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El barranco del Poyo volvió a bajar con agua el lunes 3 de marzo y de nuevo se desataron las alarmas. La Generalitat envió ayer ... varias dotaciones de bomberos a estar vigilante de un caudal que, de momento y a espera de lo que pase estos días, se comportó. En un debate abierto sobre los ojos que deben mirar los cauces de los barrancos, Emergencias, ante la llamada de algunos de los alcaldes, tomó medidas de vigilancia ante la duda de que la Confederación Hidrográfica del Júcar, por la cuestión que sea de competencias o de medios técnicos, no estuviera vigilante de la situación.
A las 10:46 horas de ayer, la Generalitat movilizó cinco unidades de bomberos forestales para que vigilaran el caudal del barranco del Poyo. Si la responsabilidad el 29 de octubre era del organismo que dirige Miguel Polo, ¿qué hacían ayer los bomberos de la Generalitat con la vista puesta en el Poyo? Es una duda por resolver, pero los bomberos forestales autonómicos allí estaban, a pie de cauce.
A las 15:33 horas, el Consell publicitó su ojos sobre el Poyo en Paiporta, Torrent, Quart de Poblet y Picanya, además de la vigilancia sobre el Carraixet en Bétera y Vinalesa. ¿Pero quién vigila los barrancos, la CHJ o la Generalitat?
El día 29 de octubre, una dotación de bomberos de la Generalitat fue a las 13 horas a la cabecera del Poyo a medir el caudal y a analizar la situación. Dos horas después, a las tres de la tarde, recibieron la orden de retirarse. Este es uno de los puntos todavía por aclarar el día de la dana, aunque ayer, quizá para intensificar la prevención, mantuvieron a los bomberos a lo largo de todo el día. Aquel día, el dispositivo se retiró, casi con toda seguridad, porque el Poyo comenzó a bajar el caudal en ese horario en el que dejó de llover, aunque dos horas después de desató una tormenta nunca vista.
¿Quién vigila los cauces? Es un tema por determinar. La CHJ a veces día que ellos y otras que no, pero la realidad es que sobre el Poyo y sus ramblas bajó un caudal desmesurado. Ayer lunes, por lo menos, alguien se puso a vigilar el Poyo.
Mazón ha perdido el relato. El Consell fue incapaz de argumentar el sueldo para Gan Pampols y cayó en el ridículo con el audio cortado de la Aemet, donde pisó una mina que hizo saltar por los aires la credibilidad del Gobierno valenciano. Métodos propios de otros tiempos y otros lares, sin que en el Palau entiendan que en dramas como el vivido no cabe ni una media verdad. Todo ello envuelto en el caos de El Ventorro, una comida que le va a salir más que cara al presidente de la Generalitat. Primero, porque nunca dio una explicación convincente de sus asuntos y de sus ausencias; y después, por convertir la historia en un folletín que terminó a las 20:28 horas, mucho más tarde de lo esperado.
Un presidente no puede gobernar escondido, en privado, alejado, por ejemplo, del balcón de una mascletà, lugar que no puede pisar porque será sentenciado por el veredicto popular, no el de su partido, sino el de una sociedad que clama por la dimisión. El Molt Honorable está mal asesorado, desprotegido, abandonado y prácticamente sentenciado. Cuatro meses después no hay reconstrucción que resucite a Mazón.
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