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Si hay una características que haya marcado las Fallas que acaban de terminar es la lluvia. Ha sido la nota predominante. Los datos hablan ... por sí solos. El pasado martes 18 de marzo se recogieron 31,2 litros por metro cuadrado en el observatorio de Valencia. Fue una precipitación intermitente y débil, algo más intensa de madrugada, y es el día de una semana de estas fiestas (entre el 15 y el 19 de marzo) con más precipitación acumulada desde que existen registros.
Este día no fue un hecho aislado. Prácticamente desde inicios de mes los cielos han estado cubiertos, lloviendo o amenazando lluvia. Hay que recordar que incluso se anunció una alerta roja por riesgo de precipitaciones intensas. Sólo basta comprobar las lluvias de la primera semana de marzo en la que se recogieron 375 litros por metro cuadrado en Barx y 416 en Bicorp, según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
Las lluvias al final de invierno y comienzo de la primavera se están convirtiendo en una característica de litoral mediterráneo. Así lo destaca un estudio sobre el comportamiento pluviométrico en la Comunitat que avanza que se está registrando una modificación de parámetros de la lluvia en la fachada, donde la lluvia se ha concentrado en los primeros días del mes de marzo.
Así lo recoge un estudio llevado a cabo por el Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM) en el que destaca el hecho de que los meses de marzo son «notablemente más húmedos» en las últimas décadas de forma especial en las zona de prelitoral e interior.
El estudio destaca que el invierno se caracteriza por una disminución generalizada de la precipitación. Esta caída de la pluviometría se aprecia especialmente en las cabeceras de los ríos Júcar y Turia. Por otro lado, se distingue un descenso generalizado en el número de días con precipitación en toda la vertiente mediterránea peninsular y especialmente en las cuencas del Júcar y del Segura.
El informe desvela que en el periodo primaveral se observan pocos cambios en el total de la precipitación pero se ha encontrado la tendencia hacia un mes de marzo más lluvioso. Estas variaciones, según la investigación del CEAM, son consecuencia de la intensificación «de los eventos de precipitación asociados a la advección de vapor de agua desde el Mar Mediterráneo, especialmente en las últimas tres décadas y durante el mes de marzo».
En general, según la investigación, marzo presenta una tendencia marcada hacia condiciones más húmedas en los últimos 30 años en todas las cuencas hidrográficas de la vertiente mediterránea peninsular. Además, en el caso de las cuencas del Júcar y Segura se observan cambios importantes en las últimas dos décadas.
Así, se observa un incremento de la de la precipitación en marzo debida principalmente a una intensificación de los eventos de precipitación asociados a una marcada advección de vapor de agua desde el mar Mediterráneo. Pau Benetó, uno de los investigadores que ha redactado el artículo, indica que durante este mes se intensifica la llegada de vientos húmedos favorecido el fenómeno por un anticiclón que por estas fechas se suele situar cerca de Gran Bretaña permitiendo esta circulación en el Mediterráneo.
Por el contrario, se ha constatado que en los últimos veinte años se ha apreciado una disminución de la precipitación en mayo con unas condiciones más secas durante este mes. En cambio, en abril no se ha detectado una tendencia clara.
Los resultados de este informe, según explican desde el CEAM, proporcionan información «clave» para analizar los posibles impactos en distintos sectores socioeconómicos como salud, agricultura, energía y turismo.
Por ejemplo, destacan que «la intensificación de la lluvia y el aumento de las precipitaciones torrenciales puede conllevar crecidas súbitas de barrancos y ríos y, en consecuencia, un riesgo para la población».
Además, en el caso de la agricultura, el cambio puede tener consecuencias que pueden ser graves. Así, advierte el informe de que a largos períodos sin o con escasa precipitación en invierno, alternados con precipitaciones intensas en la primavera, pueden tener un impacto devastador sobre los cultivos.
Advierten también que un descenso en la precipitación puede influir en la cantidad de agua embalsada y este hecho influir en la producción de energía eléctrica.
El cambio también puede influir en el turismo ya que las precipitaciones pueden ser un factor desanimante para el turismo y las lluvias torrenciales pueden ser consideradas como un elemento de riesgo para los visitantes.
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