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La reconstrucción educativa en los municipios afectados por las inundaciones del 29 de octubre ofrece tristes contrastes. La vuelta a la rutina escolar ya es ... la tónica general en los colegios e institutos -con permiso del alumnado de la ESO del IES Berenguer Dalmau de Catarroja, que lo hará la próxima semana- pero no sucede lo mismo en las escuelas infantiles, los centros específicos para los niños de entre cero y tres años, popularmente conocidos como guarderías. Sólo contabilizando localidades de l'Horta Sud, al menos hay once que no han podido abrir sus puertas tras los daños registrados en las instalaciones, según la información recopilada por LAS PROVINCIAS a través de las propias escuelas, asociaciones representativas y ayuntamientos.
Destaca, por la cantidad de centros sin servicio, el municipio de Catarroja (con seis de siete), mientras que Alfafar y Paiporta cuentan con dos guarderías autorizadas en la misma situación. En Picanya no ha podido hacer lo propio la escuela municipal, mientras que Sedaví, por contra, sale de la lista este mismo miércoles, con la apertura del único centro que faltaba. Son alrededor de seiscientos los alumnos afectados, un gran problema en lo pedagógico (el primer ciclo de Infantil es clave en términos de estimulación temprana del aprendizaje, sobre todo para familias con menos recursos) y también en lo que se refiere a la conciliación laboral y familiar.
La sensación que transmiten las directoras y entidades titulares consultadas es coincidente. Sienten que han quedado en segundo plano, que no han formado parte del listado de prioridades. El sector no ha dispuesto de ayudas o apoyos específicos, al contrario que los centros públicos y concertados, por lo que su abanico de opciones se limita a los programas diseñados para empresas o autónomos. Y en casi todos los casos no han tenido más remedio que recurrir a fondos propios, en caso de tenerlos, y a la solidaridad, sea para limpiar o desescombrar las instalaciones (Ejército, servicios de emergencia o voluntarios) o para ir recuperando parte del equipamiento perdido a través de donaciones.
En el Centro de Educación Infantil Mamá Pato de Paiporta el agua llegó a los 2,3 metros de altura. Hasta el techo. Charo Castells, una de las directoras, explica que en cuanto pudieron acercarse a la escuela se encontraron un socavón en la entrada al quedar descubierto un pozo, por lo que se les precintó el local. Cuando consiguieron hormigonar el hueco, ya pudieron acceder a limpiar el interior y ahora están a la espera del necesario peritaje de los daños. Además, las instalaciones están comunicadas con otros locales, pues la fuerza del agua tiró abajo algunos tabiques divisorios.
«Nuestra intención es volver a abrir, pero para ello necesitamos el peritaje y saber hasta dónde nos cubrirá el seguro. Lo que me cuesta entender es que se tarde tanto en conseguir el peritaje de una escuela, cuando no deja de ser un servicio esencial», se lamenta.
En cuanto a sus alumnos, algunas familias los han escolarizado en otros centros, sobre todo al cambiar temporalmente su residencia, aunque la mayoría permanecen en Paiporta, y por lo tanto, sin servicio. Ya conocen algún caso en el que la madre ha perdido el trabajo tras solicitar una reducción de jornada para poder hacerse cargo de su hijo.
Tras la dana la Conselleria de Educación dictó varias instrucciones para permitir la escolarización de alumnos afectados en centros en los que hubiera vacantes, así como la posibilidad de recurrir a aulas de otras escuelas que, pese a estar autorizadas, no estuvieran funcionando. Sin embargo, no son opciones sencillas de llevar a la práctica. Sobre todo porque las plazas libres que puedan existir en centros no afectados no son suficientes, y la opción de trasladarse a una clase sin uso también es compleja por la sencilla razón de que no caben todos los alumnos (de varias aulas) de la escuela que permanece cerrada.
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La cooperativa Ninos gestiona dos centros municipales que resultaron muy dañados. Uno de ellos se ubica en Alfafar. Se trata de la Escuela Infantil Porta Sud, próxima al MN4, y su situación actual es desoladora. Ha quedado diáfana por dentro -por la fuerza del agua, el pillaje posterior y las labores de limpieza y desescombro de lo que quedó- y en las proximidades se habilitó un cementerio de coches que, aunque se va despejando, todavía permanece. Chusa Campillo, gerente de Ninos Escoles Infantils, explica que se pidió formalmente su retirada por una cuestión de «seguridad y salubridad», además de que es un paso necesario para poder iniciar los trabajos de reconstrucción. En cuanto al alumnado, tras no ser posible acogerlo en la otra escuela municipal de Alfafar, las familias que quisieron fueron reubicadas en Albal, en un centro de la misma titularidad.
En cuanto al de Picanya, aunque los daños no fueron tan grandes, se perdió todo el equipamiento interior. Con la colaboración del Consistorio «se está trabajando al máximo para que a finales de esta semana o al inicio de la siguiente se pueda prestar el servicio en las instalaciones de la biblioteca municipal», que se ha habilitado de acuerdo a las necesidades de este tramo de edad y al proyecto educativo de la cooperativa. «Buena parte del alumnado permanecerá con nosotros», destaca Campillo, que insiste en la importancia de que los niños «dispongan de un entorno profesional», así como de «normalidad y rutinas», justo antes de lamentar que el primer ciclo sea una etapa «eternamente olvidada» pese a su importancia.
Otro de los centros afectados es Samaruc, también en Alfafar, que gestionan Ade Rodríguez y Alicia Gascón. El agua llegó a los 1,7 metros de altura, destrozando el equipamiento y arrastrándolo hasta los accesos, que quedaron bloqueados. «El problema que te encuentras es que la respuesta no es tan rápida como esperabas», reflexiona la primera. En su caso, han podido avanzar gracias a una fundación que les ha facilitado financiación que se devolverá con la indemnización de la aseguradora.
«Queremos habilitar lo antes posible la escuela, para que los niños puedan disponer de un espacio adecuado y seguro. Hay familias que no cuentan con alternativas, no hay parientes o posibilidad de excedencias laborales, por lo que la única salida ha sido el traslado del centro», explica. «El problema es que la Educación Infantil no ha sido prioritaria. Pese a que somos indispensables», concluye.
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