana como un valiente. Por eso, y para dar fe, días después de la riada colgó un cartel que hoy ya forma parte del paisaje de la calle más pintada de Chiva: «Este edificio es el más cojonudo del mundo».
«Aquella tarde no tuve miedo. Sabía que estaba aquí seguro», apunta. Alberto es músico y mientras en la calle el son lo marcaba el rugir del agua en un barranco desbocado, él se aislaba dentro con la Marche Slave de Tchaikovski. De tanto en tanto iba a asomarse por el ventanal para analizar el nivel del agua. Junto a él y como única compañía el busto de su bisabuelo, José Martínez, con lugar preferente en el salón del piso.
«Yo grabé vídeos y los pasé vía mensajería de móvil a mi familia y al grupo de los músicos, donde hay más de cien personas. Les avisé de lo que pasaba. Lo que no entiendo es que nadie se diera cuenta en el Cecopi ese de lo que iba a pasar aguas abajo del barranco. Es que no era tan difícil saber que ese agua va a la Albufera», destaca con cierta sorpresa.
En su casa hay luz de emergencia –las ventajas de ser electricista– y con la ayuda de velas pasó la noche. «No me quedé despierto, yo me fui a dormir porque estaba tranquilo. Eso sí, a la mañana siguiente cuando subí a la terraza, donde por cierto no filtró ni una gota de agua, vi la destrucción del paseo de San Isidro y de la calle Buñol y era impresionante», recuerda del amanecer del 30 de octubre.
La vida sigue. La furgoneta, una Citroen Jumpy, la tuvo cuatro meses metida en el garaje sin poder sacarla: «Y arrancó a la primera». Las máquinas trabajan para devolver al centro de Chiva a un estado de cierta normalidad. Y Alberto sigue allí, asomado al ventanal de la casa familiar, en el edificio que para él siempre será el más cojonudo del mundo.
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