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Abrazos, palmadas de ánimo en la espalda, sonrisas y alguna que otra lágrima de emoción se derrama a las puertas del CEIP Ausiàs March de Aldaia en una jornada histórica, en un haz de esperanza frente al desastre. Entre los ojos llorosos de los padres y la alegría exultante de los niños, la 'nueva normalidad' se abre paso tras la catástrofe en el mundo educativo valenciano. La segunda vuelta al cole de este curso en el centro aldaiense es ya una realidad para 22.000 alumnos de otros 46 centros educativos que se vieron afectados de una u otra manera por la riada del fatídico 29 de octubre pasado. El drama de los adultos se convirtió en la peor de las pesadillas para los miles de pequeños. «Los niños estaban nerviosos y con ganas de ver a sus amigos. Estaban muy preocupados por esta situación», comenta María José, una de las madres que se despide de su hija de 10 años con un beso en la frente antes de que la pequeña acceda al colegio.
Cuando María José se encuentra con Sonia, una amiga que la está ayudando económicamente a reflotar una peluquería de gente mayor que se vio anegada por culpa de la inundación, ambas se funden en un emotivo abrazo y lloran desconsoladamente. María José explica que perdió a una de las tías de su madre, que sentía como propia, por culpa de la riada y el apoyo de sus allegados es fundamental para facilitar que pase. «Los niños tienen que volver a la rutina y retomar la normalidad», asegura esta vecina de Aldaia que aprovecha para resaltar la importancia de las actividades extraescolares que ayudan a los menores a despejarse de los problemas que les rodean.
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A las puertas del recinto, José y Adriana charlan sobre una de las que sin duda será una noticia para el recuerdo. Él es el abuelo que acompaña a su nieto hasta la verja misma del colegio explica que, como consecuencia de la riada, los padres del pequeño viven en su casa del barrio del Cristo. «Mi nieto no ha podido dormir esta noche porque tenían muchas ganas de venir y volver a ver y jugar con sus amigos», alega. Por su parte, ellas es la madre de una alumna que recuerda el estado en el que se encontraba el centro tras el paso del temporal: «El barro cubrió todo el patio, menos mal que fue de lo primero que se limpió».
Cristian es otro padre que lleva de la mano a su hija mayor y a su hijo pequeño. A ambos se les ve contentos porque, como dice su padre, «estaban todo el día sin salir de casa». Este vecino reconoce también que el pequeño, que hoy está algo más tímido que de costumbre, era más reacio a volver a clase mientras que su hermana sí tenía más ganas de regresar al entorno escolar. La madurez infantil... «Esto supone una nueva normalidad para ellos, los niños pagan una vez más la incompetencia de los adultos...», lamenta mientras se aleja camino a la puerta.
José es el conserje del centro desde hace cuatro años y todos los alumnos le conocen. Antes de entrar se abrazan a él o le chocan la mano de manera amigable. Una imagen enternecedora. Tanto es así que a este trabajador se le pone la piel de gallina de volver a ver a quienes tanto le quieren. Hoy reconoce tener mucho trabajo y eso para él es bueno porque significa que todo empieza a volver a la normalidad.
Chesco es el tío de una pequeña de nueve años a la que ha acompañado hoy a clase porque sus padres no podían. A él además le apetecía acercarse y ver la emoción que iba a palparse allí. Es ingeniero de esquemas eléctricos y trabaja en remoto para una empresa de Barcelona. Hoy ha vuelto a la faena y reconoce que se le ha hecho cuesta arriba porque en los últimos días no ha parado en casa. «Ha sido una locura, he estado todo el día ayudando a limpiar bajos y garajes o repartiendo comida de las más de 30 furgonetas que han venido con ayuda desde Cataluña», cuenta este vecino sobre una iniciativa en la que ha participado la firma para la que trabaja.
El director del centro, Miguel Montesinos, resalta que el inicio de las clases en las actuales circunstancias ha sido «atípico» aunque reconoce también que había «muchas ganas tanto de parte de las familias como los pequeños recuperar la normalidad tras unos días muy estresantes». «Queremos que el colegio y los profesores se conviertan en un punto emocional de estabilidad para los alumnos», asegura Montesinos antes de resaltar el esfuerzo por limpiar de manera rápida las instalaciones para que sus cerca de 380 estudiantes pudieran volver a dar clase lo antes posible. El centro sufrió daños leves por culpa de la enorme tromba de agua que anegó la provincia de Valencia pues se inundaron cuatro clases, las zonas de secretaría y el comedor.
El director del CEIP Ausiàs March de Aldaia asegura tener previsto las posibles faltas o retrasos para llegar al centro por vivir en zonas afectadas o por motivos de desplazamiento. «Los padres nos preguntaban cuándo íbamos a poder abrir porque los niños necesitaban venir», asevera Montesinos que ha tranquilizado a los familiares de los niños ante la posible pérdida de material escolar ya que el centro se encargará de apoyarles en todo lo posible.
El alcalde de Aldaia, Guillermo Luján, también se ha acercado hasta el lugar. Se le ha podido ver ordenando el tráfico y velando por la seguridad de padres y alumnos, al pie del cañón, como todos estos días. «Esta reapertura es muy importante desde el punto de vista de que los niños puedan volver a aprender y socializarse», reseña el primer edil en referencia a que la localidad ya vivió una situación similar con el regreso a las aulas tras la pandemia.
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